Dieciséis

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Caitlin y Caleb estaban de pie junto a la barandilla; el transbordador que iba a Martha's Vineyard tocó la sirena y se dispuso a partir. Caitlin miró hacia el mar y notó que el agua se movía; estaba emocionada. Le encantaban los barcos, y se sentía libre y feliz. Vio como las olas se elevaban detrás de ella y pensó, que en ese momento, podría estar en un aula asistiendo a una clase estúpida escuchando la cantinela de algún profesor. Ahora se sentía adulta e independiente. El mundo le pertenecía.

Miró a Caleb esperando verlo igual de feliz, pero le sorprendió su nerviosismo. Nunca lo había visto así.

Estaba más pálido de lo normal. Tal vez no le gustaban los barcos, o tal vez no sabía nadar.

Se acercó a él, y tomándolo de la mano le preguntó:

—¿Te encuentras bien?

El asintió y tragó saliva. Luego se sujetó con fuerza de la barandilla y miró hacia el agua como si fuera su enemiga.

—¿Qué sucede? —le preguntó Caitlin.

Caleb volvió a tragar saliva.

—Agua —contestó abruptamente y se sujetó con más fuerza a la estructura metálica-; a nuestra raza no le gusta el agua. En especial no nos gusta transportarnos a través de ella. La mayoría ni siquiera lo intenta.

Caitlin lo pensó un poco y fue consciente de que a ella no le afectaba.

¿Sería porque no era una vampira genuina?

—¿Por qué? —siguió interrogándolo.

—El agua funciona como una especie de protección psíquica —le respondió él—. Cuando surcas una cantidad grande de agua, es como si atravesaras un campo de energía. Nos despoja de nuestros sentidos, nos debilita. Es más difícil saber lo que otros piensan, influir sobre ellos, percibir situaciones... Es como empezar de cero. Súbitamente pierdes todo el poder y la protección con los que contabas en la tierra.

De repente, Rose se acurrucó todavía más en el interior de la cálida chaqueta de Caitlin. La chica se dio cuenta de que temblaba, al parecer, también estaba asustada. Metió sus manos entre sus prendas y acarició la cabeza a la lobita.

Después miró alrededor y se dio cuenta de que había muy pocas personas en el transbordador. La cubierta estaba prácticamente vacía. Dada la temporada del año, habían sido muy afortunados de que funcionase. Además, con el frío aire de marzo y la bruma que cubría las olas, el viaje era de todo menos cálido.

—¿Quieres entrar?

Caleb se sujetó todavía con más fuerza a la barandilla sin despegar la vista del agua.

—Sí, si no te molesta —dijo.

—Claro —contestó ella— de todas formas tengo frío.

Caminaron juntos entre las hileras de asientos vacíos y encontraron dos junto a la ventana.

Caleb se sentó y Rose sacó la cabeza de la chaqueta de Caitlin y lloriqueó un poquito.

—Creo que tiene hambre —aventuró Caitlin— ¿Qué comen los lobeznos?

Caleb sonrió.

—No lo sé... ¿Piruletas?

Caitlin le correspondió la sonrisa.

—Voy a ver que venden en ese puesto. ¿Quieres algo?

Caleb sacudió la cabeza; todavía parecía mareado.

La chica fue hasta el tenderete y pidió un perrito caliente para Rose y dos barras de chocolate con nueces: una para ella y otra Caleb, por si cambiaba de opinión.

Cuando terminó de pagar y estuvo lista para volver, se detuvo de repente. Vio un anuncio pegado a la pared. Se quedó pasmada al leerlo; no podía creer lo que decía.

Lo arrancó y corrió por el pasillo.

Llegó hasta donde estaba Caleb y se lo mostró.

Él lo leyó y tuvo que leerlo de nuevo. Se quedó boquiabierto.

En el anuncio se invitaba a la gente a ir a Martha's Vineyard, y entre las atracciones de la lista, se encontraba la casa Vincent.

Amores (Libro #2 de Diario de un Vampiro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora