Capítulo 1. Luna.

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Luna se levantó de la cama sobresaltada por el constante pitido de la alarma de su teléfono móvil. Miró de reojo por la ventana. Aún parecía ser de noche. Había perdido la costumbre de madrugar durante el verano, pero ahora comenzaba con una nueva rutina. Le resultaba extraño no escuchar el timbre del colegio que había al lado de su casa, y también el no oír ningún grito ni ninguna risa de los niños que entraban en él, sin embargo, debía acostumbrarse a su nuevo piso. Sintió como su estómago dio un vuelco al caer en la cuenta del lugar en el que se encontraba. Todo había pasado demasiado rápido pero estaba convencida de que había tomado la mejor decisión de su vida. Al principio, el haber dejado la carrera en el segundo año para incorporarse a otra distinta había sido todo un drama familiar. Había sido un verano plagado de malas caras, de interminables charlas, de millones de preguntas... Pero a medida que septiembre se acercaba, todo volvió a la normalidad, y más aún al enterarse de que gran parte de las asignaturas que había cursado se las convalidaban. Podría entrar en el tercer curso además de cursar alguna de segundo, pero Luna sabía que no tendría ningún tipo de problema con eso. Siempre había sido una chica muy organizada a la hora de estudiar, aunque en ocasiones algún que otro despiste le había pasado factura. Sin embargo, por primera vez sentía que ella tenía el control de su vida, que nada podía salirle mal ahora.

Tras hacer un pequeño balance sobre lo que le esperaba hoy, se vistió mientras calentaba la leche en el microondas para prepararse un café. Por suerte, había encontrado un apartamento lo suficientemente asequible como para no tener que buscar compañero o compañera de piso. Ese sí que hubiese sido un cambio demasiado grande para ella. Le dio un sorbo al café, quemándose ligeramente los labios y maldijo por lo bajo, escuchando su móvil vibrar.

- ¿Diga? – Preguntó mientras se enfundaba sus zapatillas de deporte.

- ¿Nerviosa por tu primer día? – Sonrió al escuchar la voz de Lucas. Llevaba año y medio saliendo con él y aún conseguía que se sonrojase cuando la llamaba por teléfono.

- Podría estarlo más, así que... Digamos que todo va bien.- Contestó mientras procuraba que la voz no le temblase, dándole después un largo trago al café.

- Claro, irá genial, vas a arrasar en la nueva universidad.- Le gustaba la manera en la que Lucas intentaba infundirle seguridad, aunque sus nervios no podrían esfumarse después de escuchar sus palabras.- ¿Este fin de semana vienes a casa?

- Por supuesto, hasta que no tenga mucho que estudiar volveré todos los viernes después de clase para poder verte.- Al menos mientras contara con el dinero suficiente para hacerlo, pensó para sí misma.

- Sabes que también puedo intentar ir yo para allá... - Luna permaneció callada un instante, esperando a que leyera sus pensamientos.- Sí... Sé que mi madre me pondrá muchas trabas... Pero por intentarlo...

- Bueno, claro, por intentarlo no pierdes nada... - Luna no había conseguido llevarse bien con la madre de Lucas, era demasiado controladora y consideraba a su hijo un auténtico santo mientras que ella era una mala influencia para él, que había logrado que los domingos no los pasara en misa junto a ella.- Solo puedes ganar una charla sobre educación sexual... - Lucas soltó una carcajada.

- Si ella supiera... - Luna se rio con él, mirando de reojo el reloj de su habitación.- Será mejor que deje desayunar tranquila o llegarás tarde el primer día.

- Para nada, lo tengo todo bajo control.- Explicó Luna mientras intentaba hacer la cama con una sola mano.- Espero que también vaya genial tu día.

- Gracias, preciosa, más tarde hablamos y me cuentas todo, ¿vale? Te quiero.

- Yo también te quiero.- Ambos cortaron al mismo tiempo la llamada y Luna dejó caer el móvil sobre el colchón.

Arriesga y canta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora