Capítulo 3

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  Al cabo de unas horas Calum se encontraba buscando en los bolsillos de sus ajustados pantalones la llave para cerrar la puerta de la biblioteca. Se sentía un poco mal al haber incomodado de esa manera a la castaña, pero se le había sido imposible despegar la vista de sus pálidas manos. El pelinegro pensó que la chica era un tal torpe al no poder sacar un libro de la estantería por sus propios medios, pero al notar que sus manos estaban amarradas fuertemente a unas esposas de metal, que hacía resaltar varias venas de sus muñecas, sintió lástima y curiosidad. Curiosidad por saber porque había sido esposada. ¿A caso no era menos doloroso un chaleco de fuerza? La chica, cuyo nombre desconocía ¿sufría mucho a causa de las esposas? ¿Por qué habían llegado a tal punto de lograr el sufrimiento en un paciente? ¿Sus padres a caso estaban enterados?

El chico intentó alejar todas aquellas preguntas que su mente formulaba para dirigirse a un paso tranquilo hacia la salida del internado. Afuera soplaba una fría ráfaga de viento y se colocó su campera negra de jean. El cielo, ya un poco oscuro, estaba cubierto por varias nubes grises dando a entender que se aproximaba una tormenta. Caminó hasta la parada mas cercana de autobuses y esperó al rededor de cinco minutos. Cuando pagó su boleto observó los asientos disponibles y su mirada chocó con los familiares ojos hazel de su amigo Ashton. Era el hijo del director de aquella institución mental en la que trabajaba. Se conocieron hace unos años cuando aún asistían a la preparatoria. A pesar de ser de una familia adinerada y con muy buenos ingresos, Ashton era una persona realmente humilde y aquello no le interesaba en lo absoluto. Tenían una muy buena amistad, pero no se veían mucho debido a que el trabajo de su amigo como mesero le quitaba mucho de su tiempo. Comprendía que en su tiempo libre se la pasara descansando sin ver a nadie debido a que la mayor parte de sus días se la pasaba tratando con clientes difíciles y con una sonrisa en su rostro.

En tan solo veinte minutos de viaje lograron ponerse al día con sus vidas. Ashton le contó que por fin se había decidido por asistir a la universidad, estudiaría arquitectura y viviría en un pequeño apartamento que estaba a tan solo diez minutos de la universidad de Brooklyn, donde obviamente estudiaría.

Calum estaba feliz por su amigo y le agradeció mentalmente por no haber preguntado mucho sobre su vida. Realmente no tenía mucho para contar, nada había cambiado, seguía teniendo la misma vida que años atrás, incluyendo los insultos por parte de su madre diciéndole lo imbécil que era al no llevar a cabo alguna carrera universitaria. La culpa que sentía por el repentino abandono de su padre seguía siendo la misma, dicen que con el tiempo las heridas sanan pero las de Calum con el tiempo se intensificaban trayéndole largas noches de insomnio y algunas pesadillas. Sentía como los años iban pasando y el estaba algo así como estancado, simplemente no podía dejar la culpa de lado y seguir su vida. Por eso no era muy abierto con las personas, su vida no era para nada interesante. 


Al llegar a su casa su campera estaba algo mojada debido a la lluvia que se había desatado cuando abandonó el colectivo, la colocó en una silla para que se seque y comenzó a buscar algo para comer. Al darse cuenta que madre nuevamente había gastado el dinero para la comida en cigarrillos tuvo que conformarse con una sopa instantánea que había comprado para algún día de apuros.

Dirigió sus pasos hacia su habitación, al atravesar el living  notó que su madre estaba incómodamente dormida en el pequeño sofá con la vieja televisión prendida, decidió ignorarla y al llegar a la puerta derramó un poco de sopa, manchando solo una parte su zapatilla izquierda y el alfombrado piso.

Una vez dentro del dormitorio dejó el tazón con la sopa a un lado de su escritorio, tenía papeles esparcidos por toda la superficie pero no le importó, abrió las cortinas para poder observar la lluvia. Entraba en una total serenidad al ver las ramas de los árboles meciéndose gracias al viento, también amaba el olor a lluvia y se decidió a abrir un poco las ventanas.

 Así solían ser las noches de Calum, comiendo cualquier cosa, apreciando la noche a través de un fino cristal y sumido en sus tristes pensamientos. Pero esa noche no pensó en una vida imposible de alcanzar, ni en su madre o su padre, esa noche pensó en la chica de la biblioteca buscando una explicación para sus ajustadas esposas.

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⏰ Última actualización: Mar 06, 2016 ⏰

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