ÉRASE UNA VEZ...

1.2K 35 18
                                    

Érase una vez, una niña pequeña a la que le gustaba inventar historias, donde la magia era real y existían los finales felices. Ella parecía tener una vida de ensueño, rodeada de lujos y grandeza. Su familia la amaba. Era ella quien inyectaba alegría a todos con su sonrisa.

Pero como en todos los cuentos, los momentos felices pronto se vieron interrumpidos por una amenaza. La pequeña corría peligro estando entre los suyos.

Fue así como su madre decidió dejarla ir, lejos con su padre, para vivir de manera incógnita hasta que la amenaza descendiera. Era una decisión difícil, pero ya estaba decidido y no podían dar vuelta atrás. Aun sabiendo que la niña quizás llegaría a odiarle. Lo hacía por su bien, y con eso ella estaba en paz. Algún día la pequeña entendería y quizás entonces podría perdonarle.

Era de noche, en medio de una de las grandes fiestas de Navidad a las que solían acudir en uno de los lugares más majestuosos de Inglaterra. El plan de sus padres había sido fríamente calculado y habían acordado que ése día era el mejor que tenían para llevarlo a cabo. Nadie sospecharía nada.

La niña se encontraba jugando con un niño de su edad, ambos parecían disfrutar de correr entre los invitados, aun cuando los mayores les reprimían por no comportarse como debían. Los padres hacían caso omiso a las acusaciones silenciosas que las otras personas les daban, incluso cuando les señalaban el comportamiento ejemplar que tenía el primo mayor de su hija; a ellos no les importaba, iban a dejar que la pequeña disfrutara de aquello lo más que pudiera.

—¡No vas a alcanzarme!— sonrió el niño, ganando velocidad cuando llegaron a un pasillo largo con ventanales grandes desde donde se podía ver la luz tenue de la luna iluminando los copos de nieve que habían comenzado a caer.

—¡Estás haciendo trampa!— se quejó la niña.

Ambos se detuvieron por fin en la puerta de entrada del lugar, abriéndola de par en par y alejándose cada vez más del bullicio que había en el salón. Hacía un poco de frío pero eso no importaba, querían ver la nieve. Riendo entre dientes, ambos extendieron sus manos para capturar los pequeños copos que caían. La niña comenzó a girar como si bailara al son de la música de violines que tocaban desde adentro.

—Esto es divertido— concedió el niño, imitándola dando vueltas sobre sí.

—Te lo dije.

Cuando la niña se detuvo, el pequeño la imitó y la miró a los ojos con una sonrisa, la cual se le borró en unos segundos al ver como los padres de la pequeña los observaban disimuladamente por una de las ventanas. Una sensación extraña le invadió. 

—¿Prometes que no te irás?— le preguntó algo serio. Ellos se conocían desde hacía unos años, y a pesar de que era una niña (y las niñas solían ser insufribles), a él le gustaba pasar el rato con ella. 

—Creo que tendré que regresar a casa, ya sabes cómo es.

El niño bufó.

—Pero prometo venir a visitarte— añadió rápidamente la pequeña, generando que su amigo le sonriera.

En un gesto tierno, él le tomó la mano.

—¿Prometido?

—Prometido.

Ambos sonrieron.

Poco podrían saber en realidad que algunas promesas no son para siempre, algunas se rompen y otras son incapaces de cumplirse.

Cuando la fiesta hubo terminado, el plan de los padres de la pequeña fue puesto en marcha. Y así, en medio de la noche helada, la niña y su padre desaparecieron de aquél mundo dejando a toda una familia atrás. Y a un niño, con el corazón roto por una promesa que tal vez nunca se vería cumplida...


~°~

LA PRINCESA DESAPARECE

Lunes 26 de diciembre de 1994.

A pocas horas de la mañana, las autoridades han iniciado una búsqueda frenética para dar con el paradero de la pequeña Adelaide Colette Stephanie Grace Jaques de Grimaldi, la principessa monegasca que hasta hacía unas horas atrás había estado con su familia en el Palacio de York, celebrando la Navidad junto con la familia Real inglesa.

Fuentes cercanas a los príncipes de Mónaco, informaron que la pequeña despareció durante la madrugada con su padre, Lord Frances Jaques, sin dejar rastro alguno...

  ~°~  


Todos estaban frenéticos a su alrededor, había policías por todos lados y aunque los tíos de la princesa se veían afectados por la noticia. El pequeño se fijó en que la madre parecía tranquila. ¿Por qué no estaba llorando o mostrando la tristeza que todos tenían? Él querría hacerlo, porque su amiga había desaparecido, pero no podía demostrar debilidad delante de tanta gente. Tal como lo hacía el primo de su amiga permanecía con la mirada triste y perdida en un rincón, pero sin soltar ninguna lágrima. En cambio, la madre de la niña seguía con la mirada carente de sentimientos.

El pequeño se sentía abrumado y no era para menos. Su amiga había desaparecido. Luego de un rato en donde escuchaba a sus padres hablar con los policías de cosas que no entendía, decidió retirarse a su habitación.

Por la ventana vio que la nieve volvía a caer. 

Algo dentro de él se quebró provocando que su tristeza saliera a la superficie en forma de llanto. Su amiga ya no estaría con él. Ella había roto la promesa, había roto su promesa.

—Lo prometiste Adele, lo prometiste...

La PrincipessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora