PARTE ÚNICA

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  Piel brillante, ojos de miel, círculos abotonados a su rostro y ella allí permanece inmóvil por unos minutos con la expresión vacía sin ningún tipo de movimiento. Con su boca arqueada sin poder decir ninguna palabra. Ella descansa con esa tranquilidad, con los hilos atados a sus muñecas, talones y nuca descansando y no permitiendo que la lastimen: le gusta que todo permanezca de este modo para poder prepararse y no sufrir. Hasta entonces que el titiritero entra en acción: yo; no como un protagonista, sino solo como el narrador de su vida como debe ser siempre.

Tomo sus hilos.

Los ojos de botón parpadearon y la muñeca se estiró tambaleante en el mundo, se encontraba paseando en un lindo prado: con flores a cada lado, con las cordilleras septentrionales allí al norte y con la aldea en la lejanía por el oeste, se encontraba observando el atardecer y lo hermoso que resultaba el sol descendiendo y rozando con el mar para desaparecer y rodear todo de penumbra bajo la mortecina luz de la luna.

―¡Lilia! ―exclamó una voz masculina demasiado fina.

Lilia se volvió algo perdida hacia el sur y entonces distinguió como venía ya, a menos de diez metros, un pequeño muñeco que relucía en belleza y que se alzaba victorioso con llamativos hilos morados sobre su cabeza, su amigo: Donovan. Se tambaleaba dando saltos en pie y pie sin poder moverse normal, era manejado por un principiante. Cuando llegó, uno de los hilos se soltó de su brazo y ambos muñecos se quedan allí admirando el brazo inmóvil, con un hilo que descansaba en el suelo y se deslizaba con el viento hacia el lejano mundo del este. Ninguno decía nada, hasta que Lilia rompió el silencio.

―¿Se supone que esto es normal? ―preguntó tomando el brazo obsoleto de su amigo entre sus manos, muy suaves en realidad.

―Sí, pasa cerca de dos o tres veces a la semana. Hoy parece ser mi día de suerte ya que otros días suelen verme arrastrarme por las adoquinadas calles de la aldea, o incluso me ven con la cabeza gacha ya que el hilo en mi cabeza se cae muchas veces y luego están esas ocasiones donde todos mis hilos se cortan de un tirón y tengo que permanecer cerca de tres días en "Soles y lana" donde me renuevan hasta que pueda volver a la normalidad. Hoy solo se me ha caído el brazo, por ahora, es demasiado decir a mi favor. Tal vez sea yo el que hace los movimientos bruscos, sabes que los hilos no tienen la culpa de nada.

―Bueno, creo que es mejor que no vuelvas a moverte tan bruscamente. No creo que sea bueno ir todos los días a Soles y lana porque tus hilos se cortaron, recuerda que no somos invencibles y que a pesar de que no lo parezca tenemos sentimientos y nos duelen los tirones, las bruscas arrojadas o incluso el movimiento.

―Es que, Lilia, no lo entiendes ―dijo Donovan y agarró a su amiga del cuello con el brazo que no está suelto―. Yo quiero hacer esto ―prosiguió entre susurros―, quiero liberarme de las ataduras con las que venimos cargando desde hace años, tenemos trece años de vejez pero no tenemos edades o siquiera alguna expresión facial más de la que podemos demostrar con las manos o con nuestros gritos. Créeme todo lo que te digo, lo escuché allí cuando estaba sepultado en mi caja allí entre hilos, lana y tijeras.

"Los muñecos a veces perturban el sueño de los guardias, molestan a los perros y algunos dicen que en las cámaras los mismos se mueven. Me parece que están vivos, hasta en sus escenas se mueven sin voluntad y no me sorprendería que fueran humanos." Dijo uno de esos seres extraños con una voz particularmente conocida, "Por momentos creo que ellos están observándome o de que Donovan corta sus propios hilos. No me trae buena espina esto, Conrad."

»Luego había otra voz que llenaba el lugar de improperios, de gritos incoherentes y demás cosas que hacían que la curiosidad fuera más y más grande. Siento que hay algo más allá de la aldea y del mundo en sí. Todo parece muy extraño si escudriñas con la mirada hasta el más recóndito hueco de ratón en una de las casas más viejas de toda la aldea. Puedes ver algo color ocre que reluce bajo un reflector de una luz mortecina, ves sombras caminando y te preguntas qué serán. Cuando estés sola, recuerda que podría yo aparecer en tu hogar, necesitamos hablar lo más pronto posible.

La inquietud de Lilia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora