Capítulo 2

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  Ese mismo día, Wendy acudió a su visita semanal con uno de los psiquiatras del internado en el cual ella habitaba. Era un hombre de unos 65 años aproximadamente, algo subido de peso, tez blanca como un papel que hacia resaltar sus cálidos ojos color esmeralda y cabello cano.

El señor Morgan se había convertido en una especie de amigo para ella, sabía cada detalle del pasado de Wendy, desde que empezaron sus transtornos, el abandono psicológico de sus padres, hasta sus mas profundos pensamientos. La chica se sentía totalmente cómoda en compañía de aquel hombre.

Algo que odiaba recordar era su pasado. Aquellas noches cuando tan solo era una niña de 10 años y se la pasaba encerrada en su habitación destruyendo todo lo que se encontraba a su paso por el simple hecho de escuchar aquellas irritantes voces en su cabeza. De esa forma lograba silenciar un poco sus constantes acosos.

Aquellas voces, que hasta el día de hoy seguían causándole largas noches de insomnio, querían que ella dañe a sus seres mas queridos. Wendy, por supuesto que no les hizo caso. Aunque su familia era un poco ausente ella los amaba.

Con miedo a que la tratasen de loca no dijo ni una sola palabra. Aquello de romper cosas se había vuelto una costumbre, y sus padres un poco preocupados en vez de contener a su única hija, la enviaron a que charle semanalmente con un psicólogo que no le agradaba mucho. El hombre no era malo, al contrario, siempre trataba de que sintiera cómoda, pero no podía hacerlo debido a que las voces le pedían a gritos que lo matara.

Como su primer psicólogo terminó mal herido en uno de los hospitales mas cercanos a causa suya, los padres de Wendy decidieron que lo mejor era que no tenga contacto con el mundo exterior, ya que a lo largo de tres meses, en varias ocasiones había intentado dañar a sus compañeros de clase. Realmente se había convertido en una persona peligrosa.


Actualmente con sus diecisiete años, Wendy ya había herido a mas de 75 personas, incluyendo a varias enfermeras de la residencia "Puertas Abiertas", esa era la razón por la cual decidieron esposarla. La única persona a la que nunca lastimaría era al señor Morgan, era el único que hacía un esfuerzo por llegar a comprenderla. El anciano sabía que la chica no lastimaba a la gente intencionalmente, también, que las voces que no la dejaban descansar eran solo un producto creado por su mente, aunque no pudiera controlarlo.

La mayoría de los pacientes que sufren trastorno de control impulsivo (tci)* suelen mejorar si toman las medicinas recetadas, pero con Wendy eso no sucedía. Ya habían probado con varias medicinas, inyecciones y tratamientos, pero lo único que lograban era agravar su trastorno.

Lo mismo ocurría con con su esquizofrenia*, cuando tomaba algún tipo de medicación fuerte la consecuencia a esto era la presencia permanente de aquellas perturbantes voces.


- ¿Cómo te sientes hoy?- le pregunta el señor Morgan con su voz suave, pero firme.

- Como la mierda, ya no soporto la idea de usar estas estúpidas cosas todo el maldito día- Dijo ella subiendo notablemente su tono de voz. Se sentía irritada de llevar las veinticuatro horas del día aquellas apretadas esposas.

-¿Qué haz hecho esta vez, Wen?- Pidió el hombre, el ya sabía lo ocurrido para que llevara esas esposas, pero quería escuchar la versión de su paciente.

- Realmente no me acuerdo mucho porque me sedaron al instante. Pero se que no fue mi intención- Respondió con la voz quebrada a causa de la impotencia que sentía al no poder controlarse a si misma.


Al cabo de otros 40 minutos de charla, Wendy se despidió de su psiquiatra y se dirigió a un paso apurado hacia la biblioteca. Había notado al nuevo bibliotecario, pero nunca alzo la vista para observarlo o saludarlo. Simplemente no tenía permitido tener algún tipo de contacto con las personas por miedo a lastimarlas. Esa era una de las razones por la que no interactuaba con nadie, ni siquiera con la enfermera que la acompaña la mayoría de los días, la otra razón era que simplemente no sabía hablar con la gente o hacer amigos. Siempre había sido una persona antisocial, Wendy solo mantenía conversaciones con el señor Morgan. Hace mas de cuatro años que se conocían y no se cansaba de sus frecuentes charlas, le agradaba la idea de que alguien se preocupara por ella.

Cuando estuvo parada en la puerta de la biblioteca giró el picaporte e ingresó al cálido lugar logrando que ésta hiciera un desagradable ruido al abrirla, sin dudas le faltaba un poco de aceite.

Rápidamente y tratando de no hacer demasiado escándalo pasó por delante del bibliotecario. Alzo un poco la vista para observarlo y lo encontró mirando hacia una de las paredes color crema. Se veía tan sumido en sus pensamientos, como si estuviera en otro mundo. El chico parecía algo joven como para estar trabajando en una anticuada biblioteca, también le pareció atractivo, lucía alto a pesar de estar sentado, tenía unos gruesos labios, cejas algo espesas y un cabello morocho que parecía absolutamente suave. Lo que mas le llamó la atención eran sus ojos, dos esferas negras tan brillantes, que por un segundo se vio perdida en ellas.

Wendy se dio cuenta que el chico salió de su trance al percibir su mirada y desvió sus ojos hacia una de las grandes ventanas que poseía ese acogedor lugar. Condujo sus pies al sector de poesía e intentó agarrar uno de los antiguos libros. Leer hacía que pudiera perderse en otro mundo, olvidarse de la realidad y sus problemas durante un instante.

Al no poder lograr su objetivo, debido al ajuste de las esposas, maldijo unas cuantas veces y se dio por vencida. Decidió sentarse en una de las sillas barnizadas que estaba colocada en el centro de la biblioteca, junto a una mesa mediana y otras sillas mas. A los pocos minutos volvió a intentarlo y logró su propósito con ayuda de aquel muchacho de increíbles ojos oscuros.

El chico abrió la boca para decir algo, pero rápidamente la cerró y dirigió su mirada a sus muñecas. Se quedó observándolas por lo que a Wendy le pareció una eternidad. Notablemente incómoda le arrebató el libro de sus manos, rozando solo un poco las yemas de sus dedos con las de aquel muchacho. Tan solo pudo llegar a leer la credencial con su nombre, que estaba sujeta a su simple camiseta color azul marino.

Su nombre era Calum.




Trastornos del control de impulsos (tci) : es un grupo de trastornos caracterizados por acciones irresistibles, la persona no puede resistirse al impulso de llevar a cabo acciones peligrosas. Antes de realizar dicha acción la persona sufre un aumento de la tensión emocional. Durante la acción sienten un tipo de liberación y luego, como consecuencia tienden a sentirse culpables y hasta llegan a arrepentirse


Esquizofrenia: es un trastorno mental a largo plazo que implica una ruptura en la relación entre el pensamiento, conducta y emociones que lo lleva a una percepción errónea, acciones inapropiadas, y mas. Los síntomas negativos que trae a la persona son la falta de energía, falta de motivación, trastornos emocionales (como depresión y mal humor constante), alucinaciones, ideas delirantes, retraimiento social, entre otras.




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