Bella
Era mi segunda semana secuestrada. Me desperté temprano esa fría mañana y me vestí lo más abrigada posible antes de llevar a cabo mi plan. Aleksi me miró todo el tiempo mientras desayunábamos, pero mantuve la cabeza gacha por miedo a que descubriera mis intenciones. A ese hombre no se le pasaba nada por alto.
Lo primero que haría cuando estuviera fuera de la mansión era recurrir a la policía y después iría a mi vieja casa a tomar mis ahorros. Nadie sabía dónde las guardaba. Y si Dios se apiadaba de mí lo encontraría en el mismo sitio. Si fracasaba, bueno, estaría muerta. Le daría una dulce bienvenida a la muerte. No importaba la forma. Sería una mujer libre.
—Mañana habrá un evento importante en la mansión—comentó Aleksi y levanté mi cabeza del plato—. Quiero que permanezcas en tu habitación el resto del día y la noche. Ignora lo que veas u oigas. No te atrevas a salir de ahí.
¿Qué diferencia haría estar encerrada en mi habitación? Asentí y mastiqué los huevos revueltos sin cuestionar o pelear. Mañana ya no estaría aquí así que no tenía ningún sentido quejarme.
—Responde cuando te hablo, Bella.
Forcé una encantadora sonrisa que lo hizo ladear una ceja.
—Como ordene, señor —Regresé a mi desayuno, picando hasta el último bocado con intenciones de vaciar el plato. Probablemente no volvería a comer algo tan maravilloso como la comida de Dorothea. Siendo honesta, me dolía dejarla y la extrañaría. Esa señora fue más que amable conmigo. La única que valía la pena en esta cárcel.
—También quiero que prepares una lista de todas las cosas que necesites. Haré que uno de mis hombres las traiga para ti.
El tenedor quedó suspendido entre mis dedos.
—Solo hay algo que deseo más que a nada, pero nunca vas a dármelo.
Se mordió el labio para contener la sonrisa irónica.
—Nunca vas a entenderlo, ¿no es así?
—Puedo decir lo mismo de ti—musité—. ¿Cuándo vas a entender que no quiero estar aquí?
—Escucha con atención—Desplegó una servilleta y se limpió los labios antes de hablar—. ¿Qué harás si te dejo ir? No tienes un lugar dónde refugiarte y nadie se preocupa por ti. Quizás la dueña de la florería te ayude, pero no quieres que ella sea mi siguiente víctima, ¿verdad?
Mis dedos se apretaron cada vez más fuerte alrededor del tenedor y sentí el oscuro anhelo de clavárselo en el pecho. Apuñalarlo hasta sentirme satisfecha. ¿Sería capaz? Yo no era una asesina, pero Aleksi Kozlov sacaba lo peor de mí.
—No te atrevas a tocarla—siseé—. Deja a Josephine en paz.
Le dio un sorbo a su zumo de naranja.
—¿O qué?
—Haré que te arrepientas de haberme traído aquí.
Hubo un segundo de silencio antes de que su carcajada llenara la habitación. Era ronca y profunda. Sin un gramo de diversión. El sonido era una advertencia. Una amenaza.
—¿Qué ha sido lo peor que te hecho ahora? ¿Matar a tu padre? ¿Secuestrarte? —Su labio se curvó en otra sonrisa—. Te he dado techo, comida, una cama cálida y jamás te he forzado a nada. ¿Qué diablos te asusta?
La rabia hizo que mi sangre ardiera a fuego lento en mis venas.
—¿Piensas que todo lo que has hecho es normal? —contesté—. Me has acosado durante semanas y luego irrumpiste en mi vida como si te perteneciera. Olvidas que soy una persona con derechos y no te importa en absoluto lo que quiero. ¿Qué me espera a tu lado? ¿Una existencia llena de condiciones dónde mi libertad tiene un precio? No quiero ser tu...

ESTÁS LEYENDO
Cautivos [En Librerías]
Ficción GeneralEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679