4 - La Traición

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—Tu amigo Richard nos contó el por qué te pusieron en el cuarto de los innecesarios —me comenta Efrén mientras ayuda a su hermana a empacar las provisiones de la mansión.

—Genial —contesto con algo de sequedad, nunca se me han dado bien las relaciones sociales.

—Es una suerte que salieras de ahí —continúa el tipo.

—Lo sé... uno hace lo que puede para sobrevivir —murmuro sin mucho ánimo.

Han pasado dos días desde la llegada de los dos hermanos y después de hablar con Ben Across sobre esa llamada "Nación Escarlata", el traficante ha decidido que debemos "empacar" todo e ir para allá. Efrén y Hadi dicen que es una especie de complejo, como una pequeña ciudad; pero la verdad es que ellos nunca han estado ahí.

Las carnadas no lo tienen fácil, el Gordo, el Dientes Podridos y los otros secuaces de Ben, han estado sacando sus explosivos y revisando los controles de detonación inalámbrica. Tal parece que los van a dejar a todos amarrados con esas cosas en sus cuerpos que detonarán justo cuando estén rodeados de zombies. Hablando de los muertos vivientes, últimamente los guardias de las entradas han matado a más de una decena, ellos se aproximan tontamente a nuestra ubicación. Como si algo los guiara.

Estos extraños eventos hacen que el trabajo de los refugiados en la mansión se acelere, los que aun quieren mostrarse útiles y no ser dejados para morir, se la pasan limpiando, organizando comida, provisiones, botiquines y demás. Las juntan a la salida del túnel que da al bosque exterior de la mansión y más allá de los barrotes de negro metal.

—¿Dónde está la Nación Escarlata? —le pregunto a Efrén tratando de ocultar mi natural curiosidad.

—No ha de estar lejos de aquí —me responde el muchacho.

Los hermanos y yo, caminamos por uno de los largos pasillos solemnes de la gran casa. Es la hora de la cena y todos debemos reunirnos en el salón principal. Ben Across no se reúne con nosotros, por supuesto; para él cocina la pobre Leila con tal de salvar a su bebé.

—Si nunca han estado ahí, ¿cómo lo saben? —espeto, desconfiado. No vayan a llevarnos a otro lugar en que también se sacrifiquen personas.

—Son los rumores —interviene Hadi—. Hemos viajado por muchos lugares y nos hemos encontrado con algunos grupos de personas que se dirigen hacia allá.

—¿Por qué se detuvieron aquí?

—Ya no teníamos provisiones —susurra Efrén cuando pasamos al lado de uno de los guardias de Ben Across al entrar al comedor.

Los refugiados que quedan están sentados sobre la alfombra, forman un amplio círculo mientras mi compañero de trabajo Richard Neils y otros, reparten la comida. El platillo de hoy son fideos instantáneos no caducos. Aunque después de dos semanas ya me he acostumbrado al sabor, al inicio parecían un manjar.

—Además, últimamente los Mors y los Tanques están muy inquietos —dice Hadi mientras nos sentamos en un espacio que queda libre justo delante de la ventana adornada por las sucias cortinas de terciopelo guindo.

—¿Por qué les dices "Mors"? —le pregunto con algo de tedio.

—Es el equivalente romano de la parca —responde ella devolviéndome la actitud.

—Verás, ella estudiaba Ciencias Jurídicas —explica Efrén con tono burlón—. Le gustó el idioma y se fue a estudiar latín.

—Yo les digo Carniceros —me encojo de hombros y recibo el vaso de fideos de uno de los secuaces del traficante. Hoy tienen sabor a camarón picante. Siento una repentina arcada al recordar al monstruo que vi asesinando al chico carnada hace ya dieciséis días... y contando...

CarnadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora