Pasé por el costado de aquel hombre, aún con sorpresa en mi rostro, él solo seguía sonriendo, como si supiera algo que yo no era capaz de comprender.
Cuando llegué a la arena, escribí tu nombre, resulta que eras, eres y seguirás siendo mi problema, las olas del mar pasaban cerca tu nombre, pero nunca lo borraron, ellas sabían que siempre vas a estar en mis pensamientos, mi corazón... mi alma.
Subí al muelle, me senté en la punta, con mis pies colgando, como supuse tú lo habías hecho, y fue entonces, desde tu muerte, que derramé la primera lagrima, miré hacia abajo y fruncí el ceño.
Si que sabías que vendría.