Capítulo 2

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Mi hermano tardaba demasiado en llegar. Estaba que me subía por las paredes. ¡Dijo que no tardaría! Se fue a las once de la noche y tendría que haber vuelto antes de las cuatro. Mucho antes de las cuatro. Ya casi eran las seis y ni rastro de él. Comprobar las estrategias de combate que él había hecho a lo largo del mes pasado en el terreno para ver si servían... ¡Ya, claro! No se tarda tanto en hacerlo. Nunca tardaba tanto. Como máximo tres horas y si sucedían muchos problemas, todos imprevisibles y en cadena.. ¿Se habría perdido? Imposible, se conocía las calles de Queens mejor que las palmas de sus manos. ¿Le habrían atacado? Podría ser, pero era suficiente astuto como para salvarse. Aunque no fuera cazador sabía luchar y era capaz de usar cualquier desventaja del contrincante a su favor, le había enseñado muy bien. ¿Qué demonios le había pasado?

Jack llegó casi a las siete. Todo el enfado que tenía se disipó de golpe al verle sano y salvo llegar a casa. Le abracé en cuanto cruzó el umbral de la puerta.
-Has tardado muchísimo -escondí mi cabeza en su pecho mientras hablaba, a la vez que le analizaba sin que se diera cuenta-. ¿Qué ha pasado? Me tenías muy preocupada.
Apestaba a cirio y a sudor. Había estado el rato suficiente en una iglesia como para que se le impregnara ese curioso olor en la ropa. Eso quería decir que se había tenido que esconder allí ya que nunca iba a participar en actos religiosos, y menos en plena madrugada. Supongo que tuvo un no muy dulce encuentro con vampiros. También olía a chica y tenía el cuello de la camiseta mojado con restos de lágrimas, que era imposible que fueran suyas, por la forma en la que habían empapado su camiseta. Las lágrimas pasaban desaparecidas a primera vista mezcladas con su sudor de haber venido corriendo a casa. ¿Con quién demonios había estado? No podía reconocer el dulce y potente perfume de la chica. Al menos estaba claro que no era de ninguna de Bronx, ni de los Daysons, lo que me preocupaba. Y mucho. ¡Estábamos al borde de una guerra! No se podía permitir el lujo de juntarse con gente del otro bando o con gente que  viviera lejos de nosotros, no los podríamos proteger. Eso significaría que les podrían usar en su contra y eso siempre acababa mal. Muy mal. Terriblemente mal. Espantosamente mal. Y lo sabía de primera mano.. Me habían usado, había usado yo a otros y también habían usado esa estrategia contra mí. Gajes del oficio, supongo.
-Estaba volviendo a casa cuando me encontré, más bien chocó contra mí, una cazadora a la que le perseguían los vampiros. La chica estaba destrozada y desesperada, luego me dijo que acababa de ver como ellos mataban a su primo.
Hizo una pequeña pausa. Él también había pasado por esto. No dije nada en señal de que siguiera.
-La llevé a la iglesia más cercana y estuve con ella hasta que se calmó. En aquel momento el sol ya había salido, de modo que los vampiros hacía rato que se habían largado.
¿Por qué no me sorprende? Mi hermano es un alma demasiado caritativa. Se notaba​de lejos que no era cazador y que desconocía por completo las puñaladas por la espalda. O que te dejaran tirada en medio de un bosque a merced de un grupo de hombres lobo durante una noche de luna llena.
-Dime que no dejaste ninguna pista tuya, que al menos no le diste nada. Ni siquiera el nombre -ruego inútilmente, sabía la respuesta incluso antes de que él hubiera podido procesar mi pregunta-.
-Esto... Sabe mi nombre y tiene un par de cuchillos míos. Pero si la veo la reconoceré fácilmente. Además, sé cómo se llama y seguramente donde poderla encontrar.
-¿Estás desarmado? -pregunté algo preocupada- Podrías haber muerto esta madrugada por ser tan ingenuo.
-Cogí un par de puñales de la iglesia.
Me los enseñó, supongo que para calmarme, pero me enfadé más. Estaban muy desafilados. No le hubieran servido para nada en combate independientemente de lo astuto que fuera él. Como máximo hubiera conseguido hacer un par de rasguños para mosquear a sus atacantes y que le matasen de una forma lenta, sanguinaria y cruel. Afortunadamente, había podido llegar a casa sin ningún desdichado encuentro.
-¡Están tan desafilados que dudo que sirvan siquiera para cortar mantequilla! Jack, estamos al borde de una guerra. Los ataques son cada vez más habituales. No te arriesgues inútilmente.
-Tú no has visto todo lo que yo. Sino seguro que hubieras hecho lo mismo.
-Tú no has vivido todo lo que yo. Sino seguro que entenderías lo que te digo -contraataqué sin piedad, alguien tenía que hacerle reaccionar. Era demasiado ingenuo y bondadoso. Aunque sus razones eran comprensibles el no saber lo que podría hacer la chica me preocupaba-. Al menos, ¿quién era la cazadora? Supongo que le tendré que dar el pésame por su terrible y traumática pérdida ¿no?
Desgraciadamente captó todo mi sarcasmo y desaprobación al instante.
-Liv... No hace falta. Ya recuperaré los puñales y afilaré estos antes de devolverlos a la iglesia.
-¿Por qué no hace falta? Siempre dices que debo ser un poco más compasiva con la gente. ¡Por una vez que lo soy! Lo de los puñales desafilados no es lo que más me preocupa por ahora.
-Es de los Sunsons -me interrumpió dejándome descolocada completamente-.
Debo admitir que eso no me lo esperaba para nada, aunque​ en verdad tenía sentido. Por eso no había podido relacionar el perfume con el de alguna chica de la sociedad. Sabía que mi hermano era bondadoso y compasivo. Pero no hasta ese punto. Deshice el abrazo en seguida, algo molesta y más preocupada de lo que estaba antes de que él llegara.
-Voy a preparar el desayuno. Tómate una ducha rápida y baja.
El perfume de la chica era dulce y potente para mi desenvolupado olfato de cazadora. El olor a cirio ya empezaba a desaparecer, pero por primera vez en la existencia de los perfumes femeninos, éste perduraba. Si alguien lo olía estaríamos en problemas de los grandes: juntarse con ellos era la máxima prohibición en nuestra sociedad y si descubrían que se había infringido la norma aunque fuera por una buena causa, sería juzgado por traición. Los Sunsons eran considerados el enemigo aunque no entendía el por qué. Aunque fuera cuestión de vida o muerte decían que era mejor morir a juntarse con ellos. Si igualmente ya había traidores en nuestra propia sociedad, ¿qué más nos daba juntarnos con gente de la otra? Igualmente nadie podía saber que mi hermano había estado con alguien de los Sunsons. Era demasiado arriesgado y se castigaba brutalmente cualquier contacto con ellos, aunque sólo hubiera sido porque uno había estornudado en la calle y el otro por educación le había dicho "salud" o le había ofrecido un pañuelo. Incluso tener buenos modales estaba considerado traición. Si identificabas a alguien como de la otra sociedad, no había ninguna otra opción que enfrentarse a ellos aunque ninguno quisiera pelear...

Cuando por fin bajó, puse la ropa en la lavadora y desayunamos en un incómodo y desagradable silencio. Después se encerró en su habitación. Debía estar muy cansado. Además, tendría que seguir haciendo estrategias más tarde. Era el mejor estratega de toda nuestra sociedad. Y el más joven. Desgraciadamente, tenía muchísima presión encima a causa de la inminente guerra.
Para mi grata sorpresa, bajó a almorzar. Creía que estaría durmiendo hasta media tarde o alguna cosa así.
Me miró con desaprobación. Odiaba que me mirara así, aunque, según él, tenía muy buenos motivos.
-Por qué te pones la lentilla?
-No me gusta tener un ojo de cada color. Además, hoy viene Chase.
Ambos hicimos una mueca. Chase era un cretino que creía que podría tener al menos una oportunidad conmigo por ser un cazador mediocre, poco eficiente y torpe, por no decir que era un completo inepto. Era un niño de papá incapaz de aguantar más de cinco minutos sin quejarse. Resumiendo, era más cobarde, traidor y estúpido que cazador. Le soportaba más bien porque en el fondo era otro contacto a tener en cuenta. Y le podía manipular y engañar tanto como me apeteciera. Idiota.
-No soporto a ese idiota. Por su culpa tienes ese absurdo complejo con tus ojos y siempre estás ocultando tu heterocromía.
-Te crees que me cae bien? Solo soporto a este estúpido porque su padre es un alto cargo y así tengo inmunidad jurídica -algo de corrupción y favoritismo no dañaba a nadie, ¿no?-.
Mi hermano negó divertido con la cabeza.
-¿Toda la gente con la que mantienes contacto es porque te dan un beneficio?
-¿Por qué lo haría sino? Sabes que soy un ser completamente asocial -Comenté sonriendo aunque él sabía que lo que decía iba en serio, por muchas razones prefería ser una cazadora solitaria-. Aunque ya sabes que a tú te hablo porque te quiero.
Volvió a reír  y comimos manteniendo una conversación de trivial importancia.
A las cinco en punto llegó Chase con sus apestosos aires de superioridad y sus trucos baratos de ligón desesperado. A los diez minutos salió por patas chillando como el buen cobarde que era. ¡Me había tocado el trasero el muy cerdo! Lo normal hubiera sido que le diera un bofetón y tan tranquilos. Pero, vamos, no le soporto y tenía un juego de puñales recién afilado. ¿Qué se supone que debía hacer en esta situación? A propósito, no le di. Tan solo le asusté e hice que se fuera, para que dejara de incordiar y que la calma volviera a mi casa.
En cuanto la puerta se cerró de un portazo mi hermano salió de su habitación aplaudiendo.
-Diez minutos. ¡Nuevo récord!
Le saqué la lengua, riendo.
Pasada una hora,  me llamaron para asignarme una misión de caza. Debía localizar y matar a una vampira. Pero no era cualquier vampira. Era La Vampira. Ésta, Anne Stein era la jefa de los vampiros y no tan solo del clan de Nueva York, sino que del continente entero. Y quién sabe si también del otro lado del charco.
Esta vez el señor Fibernait se había pasado. Chase, el muy nenaza seguro que le había dicho a su padre entre sollozos y completamente humillado que le había sacado de mi casa a base de claras amenazas de un juego de puñales recién afilados -casualmente voladores y lanzados con buena puntería- y ahora como recompensa tenía que cazar a la vampira Stein. Simplemente genial. Menudo niñito de papá que era. Daba asco.
Sabía que era capaz de hacerlo. ¿Pero a qué precio? Siempre había cazado vampiros de rango más bajo. Cada vez que iba a por un alto cargo, alguien se me adelantaba y los mataba por mí. Y luego, el mérito me lo adjudicaban a mí. ¿Quién podría ser si no? Quien quiera que fuera aquel cazador era bueno, muy bueno. Lo admitía y admiraba. No dejaba ningún rastro. Ni una flecha ni una estaca ni un pelo suyo... Nada. Imposible de reconocer o seguir alguna pista. Tan solo, una vez, dejó una flecha mía en un vampiro que yo debía cazar. La flecha la había perdido un día que había tenido la sensación de ser seguida por el bosque. Pero cuando fui a buscar la flecha y a lo que le hubiera dado, no había nada. Ni flecha ni herido. Y eso era imposible ya que nunca fallo un disparo. Y menos pierdo una flecha. Siempre queda algún rastro. Pero nada. Ni una marca en el suelo que indicara un gesto brusco ni un indicio de a dónde podría haber ido.
La cuestión es que la flecha no podía ser de nadie más de la sociedad que se me hubiera avanzado para cazar aquel vampiro, ya que soy la única cazadora que usa plumas moradas. El resto usa plumas marrones o de cualquier otro color soso y habitual. Quizás alguien las usa azules, verdes o naranjas. Pero nadie más moradas. ¿Quién debía ser? Además era muy raro puesto que cualquier otro reclamaría el mérito, pero ese misterioso personaje dejaba todo el mérito para mí.
Con estos pensamientos rondando por mi cabeza salí a pasear por las calles de Bronx durante su contaminada puesta de sol.

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⏰ Última actualización: Jun 14, 2017 ⏰

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