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Camino por el pasillo, disimulo mi vergüenza, nadie me ve.

«Nadie te ve Amy» pienso.

Escucho risas al fondo del pasillo. Maldita sea.
Respira, un paso.
Chico señalando a la izquierda.
Respira de nuevo, dos pasos.
Chicas criticando a la derecha.

Cierro mis ojos recordando la discusión de la mañana, pasan días.

- Se burlaban y ahora se van a burlar de nuevo, no pienso ir mamá.- señalé fríamente.
- Amy, no es decisión tuya, no puedes quedarte encerrada en tu habitación.- alzó la voz
- Claro que puedo, llevo 16 años allí dentro.- respondí aún más fuerte.

Alguien interrumpe, soy consciente de que fueron cinco segundos.

- ¡Pero qué demonios!- sisea un chico alto interrumpiendo mi camino. He tropezado con él.

-Disculpa- digo rápidamente, siento mis mejillas arder y mi mano inquieta vuela a mi cabello para correrlo tras mi oreja derecha, muevo mis pies en dirección contraria pero otro chico, moreno, me mira frunciendo el ceño.

«Han bloqueado el camino Amy»

- Y-yo, ¿Qu-qué quieren?- tartamudeo.

- Mira Bruce, ¡ahora permiten anormalidades!- se burla el moreno.

- Cállate idiota, la asustas- se acerca.

«No te lastima Amy, está bromeando, solo eso.»

-Y-yo, lo siento- susurro.- sólo, me distraje, hum, soy nueva, me llamo Am...- el moreno interrumpe.

- No nos importa saber como te llamas, ¿Qué haces gorda? ¿Acabaste con la comida de la escuela en la que estabas?- sonríe de una manera astuta.

«No»

- No- bajo mi cabeza- no sé de que hablas- siento mi rostro rojo, como si fuese a explotar en cualquier momento.

- Mira, «gordita» - dice Bruce- no te vuelves a atravesar, y nada pasa- me mira de reojo.- ¿Cómo dices que te llamas?

«¿Qué?»

- Amy- me apresuro a decir- me llamo Amy.

- Bien, creo que ya supiste como me llamo, y ese idiota es Frank- dijo señalando al chico moreno que hizo una mueca.

- Yo no soy ningún idio...- lo interrumpe Bruce.

- Cállate y vámonos Camille debe de estar esperándome en la cafetería- dice aun viéndome y se aleja, Frank se apresura para seguirle el paso hacia unas puertas grandes.

«La cafetería» pienso.

Silencio, silencio es lo único que se escucha mientras la chica gorda es el centro de atención. Volteo y sólo hay ojos para mí.

«Camina, te ves estúpida»

Mi cerebro conecta y mis piernas fallan, inmediatamente me recupero y avanzo más rápido que hace cinco minutos, miro al suelo en todo momento, me dirijo a la oficina del director. Sin contratiempos, sin empujones, sin chicos de por medio. Quizás si me creo invisible, los demás lo crean también. Mi mente maquina, recuerdo.

- Llegarás y deslumbrarás a todos Am- sonríe Fran.
Imito una sonrisa pero logro una mueca.
- Claro, es imposible que no me noten, abarco toda la puerta- ella rueda los ojos.
- No comiences Amy, estás preciosa- dice viéndome a través del espejo.
Llevo un vestido azul, pendientes alargados, unos tacones que Francis ha logrado conseguir y mi cabello cae por mi espalda en ondas.
«Me veo decente» pienso. Sonrio, me siento bonita.
- Mike te verá solamente a ti- sonríe mi amiga con ensoñación en sus ojos, está emocionada, ella lo cree posible.
Suspiro.
- Te lo agradezco Fran- doy media vuelta para quedar frente a ella- todo esto es...demasiado- me sonríe con dulzura.
- No es nada bonita- camina hacia la puerta de mi habitación- pero llegarás tarde al baile.

«Vuelta a la derecha» recuerdo las instrucciones de mamá, lo hallo, en ella graba "Oficina", sin más entro.

Llego al gimnasio, está todo decorado, hay guirnaldas por doquier, chicos en la pista bailando, algunas chicas sin pareja sentadas viendo al resto bailar. «De las mías»
Voy a dar un paso cuando escucho mi nombre a lo lejos.
- ¡Amy!
Mi corazón se detiene.
- Mike- susurro.

Dentro se encuentra un escritorio, en él, una señora de aspecto adorable que levanta la vista del ordenador al oír la puerta cerrarse detrás mío. A su derecha otra puerta y en frente un sillón pequeño.
Me sonríe.

- Hola- dice la señora, me acerco- ¿Qué puedo hacer por ti pequeña?

- Yo- logro divisar su nombre en una placa sobre el escritorio, «May». - Venía por mi horario, hum, Amy Becker, soy nueva- sonrio tímidamente.

Abre los ojos al acercarse.
- Te ves hermosa- me mira de pies a cabeza.
Siento mis mejillas teñirse.
- Gr-gracias- «pareces tarada»- tú te ves muy bien- «te ves guapísimo».
Sonríe.
- Oh, pues te lo agradezco, ¿Vienes?- coloca su brazo en gancho para que me agarre de él, lo hago y me siento en un sueño, me lleva al centro de la pista.

Parece procesar por un momento lo que digo y asiente.

- Ah, claro, transferencia, ¿No?- asiento, sonríe. «¿Por qué sonríe?»- espera un momento, ya te lo doy, si quieres puedes sentarte- señala el pequeño sillón.

- Gracias.

- La verdad no creí que fueras a venir- me susurra- me he llevado una sorpresa en cuánto te vi entrar por la puerta- sonríe.
Coloca sus manos sobre mi cintura. « joder, yo no tengo cintura» siento mis mejillas arder, de nuevo. Yo rodeo su cuello sin más con mis brazos.
Quién lo diría, si alguien me hubiese dicho hace tres meses que estaría bailando con Michael Sullivan en el baile de otoño, me hubiera reído hasta quedarme sin oxígeno. Pero ahora lo hago, y no necesito un pellizco para saber que es verdadero. Estoy bailando con Michael Sullivan, y él baila con migo.

-A ver querida- lee en voz alta la información- Amanda Becker, dieciséis años, transferida de Colorado, motivo...- calla y alza su cabeza y me dirige una mirada de lástima, cierro mis ojos y bajo la cabeza con vergüenza.

- ¡Amy! - interrumpe un grito en el gimnasio, junto las cejas, miro a Mike que me observa con una gran sonrisa «¿Por qué sonríe?», miro en toda dirección. Reina el silencio, la música ya no retumba, todos me miran confundidos.
- ¿Fran? - diviso la melena rubia entre las personas.
- ¡Amy alejate, todo es mentira!
Maquino lo que dice y ya no siento las manos de Mike sobre mi, ha desaparecido, me paralizo.
«¿Mentira?»
No comprendo. Algo frío cae sobre mi, Francis me mira a tres metros de distancia, su rostro refleja arrepentimiento. No es agua, es espeso.
«Es barro»
No comprendo. ¿Qué se ha hecho Mike? ¿Por qué Francis está aquí?
Una voz burlona se escucha, pero no se ve quién la emite.
«Una grabación» pienso.
- ¡Allí está tu barro!- grita en tono gracioso- ¡Revuelcate ballena!, ¡Vamos cerdita!
No lo creo, Francis me mira fijamente, es «su» voz, es ella.
Risas inundan el gimnasio.
Oigo a alguien gritar a lo lejos... hasta que me doy cuenta de que soy yo.

Traga dolorosamente.
- Intento de suicidio- murmura May la secretaria a la chica gorda.

OBESEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora