Me creía dueño del mundo
y no era dueño de mí mismo.
Bebí,como un vino de siglos,
la fugacidad del minuto:la nube que aprende a trazar
su alto vuelo maravilloso,
el ancho cielo donde otoño
tiende su púrpura fugaz;el mar que despliega el azul
y lo quiebra en blancos y en oros;
la tierra que dobla su lomo
abrumada de plenitud.No era mi reino. El que duraba
lo llevaba dentro de mí.
Miré hacia dentro. Supe. Ví:
mi reino lo llevaba el agua.Y cuando nada queda. Cuando
se sienten ganas de no ser,
cuando el mágico atardecer
enciende el álamo lejano,se quiere huir, se quiere entrar
el la noche definitiva.
Hay que luchar. Sangra la herida,
ya no se puede luchar.Cómo puedo querer huir
a mi noche, mientras exista
algo bello, por lo que un día
hubiera querido morir.Lleva mi reino el agua.
Mira: se lleva lo mejor de míJosé Hierro