No escuchaba nada. Sal y agua era todo lo que sentía.
Saqué la cabeza hacía la superficie y tiré mi cabello para atrás. Pasé las manos por mis ojos para poder eliminar los rastros de agua salada y evitar un posible ardor. Llevé las manos hasta mis pechos para arreglar el bikini, pero hay un pequeño problema.
Nada, no sentía nada, sólo mis pechos al aire.
Mierda.
Llevé las manos a mis pechos para poder cubrirlos y miré a todos lados buscando a mi hermana para que me socorriera, pero no la veía. Como segunda opción busqué a alguien que se viera de confianza para que me ayudara, pero nada. Como último recurso busqué la parte de arriba de mi bikini, pero sabía que esta iba a ser la más difícil de todas y tampoco lo encontré.
Vi unas rocas cerca de donde me encontraba y nadé lo más rápido que pude para esconderme e idear un plan de escape profesional, donde mi humanidad no fuera expuesta sin pudor ante gente que no merece tal espectáculo. Mi cuerpo era un templo perfecto que poca gente tenía el privilegio de observar y sobre todo, tocar.
Llegué a las rocas y salí del agua tapando mis niñas con ambas manos. Saqué las manos de mis tetas, dejándolas caer al natural y me pegué como si mi vida dependiera de eso una roca. Me raspaba los pezones, pero mi dignidad era más fuerte. Intenté buscar con la mirada a mi hermana, mamá, papá o perro, lo que fuera, pero que llegara alguien a mi auxilio, pero no vi a ninguno. Estaba asomada solo mi cabeza, seguramente desde al frente me veía súper chistosa.
-Le dije a esta weona que me apretara bien la wea- rabié para mí misma.
Pegué la frente a la roca suspirando. Camila, hermana querida, eres mi favorita, por favor aparece...
Comencé a rezarles a todos los santos. Yo no iba a salir mostrando mi humanidad, ni cagando.
Cerca de donde me encontraba, apareció un tipo, alto, delgado, andaba con una polera naranja media desteñida, pero se notaba que de elaboración era así y un traje de baño verde.
Busqué a mí alrededor una piedrita para tirarle y la encontré una. La tomé y preparando mi mejor puntería se la tiré. Los 2 años en basquetbol sirvieron, le había llegado en todo el hombro.
Él miró para todos lados buscando al causante, en este caso, LA causante. Le hice una señal con el dedo y se acercó desconfiado hasta mí. Llegó a mi lado y me miró de arriba abajo. Si hubiera sido por mí, hubiera preferido a una mujer, no a un weon que puede ser mi pololo o mi aventura de verano, claramente.
-¿Qué wea?- preguntó él mirándome.
-Necesito un favor, urgente- dije girando la cabeza para mirarlo, tenía una barba mínima.
-Dime.
-Busca a una weona de pelo castaño claro, alta y ojos verdes. Está usando un bikini blanco con puntos azules y tiene una trenza de conchitas en el pelo, por favor.
El tipo se fue, llevé las manos a mis tetas y las masajee, estaban heladas y mis pezones parecían espadas, que vergüenza. Sentí pisadas y me volví a pegar a la roca soltando mis tetas, otra vez. El tipo había vuelto, pero solo.
-No encontré a nadie con esas características.
-Puta la wea- me quejé-
-¿Qué te pasó?- preguntó curioso.
Lo miré seria. ¿Cómo tan weon?, él comenzó a analizarme de nuevo y pareció comprender todo.
-Ah, ya veo, ¿te busco la wea?