ENTRE REJAS

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Acurrucada en un rincón de la escalofriante habitación, sujetó a una rata que por allí pasaba entre sus dedos esqueléticos. Aquella rata estaba igual de flaca que la chica, quien estaba aislada de todo, incluso de lo que era lo más vital: la comida.
No comió aquella rata, a pesar de que las entrañas le suplicaban por poco, a pesar de que le parecía hasta apetitoso el hecho de tragarse una asquerosa cucaracha, no lo hizo. Más bien, fue a la rata a quien la alimentó de lo que fueron bichos y cosas que iba encontrando, que a ella misma.

A ella le quedaba poco, pero la rata aún le quedaban oportunidades por salir de ese lugar, y cuando así fuese, ella ya no estaría allí. Le hubiese encantado apoyar a aquella chica de derechos humanos, pero en cambio, la contradijo, y así los papeles se mezclaron.


Quién hubiese sabido que no les daban comida a los de la cárcel.

Quién hubiese sabido que se olvidasen de las personas de la cárcel.

Quién hubiese sabido siquiera, que los de la cárcel eran inocentes.


Relatos CortosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora