Narita Cap. I

8 1 1
                                    

En medio del humo que emanaba de una vara de incienso, y con la escasa luz que provenía de algunas velas encendidas, una mano arrugada tomaba el pincel y lo mojaba en tinta negra. La anciana comenzó con trazos sobre un pedazo de madera, eran líneas ilegibles para el entendimiento occidental. Al terminar leyó en voz alta su escritura en excelente caligrafía japonesa, esperó un poco a que la tinta se secara, después con un soplo suave apagó las velas, el humo se elevó y se dispersó en el aire. Su petición estaba hecha.

I

Los sueños volvían difícil mi respiración, a menudo me despertaba en la madrugada y miraba que el reloj apenas se movía. Me levantaba varias veces por la noche, no podía aún adaptarme al horario local; ni a eso ni a la comida, ni siquiera a los días, al movimiento de la ciudad, al idioma o hasta al cambio de moneda. De nueva cuenta volvía a ser un extraño en mi propia tierra. Odio tener esa sensación cada vez que vuelvo de algún viaje, pmero de entre todas esas cosas lo que más me cuesta es dormir, muchas veces en esas noches siento como si la habitación se cayera sobre mi, como si las frías paredes donde cuelgo las sonrisas y los recuerdos se me vinieran encima, paralizándome como al sobreviviente de algún derrumbe que entre los escombros espera a que alguien llegue a salvarlo. Pero hubo en particular una noche, un sueño en el que el calor en mi pecho fue insoportable. Las respiraciones se hacían cortas y rápidas, todo comenzaba a suceder en un entorno azulado que envolvía el ambiente. Aún así como en otras ocasiones de sueños alterados por incipientes regresos y probables pesadillas, no me desperté, me quedé en ese onírico estado intermedio de sueño y conciencia, como cuando se sabe que se está soñando pero aún así se prefiere, se elige no despertar. Es como estar en medio de un deseo, si en ese momento la parte inconsciente quiere algo la parte consciente se lo da, se lo concibe, lo vive, lo siente. En medio de esa pesadilla recuerdo que únicamente me repetía una sola cosa "...por favor, que esto se termine pronto..." Y sucedió que claramente sentí como una mano apareció de la nada para entrar por el pecho, y dentro de mi se cerraba tomando algo para después desaparecer, entonces una voz me respondió: "...Ya está..."

El resto de la noche fue tranquila, de ese tipo de tranquilidad inusual que asusta y que se teme se rompa pronto. A punto estaría de amanecer cuando el sonido del teléfono me despertó, la llamada me confirmaba un próximo viaje a Japón.
Es así como aquí estoy de nuevo, empacando todas mis cosas con un grado de emoción que cada vez me es más difícil transmitir a los demás, encontrando en mi maleta cosas que olvidé desempacar de anteriores viajes. Jamás he volado hasta ese país del lejano oriente, y a pesar de que llevo más de ocho años viajando la emoción de tomar un avión sigue siendo la misma. Al principio mis familiares y amigos me despedían hasta los andenes del puerto aéreo, ahora todo era diferente, son tan comunes mis partidas que ya a nadie les sorprendía. Tantas veces lo hago que aún no he tenido tiempo de repartir todos los suvenires que traje desde mi primer viaje, ni siquiera he podido desempacar todas las cosas con las que quería adornar mi casa, todo literalmente se me comienza a juntar.

Mis maletas estaban listas esperándome en la sala, cuando las vi me dio la impresión de que nunca había desempacado. Por fin había aprendido a viajar ligero, nada que ver con ese pesado equipaje del principio, ahora era un viajero práctico que podía meter en una sola maleta todo lo que necesitaba. En punto de las nueve el único familiar que había llegado a despedirme había sido mi abuelo, insistió tanto verme antes de irme. Por fin conocerás Japón, me dijo mientras que de su bolso sacaba un pequeño paquete que me extendió como si me estuviera dando algo realmente valioso. No lo abras hasta que estés instalado en el hotel, cuando me dijiste que llegarías a Tokio supe que tenía que regresar esto, por favor, es importante, pide ayuda para que regreses esto a donde pertenece.
Mi abuelo había viajado a ese mismo lugar hacía ya muchos años, cuando había pertenecido a la marina mercante y viajaba por todo el mundo. ¿Qué es esto abuelo? Sabes que me puedo meter en problemas si llevo cosas ilegales. No, no es nada malo, créeme, no tendrás problemas. Al decirme eso lo miré a los ojos, no se podía desconfiar en ese viejo genial quien me había inculcado el gusto por recorrer el mundo, quien de pequeño me hablaba de todas sus travesías hasta que me quedaba dormido. Muchos niños duermen escuchando historias fantásticas de mundos increíbles que no existen más que en la imaginación, yo en cambio me dormía con imágenes de lugares que realmente existían y que sólo me estaban esperando en algún lugar del mundo para ser descubiertas.
Mientras me dirigía al aeropuerto los recuerdos de viajes pasados me venían a la mente, era el momento propicio para hacer un recuento de todos los lugares en los que había estado. Recordaba de manera clara cuando por primera vez vi una nevada en Alemania saliendo de la estación del metro, lo que para todos era una suceso normal en una tarde de febrero en Frankfurt, para mi era un sueño que sólo había visto en televisión. No muy diferente a la nevada de Francia, en la que pude por fin escribir mi nombre en la nieve, o a la nevada que presencie una madrugada viajando de Roma a Zurich, escuchando "Some where in time", mientras afuera la nieve brillante sobresalía de la oscuridad, la leves gotas de lluvia hacían hilos en las ventanas y yo sin poder dormir, ¿Quién hubiera podido hacerlo con todo eso pasando afuera?, la música siguió y yo me dejaba llevar por el paisaje y los violines.
El taxi me deja en la zona de salidas internaciones, el aeropuerto me pone melancólico, triste, muy pensativo, y a la vez creo que me quedaría a vivir ahí, en la sala de salidas, viendo como la gente se va, es ese mi lugar favorito de los aeropuertos. Compro un café en el Starbucks y busco un lugar en las mesitas que siento ya como parte de los muebles de mi casa. Me doy cuenta que este es el primer viaje que hago desde que terminé esa relación con la persona que me deseaba buen viaje y a quien buscaba postales de cada lugar al que llegaba, ella que me hacía sentirme esperado en mis regresos, que me hacía llamarle por teléfono desde cualquier lugar del mundo en el que estuviera, que me hacía extrañar y querer regresar inmediatamente a casa. Me siento raro, ahora no sé de qué cosa huyo, no sé qué espero, pero éste es mi modo de vivir, ahora no puedo estar sin moverme, del modo que sea, la cuestión es no estar inmóvil, siento que si me quedo quieto en un sólo lugar podría morir, y si he de morir me gustaría que fuera en un constante movimiento.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 19, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Narita Cap IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora