- ¡Sam! ¡Vuelve acá! -oí sus gritos lejanos y seguí corriendo a través de la tormenta, agua bajaba por mis mejillas, no sabía si eran mis lágrimas o gotas de agua. No quería volver con él.
Si quieres volver con él, idiota.
Pare en seco, crucé la vereda y me senté en el suelo, no quería ver mi vida pasar de esta manera, quería detener el tiempo, pero la vida no se detiene para nadie. Yo estaba siendo una completa idiota.
- ¡Sam! -escuché su grito, esta vez más cercano. - ¡Oh, Sam! ¡Dios mío! - él fue alumbrado por un faro que comenzaba a chispear por culpa del agua, - ¿Qué haces aquí?
- ¡No es justo! -grité finalmente, soltando toda la presión en mi pecho. Explotando, me sentí como una granada que acababa de estallar, arrastraría todo a mi paso, pero ya no podía callar mas. - Solo... Quiero ser perfecta.
- ¿Qué? -se mostró incrédulo.
- Quiero ser rubia, quiero ser bonita, desearía tener piernas largas y bronceadas, desearía ser egoísta y dejar de pensar en todos y pensar solo en mí. Desearía ser como esas que te gustan a ti.
- ¿Que me gustan a mi? - Freddie se volteó hacía mi, me tomo por los hombros y me empujó hacia arriba, dejándome a su altura - ¡Tu me gustas a mí, Samantha! Una chica loca, despreocupada, una chica que valora la vida y ¡No! No me gustan las chicas egoístas, me gusta como eres tú, no, es más, me gustas tú. Toda tú. - me besó, allí entre la tormenta, bajo aquel faro que chispeaba y mientras mi estómago se revolvía por elefantes bailando y monos saltando ramas, las mariposas eran un mito cuándo yo sentía en zoológico.
Me sentía una de esas caricaturas de serie japonesa, a la que le brillaban los ojos y se sonrojan dramáticamente, mi vida estaba siendo un maldito cliché, pero nos clichés no son tan malos después de todo.
