Se veía por la ventana como caían las gotas de agua junto con el atardecer, me encantaba la lluvia era relajante. Muy relajante.
-Cariño, baja te preparé galletas.- Oí decir a mi madre pero no respondí quería seguir viendo cuán lindo era cada gota resbalando por la ventana.
- ¡Amélia!, sabes que no me gusta que no respondas, es como si estuviera hablando con la pared.
Reí por segundos.-Sí ma, lo se. Ya estoy bajando.- Rodé los ojos.
En mi casa era una costumbre lo de comer galletas, era la especialidad de mamá. Ella siempre tan cariñosa y amable con todos, sobre todo conmigo, desde que tengo uso de mi conciencia la he querido más que a ninguna otra persona en el mundo.
Baje cada escalón de las gradas con mucha paciencia y se podía oír como rechinaba la madera con cada paso, eso me divertía. Muchísimo.
Me dirigí hacia la cocina y mientras caminaba el olor a dulce y mucho chocolate ya invadía toda la casa.
Que dulzura pensaba. Cuando en el transcurso de mis pensamientos se escucho el timbre, la verdad no quería ir, que pereza.-Ame, ya que estás cerca, abre la puerta.- Me dijo mamá.
Así que yo tenía la obligación de hacer caso.
Me dispuse a caminar rápido y poder comer a gusto, pero al abrir la puerta lo único que encontré era una caja algo grande y un sobre encima de ella. Me dio mucha curiosidad.-¡Mamá! Es un regalo- grité algo emocionada, me parecía asombroso por que eso sólo lo veía en las películas. Coji el sobre y lo abrí, era una hoja algo grande para tener solo una linea escrita que decía: Lo que menos nos gusta, más nos atrae.
Por un instante me quede pensando en como algo que no nos gusta nos puede atraer. Luego di la vuelta al sobre y no había remitente me sentí algo extraña pero decidí entrar para ver lo que contenía.
Al abrir la caja me quede perpleja, nunca imagine lo que mis ojos veían, era un vestido, que por cierto era muy hermoso, delicado y hecho como para una princesa, pero... Esperen, es color rosa.
Nunca me gustó el color rosa desde niña, ese color que utilizaban todas mis amigas y lo adoraban cuando estaban en la primaria, pero a mi no me gustaba ni me gusta para nada.- ¿Un regalo?- preguntó mamá acercándose a verlo.- Ahh pero se nota que tu admirador no sabe de tus gustos.- ríe- Lastima que no te gusta el color rosado porque en verdad esta muy lindo.- empezó a halagarlo y bueno no era para menos ese vestido era tan digno de ponerlo en un altar y cobrar por verlo.
-Mamá, no sabes si es para mi o tal vez se han equivocado de dirección- dije algo seria, eso de tener pretendientes y admiradores no era lo mio y aún peor que me dieran un vestido así.- Cariño, aquí-señalo a un costado de la caja donde se veía unas pequeñas letras y con una perfecta ortografía decía: Amélia Rodriguez.
Abrí los ojos tanto como pude de asombro. En realidad el vestido era... ¡que digo era!, es para mi.
Lo saqué de su caja y cayó algo dentro, pero mi madre no se dio cuenta por estar viendo el resplandeciente color del vestido y cada detalle tan perfectamente bien hecho, por lo que cerré la caja rápidamente y dije que lo iría a dejar. Oí unos par de gritos de curiosidad de mi mamá por saber quien fue él que me dio tan hermoso atuendo, y a decir verdad la curiosidad también me carcomía. ¿Quién podría regalarme algo así? Y sobre todo si tuvo la molestia de comprar algo de esta magnitud, porque no tuvo la misma molestia para saber sobre mis gustos, así por lo menos me lo podría poner, ahora sólo lo veré.
Lo guarde con mucho cuidado. Luego me acerque a la caja y saque el papel que había visto caer. Cuando lo abrí tenía la misma caligrafía con la que estaba escrito mi nombre tan delicada y fina; tenía un párrafo supuse que ahí estaría el nombre de mi admirador como dice mi mamá. Pero al leerlo sólo decía:
Ves, lo que menos nos gusta, más nos atrae. Ahora Amélia mirate en un espejo y date cuenta los hermosos ojos cafés que tienes que combinan tan bien con tu cabello castaño y tus labios rojizos. Aprovéchalo.Me senté en el filo de mi cama con la hoja entre mi mano derecha, un impulso me hizo hacer lo que decía la hoja me paré, fui al baño de mi cuarto y me miré muy fijamente en el espejo, pero la verdad no encontraba los ojos tan hermosos que decía en aquel papel solo podía ver un par de ojos simples y comunes al igual que los demás y bueno mi cabello castaño se encontraba un tanto despeinado recogido en un moño con unos pocos mechones que se pegaban a la cilueta de mi rostro.
A decir verdad siempre me sentí muy simple. De cualquier manera.Guarde las dos hojas dentro de la caja y la puse debajo de mi cama.
Para relajarme, me gustaba acostarme en la cama y mirar el techo, ahí viendo al techo me imaginaba miles de cosas. Pero esa noche solo pensaba en como algo que no me gusta me puede atraer...
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Puntos Suspensivos
RandomPorque no todo es lo que parece, ni todo es lo que se conoce, siempre hay más. Más dentro de lo que sabes y más de lo que vives, no hay un punto final, siempre habrá algo más que no conozcas de ti...