Capitulo 1

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-Llegamos señorita -dijo el chofee mientras estacionaba el auto. Extendí la mano y le di diez dólares, bajé del taxi y miré hacia arriba, aquel edificio era imponente, bajé la vista de inmediato, era mediodía y la luz del sol dio de lleno en mi rostro lastimando mis ojos. Por lo que alcancé a ver, calculé que aquel edificio tenía alrededor de unos nueve o diez pisos, quizás docenas de oficinas.

- Con seguridad me llevará un buen rato dar con la de él, aunque no será muy difícil pues siendo la cabeza de todo este corporativo hasta los empleados de la limpieza sabrán quien es él -pensé.

Me dirigí a la entrada y la amplia puerta de cristal se abrió automáticamente al acercarme a ella, con el corazón latiéndome de prisa entré y me dirigí a la recepción mientras que el guardia de la entrada me miraba de arriba abajo.

-Señorita busco al licenciado Arthur Montarbo .¿podría informarme en que piso se encuentra su oficina?

-¿Tiene cita con él?

-No, no tengo cita, a decir verdad, lo que me trae aquí es un asunto personal -dije sonriendo.
La empleada se levantó de su silla y se asomó sobre el mostrador para verme de arriba a abajo de forma altanera, seguramente pensando que estaba demente.

-Lo siento, pero para poder ver al licenciado, es necesario sacar una cita.

-Le aseguro que no necesito de una cita para poder hablar con él, anúncieme y me recibirá.

-Si claro, Sean -dijo dirigiéndose al guardia, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa burlona-. Has favor de acompañar a la señora a la salida.

-Por favor, acompáñeme señorita.

El hombre me tomó del brazo y suavemente pero con firmeza me condujo al exterior.
-¡Oiga no, espere un momento! ¡De verdad necesito hablar con él! ¡Es urgente! De Verdad!!

-Lo siento mucho, el licenciado es una persona muy ocupada y su tiempo es muy valioso como para que lo pierda en alguien como usted -dijo en forma despectiva.
Sin decir nada más, me dio la espalda y me dejó parada en medio de la acera, desconcertada, me senté en una jardinera que se encontraba cerca de la entrada, recordé que mientras hablaba con la empleada, tras ella, en la pared, alcancé a ver un organigrama, en el cual el nombre de Arthur Montarbo se encontraba a la cabeza y también hacía mención que sus oficinas estaban en el cuarto piso, ahora el problema era llegar hasta allá, de pronto, al voltear, vi un grupo de personas que estaban por entrar, sin pensarlo, fui hasta ellos y haciéndome lo más pequeña que pude, logré, junto con ellos, llegar al ascensor.

Todos ellos me miraban con marcada curiosidad, yo sólo les sonreí, debió resultar una escena muy divertida para el hombre que manejaba el ascensor, pues apenas si podía disimular una sonrisa que amenazaba con convertirse en una carcajada, con seguridad, no todos los días miraba a una mujer con el vientre abultado con casi cuatro meses de embarazo y vestida con sencillez en medio de hombres de negocios, muy atractivos, vestidos con trajes muy finos y sin duda muy costosos.

Todos ellos hablaban con un lenguaje lleno de tecnicismos de los cuales, gracias a mis estudios sobre administración de empresas entendía a la perfección.
-Se sorprenderían -pensé.

Bajaron en el segundo piso y yo seguí mi camino con el tipo del ascensor que no me quitaba la vista de encima.

-Cuarto piso, señor...

-Gracias -dije y salí rápidamente

Caminé por un pasillo muy amplio en el que habían cubículos con escritorios y dentro de ellos, empleados trabajando frente a las pantallas de las computadoras. No me atreví a preguntar, ya había llegado hasta ese lugar y no les daría oportunidad de que me sacaran nuevamente, así que fui leyendo los nombres en las puertas de las oficinas, mientras esas personas me miraban sin disimular su sorpresa. Era imposible pasar desapercibida, mi piel sin llegar a ser morena, tenía un color ligeramente bronceado, mi pelo castaño, mis ojos negros y mi estatura no muy alta acusaban mi origen latino del cual yo me siento enormemente orgullosa. Estaba al llegar, la última puerta, la del fondo, era la de su oficina, por fin, después de tanto tiempo, sólo una puerta era lo que me separaba de él, del hombre que al verme, me estrecharía entre sus brazos ofreciéndome un oasis de descanso y de paz que yo tanto necesitaba. Sin embargo, cuán lejos estaba de imaginar, que las cosas serían muy diferentes...

Gritaré Al Viento Que Te AmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora