10. FANTASMA DE HUMO

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El humo se separaba ondulante del cigarrillo inundando el bar de modo inverso a la gravedad del agua que estaba contenida en mi vaso, mientras botaba la ceniza residual y esperaba al acecho las migajas de atención de la garzona culona que me calen...

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El humo se separaba ondulante del cigarrillo inundando el bar de modo inverso a la gravedad del agua que estaba contenida en mi vaso, mientras botaba la ceniza residual y esperaba al acecho las migajas de atención de la garzona culona que me calentaba. Pensé que me cagaban al quemarse más un lado que otro del papel del cigarrillo que fumaba. La hierba dura y quemada del tabaco mezclado con pasto seco descendía hacia la barra, mientras el fuego dibujaba en el papelillo una grieta aún más prolongada en un lado, prácticamente desarmando mi cigarro.

Recordé la cara de éxtasis de mi mina, sin nombre, anónima, libre, antes que pololearamos, cuando lo hacíamos a escondidas en lugares que pudieran sorprendernos, en la oscuridad sin compromiso, sin condón, sólo el pico contra su culo, ansiosos e impúdicos ambos. Imaginaba esto ahora que miraba el rostro de la mesera, joven y turgente, y una reminiscencia de un futuro condicional a este preciso momento, la arrojó a mi pervertido escenario, gritando con gestos animales que deseábame dentro, otorgándole placer y la poseyera, hasta que ella expulsara los fluidos del máximo placer concebible en el mundo del porno hardcore.

La vida se empeña en contradecirme. Aspiré el monóxido por enésima vez sin atontarme por falta o sobra de oxígeno. Acababa de pelear con Ana, por lo de siempre.
No se puede discutir nada con ella. Transforma toda frase en un argumento en tu contra, igual que los polvos mal hechos. Luego de tantas frustraciones, el sexo se convirtió en un ritual del que ambos rehuíamos. No nos poníamos ni muy obscenos ni muy creativos, aunque la penetración o la sexualidad tenga clichés establecidos para salvar las relaciones sexuales de las parejas y viceversa. Un par de besos y agarres y, a lo misionero, en un minuto, brotaba mi semen de su vagina. Yo no podía meter más y ella quedaba ahí, esperando emocionarse como con la ensalada de entrada de un plato de restorán cuya presa no alcanzó a engullirse porque se le cayó al mesero.

Los pocos polvos buenos yacían bloqueados de la mente por escasos, como cuando furioso la tomaba para reconciliarnos, con besos largos y lengua invasiva, me dejaba lamerle la alfombra y jugosa me recibía en cuatro hasta gritar como puerca que no me detuviera. Ahora creo que ni las monjas serían tan complicadas de satisfacer.
El sexo oral se transforma en un reto, tanto en darlo como en recibirlo. Otra modalidad distinta a rezar penetrando es inconcebible. Dicen que las jóvenes de ahora tienen ese tipo de manoseo antes del sexo tradicional que incluye anal y oral para mantener la virginidad. Algo parecido intentábamos cuando recién empezamos, precursores de una moda, privadamente.

Dicen que la rutina se come el amor y en esto las viejas cuarentonas tenían razón. Cursis y sobrevivientes a las ilusiones destrozadas de la vida, me imaginaba a cada señora como princesas venidas a menos, dueñas de un mundo ajeno en el que el príncipe azul se las culió y se fue, dejándolas con la promesa de que un día serían la reina en su castillo y luego, ellas hubieran luchado por décadas por mantener viva esa esperanza. Antes pensaba que los Corín Tellado, Disney o la imaginería machista femenina habían corroído sus cerebros, pero he aprendido que es sólo su experiencia de princesa abandonada en un charco en que el sapo nunca se convirtió en príncipe.

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