Carta:

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Querida amiga:

Hoy alguien me preguntó cómo estás, y me di cuenta de que no lo sé. No podía decirle qué cosas has estado haciendo. No podía decirle cómo pasas tus días y tampoco lo que es importante para ti últimamente. O quién es importante en tu vida (porque claramente no soy yo). Me di cuenta de que sólo te conocí durante algún tiempo.

El cambio es una cosa curiosa, porque yo solía saberlo todo. Solía hablar contigo todos los días, y me di cuenta de todos tus caprichos, de tus travesuras y aventuras diarias. Demonios, yo solía ser parte de ellas. Pero ahora no lo soy, y no lo he sido por un tiempo.

Te fuiste con demasiada gracia de mi vida: hiciste tu reverencia y saliste por la parte izquierda del escenario

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Te fuiste con demasiada gracia de mi vida: hiciste tu reverencia y saliste por la parte izquierda del escenario. Yo estaba en una escena de la obra, y finalmente el telón bajo sobre mí, dejándome en la oscuridad.

¿Sabes? Yo solía echarte de menos. También nuestras bromas, las conversaciones sin sentido, el recuento de lo que hacíamos juntas. ¡Solía extrañar tanto nuestra amistad! Pero nunca sentí que tú me extrañaras o que me echaras de menos, o que recordaras las cosas que hice por ti. Así que, con el tiempo, dejé de extrañarte.

También solía estar enojada. ¡Estaba tan molesta por la forma en la que saliste de mi vida y te olvidaste de mí! Me hiciste sentir muy triste y enojada al mismo tiempo; hasta llegué a pensar que te odiaba...

Me tomó un tiempo, pero he llegado a la conclusión de que una amiga no es alguien con quien puedes enviarte mensajes cuando quieras, o cuando necesitas algo. No es alguien con la que puedes tener una pequeña charla en el bar pero no una importante, y definitivamente, no es alguien a quien no le interesa saber quién soy realmente.

Para mí, te has convertido en alguien que conocí alguna vez. No sé si te percataste de ello, pero tú simplemente dejaste de saber quién era yo. Dejaste de preguntarme cómo estaba y, en ese tiempo, he cambiado. Apuesto a que tú no sabes nada acerca de mis últimos tropiezos y triunfos. Y si lo sabes, nunca me has felicitado o me has preguntado si estoy bien.

Me tomó demasiado tiempo darme cuenta de que no debería seguir siendo amiga de personas que nunca me lo preguntan. En palabras más simples, a final de cuentas tú no sabes cómo soy, y jamás te importó preguntarlo.

Pero en caso de que te lo preguntes ahora, no estoy triste. Tampoco estoy furiosa, y no te odio. Simplemente no me importas más. Quizá algún día alguien te pregunte por mí, por cómo estoy. Entonces te resultará obvio que no lo sabes. Espero que ese día me extrañes.

Cartas A Una Vieja AmigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora