Perdone nuestra rebeldía

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"Perdone nuestra rebeldía"

Es lo que decían las pancartas distribuidas por toda la ciudad durante la guerra.

Lamentablemente, su rebeldía resulto ser experimentos con los soldados caídos, radiación, tortura e inclusive esclavitud.

Contario a lo que se pensaría, yo no era la soldada caída con la que experimentaban, yo me encargaba de la tortura, escuchar sus gritos era satisfactorio.

La gente disfruta el sufrimiento.

Empecemos por lo básico, mi nombre es Nadine, tengo 27 años y las personas dicen que estoy loca, que estoy enferma, por consecuencia me llevaron al único hospital psiquiátrico de la ciudad que queda, me arriesgo a decir que es de los pocos edificios que quedan del lugar.

Algunos me llaman de otros nombres, no los recuerdo, no tengo tiempo para esas cosas, después de todo, la gente de aquí esta maldita, no saben lo que dicen.

Mi día inicia con una buena taza de café que siempre está a un lado de mi cama, se a vuelto algo rutinario y no tengo idea de quién la pone ahí.

Después de mi taza, me dirijo al jardín, normalmente me dispongo a leer un libro, otras veces se acerca a mi un chico, es alguien muy tierno, establecemos charlas de largas horas sobre nuestros días en éste oscuro sitio, él dice no estar preocupado por salir pronto de aquí, "Soy inmortal, ¿no se nota?" me repite todos los días.

Cuando el chico no se acerca y se va a quién sabe donde, viene un señor a hablarme de una condición que según él es muy grave.

-¿Estoy hablando con Nadine?

-¡¿Con quién más podrías hablar?!

-Lo siento, no recuerdo tu nombre.

Y así entablamos conversaciones, "Toma tus medicamentos"; "Saldremos juntos de esto"; "¿Estás segura de ser Nadine?"

Nunca nos dicen la hora, ni la fecha, pero siempre que el sol traspasa el muro, suena un timbre, todos nos dirigimos a nuestras habitaciones para el rutinario conteo, pasan doctores a contarnos y en múltiples veces se equivocan e inician todo de nuevo.

-Hola, Malia.- Dice sonriente, como siempre.

Otra vez el mismo tipo que saluda con ese nombre, sinceramente me molesta que me digan así, llegando hasta un punto en el que me hartan y dejo que me digan así.

Salimos del conteo y salgo a caminar, a veces me cruzó con gente, nadie me habla nunca, y no tengo idea de por qué, tengo una personalidad soportable, además, ¿Cómo no caerle bien a dementes?

Lo único que hago es encender la radio, normalmente pasan música que estaba de moda antes del nuevo holocausto, a veces, ponen música que simplemente odio, el jazz.

-¡Quiten esa música!- Gritaba.

-¡Nadine, el radio está junto a ti, sólo apágalo!

Inicié a llorar, tirándome de la silla y llorando en posición fetal, mientras la gente me observaba.

-¡Nadie le hable!- Alcazaba oír desde un extremo de la habitación.

-¡Alguien ayúdela!- La Señora Rose Marie siempre fue buena conmigo, casi nadie le hablaba, pero por alguna razón yo le caía bien, aunque nunca hablamos.

-¿Alguien tiene a Mr. Fluffy?- Hace mucho que no veía a mi amigo, aunque lo quiero mucho.

Las personas abrían paso a alguien, hasta que divisé a Mr. Fluffy siendo cargado por el Doctor Sonrisas.

Pain patients godsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora