CUPCAKES

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  La brisa era cálida, el sol brillaba y todos en Ponyville estaban teniendo un día glorioso. El centro de la ciudad se encontraba a reventar de atareados ponis que saturaban las calles. Cada uno parecía tener un lugar específico al cual ir. Cada uno de ellos, excepto Rainbow Dash: su lugar estaba en el cielo. Ella surcaba descontrolada los aires, acelerando de un lado a otro, haciendo danzar las copas de los árboles y perturbando la estabilidad de las nubes. La pegaso azul sobrevoló el patio de la escuela para el deleite de los niños, luego ascendió varios cientos de metros y viró hacia abajo, cayendo en picada tan rápido como podía. Segundos antes de golpear el suelo sus alas se abrieron y se devolvió al claro azul. Rainbow se sentía viva. 

 De pronto, recordó que tenía una cita pendiente, se suponía que debía encontrarse con Pinkie Pie en cinco minutos. Estaba tan inmersa en sus ejercicios que casi olvida la petición de Pinkie de encontrase con ella en Sugarcube Corner a las tres. No le había dicho por qué ni qué harían, pero Dash sabía que, con Pinkie, podía ser cualquier cosa.

No estaba segura de si realmente quería ir. Se encontraba tan feliz que pensó en dejar plantada a Pinkie para seguir volando. Pero su conciencia no se lo permitió. Sabía que eso podría herir los sentimientos de Pinkie; después de todo, le dijo que iba a ser algo muy especial, solo para ellas. Dash consideró esto y pensó, «¿Por qué no?». Debían de ser más jugarretas. Pinkie seguro pensó en cantidad de nuevas bromas graciosas que hacerle a la gente, y pasaron tan buen rato la última vez. Dash cambió su rumbo y apresuró la marcha para reponer el tiempo perdido.

Cuando llegó a la tienda, fue de inmediato bienvenida por su anfitriona, la cual brincaba de emoción.

—¡Ey, estás aquí! Te estuve esperando tooodo el día —dijo la poni saltarín.

—Disculpa si vengo un poco tarde, Pinkie. Estaba haciendo mis ejercicios de la mañana y perdí la noción del tiempo —se excusó Dash.

Pinkie rio por lo bajo y respondió en un tono alegre:

—Ah, está bien, ya estás aquí ahora, ¿qué son un par de minutos tarde? He estado taaan emocionada pensando en todas las cosas divertidas que vamos a hacer, ¡no he parado de saltar desde que me levanté!

Dash soltó una risa algo incómoda. Siempre había apreciado el estilo de vida feliz y despreocupado de Pinkie Pie, pero su sobrexcitación la estaba asustando un poco. Procuró mantener su semblante relajado. Si Pinkie estaba así de emocionada, lo que fuese que planeó tenía que ser bueno.

—Entonces, ¿lista para comenzar, Rainbow Dash? Ya tengo todo listo.

Dash se animó.

—Puedes apostarlo. ¿Qué tienes planeado? ¿Le haremos una broma a alguien? Ya tengo un buen par en las que he estado pensando. O tal vez tú tengas algunas que prefieras intentar, o podemos...

—¡Hacer pastelitos! —anunció Pinkie alegremente.

—¿Hornear? —Dash se desilusionó—. Pinkie, sabes que no soy buena en ello. ¿Recuerdas la última vez?

—No hay ningún problema, solo necesito tu ayuda preparando la masa. Yo haré casi todo el trabajo.

Dash lo consideró por un segundo.

—Ah... de acuerdo, supongo que está bien. ¿Qué necesitas que haga?

—Esa es la actitud. Toma, aquí tienes. —Le entregó un pastelito.

—Pensé que te ayudaría a hornear...

—Así es. Hice este para ti antes de que llegases.

—Entonces, ¿seré una catadora o algo así?

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