AMISTADES VERDADERAS

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—Aún no puedo creer que te hayas salido con la tuya— Zuri le sonreía alegre mientras acariciaba al pequeño cachorro que ahora era propiedad de Adele.

Había invitado a Zuri a ir con ella al refugio a buscarlo. Después de haber conseguido un certificado de adopción, y una visita al veterinario, donde se comprometió a castrar a perro y darle todas sus vacunas pertinentes, ella y su mejor amiga regresaron a su casa. Había sido una larga mañana, pero ya tenía a su pequeño cachorro con ella. El pequeño chucho aún no tenía un nombre definido, pero se había ganado su corazón con sólo una mirada. ¡Es tan tierno!

—Digamos que después de lo que pasó anoche, no me sorprende.

Zuri la miró sin entender. Para Adele era difícil decirle a su amiga todo lo que había pasado. ¿Le llegaría a creer?

—¿Qué pasó anoche?— le preguntó la morena—. No me digas que sigues molesta por lo del cumpleaños sorpresa, porque déjame decirte que yo también soy tan culpable como Frank.

Adele suspiró. Era ahora o nunca.

—No es eso. Es que...— Demonios, ¿por qué es tan difícil decirlo?, pensó con algo de amargura—. Apareció mi abuela. Mi abuela materna.

—¿Tu abuela materna?— Zuri la miró con sorpresa—. Es broma, ¿cierto?

Adele negó con la cabeza a modo de respuesta.

—Algo me estas ocultando Jackson, así que será mejor que sueltes la sopa— le dijo Zuri.

La aludida gimió por lo bajo. ¿Cómo podía soltarle la verdad sin que todo aquello sonara descabellado?

—¿Recuerdas cuándo éramos más chicas y amábamos la película El Diario de una Princesa?— preguntó la rubia.

—¿Cómo voy a olvidar tu loco enamoramiento por Chris Pine?— se burló la morena.

Adele sintió sus mejillas enrojecer. Era cierto aquello. No había sido su mejor época de adolescente, pero no podía avergonzarse mucho. Chris Pine era... ¡Chris Pine! Si la realeza en realidad tenía chicos como aquél actor, no dudaba en que iba a meter la pata en mil y un formas. Digamos que Adele y los chicos guapos eran una ecuación para el desastre. Aun recordaba con pena la vez que en su sexto año de primaria había tratado de armarse de valía e invitar al chico popular a su baile de graduación. De más está decir que aquello terminó mal, con un hot-dog volando en medio de la cafetería, una horda de rubias plásticas furiosas por la bebida que se les había volcado encima y un chico guapo riendo a carcajada limpia de su torpeza. Era una suerte que no había ido a la misma secundaria que el mismo.

Si bien Adele había tenido dos novios en su vida, los mismos podían catalogarse dentro del rubro de los llamados "nerds". Por algún extraño motivo, encontraba a los chicos inteligentes con un sex appeal casi similar al que la mayoría de las chicas veían en los catalogados bad boys. Aun así, cuando había un chico sexy a diez metros cerca de ella, era como si su cerebro se fuera de vacaciones y pasaban cosas como el incidente de sexto.

—Muy graciosa Zuri— sonrió Adele dándole la razón a su mejor amiga—, pero el punto es... ¿recuerdas cómo solíamos imaginar una vida así?

—Lo que más recuerdo, es cómo tu papá solía ponerse raro cuando veíamos esa película— le respondió Zuri con honestidad.

Era verdad, Frank solía ponerse nervioso y, ahora que Adele sabía la verdad, además se ponía algo melancólico. Era ahora que la chica se daba cuenta de lo mucho que su papá la veía reflejada en esa película.

La PrincipessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora