Sus ojos castaños color otoño mecían las hojas en sus pestañas. Veías la cumbre de éstas y a la vez veías su falda.
No sé qué había en esos ojos. Quizá el contraste con el fuego de su sonrisa o quizá, me llamaban para ver detrás de esas hojas a centímetros de caer al vacío del mar eterno.
El fuego mecía dos tiernas llamas que sobresaltaban y hacían que uno no pudiese sino mirar cómo osaban moverse, entonando aquella melodía en todas las tonalidades posibles de rojo.
Sobretodo, aquella sensación de quedar abrasado si tan sólo esas llamas volcaran su fuerza entorno a las mareas de tus labios.
Quizás me estaba volviendo loca. Todo lo efímero es lo que me vuelve loca. Quizá no desee tanto la proximidad de él como creo
Pero oh.
El desierto en su pecho y la sierra en sus hombros, el vientre dulce, plano y callado. Las piernas cantando mientras balancean sus caderas al son de mi locura. Mis ojos no hacían más que observar. Su fuego, sus hojas al borde del abismo... Todo mi ser le quería encontrar.