HUECO

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Yacía en el piso su cuerpo frágil, el carmesí lo teñía.
Sus ojos lo recorrieron de arriba-abajo, pero no sabría decir cuál era el motivo por el que su hermana se encontrara en el suelo, muerta.

Y a pesar de que esa escena era una de las cosas menos habituales que casi nunca se presentaban, su corazón no sentía nada, no sentía nada por el hecho de que su hermana había sido asesinada.
No sentía pena o lástima, dolor o furia; nada.
¿Estaba bien no sentir nada por la persona la cual sí se preocupaba por él?¿Estaba bien, mientras que otras personas se encontraban llorando desaforadamente por la pérdida de ella?

Y cuando miró el rostro de su madre, lo que vio en ella lo hizo comprender su alrededor: quebrada y con desilusión, su cara era una de perdida, mientras que las lágrimas comenzaban a caer de sus ojos, a la vez que eran pequeñas gotas de frío, desprecio e ira.

La mano de su madre pegó fuertemente en el cachete de su hijo, haciendo que este soltara el cuchillo cubierto de sangre con el que había matado a su hermana por puro gusto, sin sentir remordimiento, ni con furia al momento de hacerlo. Se podría decir que casi tan hueco como la muerte.

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