Magdalena, la puta
Nada ha sido peor en su vida que la infancia. La Magdalena de la quiero hablar, la universitaria devenida en puta, vivió muy triste esa edad en que madura la felicidad y la desdicha existencial, y a ella la molestaban por ser gorda. La crueldad era un dulce amasijo de mierda del cual obtenía varios de sus inagotables dilemas que la hacían dudar de continuar viviendo. No bastaba con vivir en una población abandonada por la esperanza, pobre y triste, sin derecho a soñar. Debía ganarse la vida ayudando a su maldito padrastro, que cada vez que podía, la golpeaba sin excusa.
Pensar en novio para ella fue difícil hasta que se liberó de los prejuicios del cuerpo.
Instagram modela un alterego millonario, con muchas cosas para exhibir, mucho ocio que ostentar. Todo la llevaba a pensar que los hombres eran como esos pendejos crueles que la torturaban burlándose de ella, o como lo hacía su padrastro desgraciado, revolcándose en la entrepierna de su madre haciéndola parir con escandalo gemidos de medianoche.
Oír a otro cristiano gozar del sexo no resulta tan gracioso como en Los Simpsons, pero obtener fama en el mundo de la aprobación de los desconocidos podría llevarla a conseguir lo que en el liceo no podía con sus michelines.
Nunca supo por qué su madre, que sufría tanto como ella, deseaba tanto al hijodeputa de Manuel, el padrastro. El placer a estas horas de su vida era una enigma disfrazado de puterío a medianoche, ciego como la pared que impedía mirar a los amantes que intercambiaban fluidos no silentes. El placer eran los gritos desenfrenados, displicentes con los otros habitantes de la mediagua, indolentes contra la inocencia de la infancia. Sus hermanos dormían, pero ella no, y los abrazaba como para imperdir que despertaran y oyeran ese bullicio bastardo.
Pero la inocencia acabaría un día, para dar rienda suelta a la ansiedad adulta por el sexo: estar con otro, gozar la piel ajena. La intimidad tiene todo lo sublime y lo sagrado, pero también lo vulgar y sucio que la religión modela. La culpa, el miedo y lo profano, la desnudez que viene a ser como el pecado original y la penetración del coito, la mecánica invisible de la ingravidez de los orgasmos.
Llegados los 16 años, se convirtió en una mujercita hermosa. Cada protuberancia adiposa que se desprendía de su cuerpo, halló una delicada forma de suprimirse. No tuvo tiempo de descubrir su propia belleza. La obcecación de su padrastro con herirla de alguna forma, la llevó a golpearla más seguido hasta q por fin se decidió a abusar de ella, sexualmente.
Era una tarde helada. En el barrio no volaba ni una mosca pues el partido de fútbol por la liga de los barrios aglomeraba a todos los de la población en la cancha de tierra y ella se quedó en su cama, digamos que a dormir la siesta. Tal vez por tristeza, tal vez por cansancio, no quería ver a los mocosos no tan mocosos que aún se reían del fantasma de la gorda que ya no era. Me imagino que el truhan del padrastro, lo planeó de ese modo porque no hay chica que no quiera ver chicos sudados compitiendo por quien tiene la pinga más grande y más goleadora.
Manuel volvió solo a casa. En la pieza únicamente había espacio para separar la cocina de los dormitorios. En su cama estaba ella, arrullada como un bebé, durmiendo un plácido domingo. Miró el cuerpo de mujer que yacía inconsciente sobre ese amasijo de cubrecamas y frazadas revelando la silueta exquisita que despierta la pasión humana. No aguardó ni un suspiro. Fue hacia ella, se posició sobre su cuerpo, le abrió las piernas majestuosas y corrió su calzón mohíno. Magdalena despertó asustada. Al ver su rostro pegajoso y su mirada psicópata comprendió de inmediato lo que él quería: allí mismo en sus pupilas poseídas vió el deseo.
Su barba de días rasmillaba su rostro y su hedionda boca le robó un beso arrastrado de labios contra dientes. Ahogada por potencia de aquel hombre, quiso resistirse y no pudo. La sujetó con sus grandes manos, puso su lengua en su cuello, la aplastó con el peso del cuerpo y se introdujo en su secreto, brutalmente. El cuerpo hambriento pesa como el de un borracho, y el del padrastro buscando poseerla, la inmovilizó. El trozo de carne q avanzaba a sus adentros la hería y degollaba en su vergüenza y su cuerpo. ¿Eso era ser mujer? ¿Ser penetrada sin alternativa? Y en medio de lágrimas que bañaban su rostro, un tímido cosquilleo vibraba como un eco lejano de esperanza a su interior convulsionado por la violencia de la carne.
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Fantasma de Humo
General FictionHistorias de sexo. Mi alterego, un existencialista bien dotado, vaga de diferentes formas las fantasías que inspiraron muchas masturbaciones. HAY MALAS PALABRAS, VULGARIDADES como palabras de uso íntimo, PERO NO FALTAS DE ORTOGRAFIA(errores los lla...