El Muelle I

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Todo comienza en un día de verano, cuando el sol golpeaba el pequeño puerto. Cada hora el calor aumentaba como un infierno vivo.
Los pescadores hacían lo suyo, los comerciantes vendían sus productos y algunas personas se divertían en la playa.
Se podía escuchar con claridad el rugido del mar, la gaviotas en el cielo y el barullo de la gente y niños corriendo por ahí.
En el muelle hacían parada barcos provenientes de todos lados y de todas partes. Principalmente eran comerciantes o turistas quienes venían solo de paso y se iban. La vida así transcurría en Costa Esmeralda, mientras corría el año de 1950.

Raúl es un joven trigueño de 20 años, ojos cafés, cabello castaño y de buen cuerpo, hijo de un pescador de clase media.
Si bien no eran ricos, tampoco eran pobres, tenían para vivir bien.

Debido al trabajo de su padre, Raúl iba continuamente al muelle para entretenerse viendo a los barcos llegar.
Su padre siempre lo molestaba diciéndole que era un holgazán y que debería hacer algo con su vida. El solo se excusaba diciendo que no lograba encontrar trabajo.

-Deberías salir diario a buscar trabajo, no solo un día a la semana. Siempre te la pasas holgazaneando, ¿Acaso eso quieres hacer toda tu vida?.- Le reclamó su padre mientras desataba el bote para ir a pescar.

-No padre, es solo que... Ya sabes, últimamente no hay oportunidades para trabajar.- Se defendió Raúl.

-Las oportunidades las hay, lo que no hay, son ganas de tu parte, eso es lo que no hay.
Ahora mejor vete a casa, no quiero verte merodeando por aquí cuando vuelva.- Sentencio el padre de Raúl.

-Si padre.

El bote se alejó de la costa movido por el viento mientras Raúl, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y comenzó a caminar por el muelle como lo hacia casi a diario.
No había ninguna novedad en esa parte, sólo pequeños botes pesqueros. Todos los días, para Raúl era lo mismo. Hasta ese día, en que un enorme barco se divisaba mas adelante, un barco español llamado "La Gitana" estaba anclado en el muelle.
A Raúl siempre le había gustado curiosear a las personas que venían de otros países lejanos. El había visto una gran cantidad de personas de todas raza, Japoneses, franceses, italianos, americanos, en fin, demasiadas personas, la mayoría de ellos ni siquiera hablaban su idioma.
Raúl se acerco al barco y se quedó ahí de pie mirando a todos esos hombres que bajaban cajas y costales cargados de quien sabe que cosa.
Aunque suponía que podrían ser pescados y mariscos. De eso vivía el pueblo, así que no era de extrañarse que eso fuese lo mas común por ahí.

Raúl dirigió la mirada a otro lado, donde un hombre estaba descansando sentado sobre una caja. Algo en ese hombre llamo la atención de Raúl. Quizá era su tez blanca, o sus ojos claros o tal vez las facciones de su rostro, que le hacían lucir demasiado masculino, el no lo sabía, pero quedo hipnotizado, si no fuera porque aquel hombre también le miro directo a los ojos.
Si no hubiera sido por eso, Raúl no hubiese tenido que desviar la mirada tratando de disimular que observaba el cielo.

Lo que mas le puso nervioso fue que aquel hombre se levantó de su asiento sobre la caja y caminaba hacia el. Nunca nadie antes lo había puesto nervioso, ni siquiera la chica mas linda del pueblo, quien por cierto suspiraba por el, pero el nunca había decidido si le gustaban los hombres o las mujeres, el solo sabía que podía enamorarse de las personas.

-Hola, ¿tu eres el encargado de recibir la mercancía?.- Preguntó el hombre español.

-Eh... No... Yo solo estoy... Observando.- Rió nerviosamente, pues no quería que ese mismo nerviosismo lo traicionara.

-Vaya, así que solo eres un mirón, y yo pensando que eras de alto mando, joder, que pasada, perdona.- Al parecer ese hombre no parecía ser de esos molestos, no, si no todo lo contrario, parecía ser muy relajado y tomarselo todo con humor.
Aunque Raúl no podía dejar de mirarle a los ojos.

El Muelle De Los Amantes (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora