Dos cuerpos abrazados en sentido poético
separan esa línea de lo frío y escéptico,
junto a la primavera de un despertar,
presiento que ya no existe duda sobre amar o estar muerto.
Suspiran nuestros labios, jóvenes tallos tiernos,
derrochando fragancia con pureza de almendros,
para seguir amando la vida, en su comienzo,
desde la paz dorada de los años que trenzo.
El sol cada mañana, la luna en el encuentro,
cita que el alma ansía, para guardar secretos sobre alfombras de flores,
sin ojos indiscretos donde sentir, de cerca, que el firmamento es nuestro.
