Era un nuevo día, aunque hoy no hubo taza de café, cosa que no me preocupa, salí a las duchas, habían pasado muchos días sin ducharme.
Traté de hacerlo en el menor tiempo posible, el agua caliente se acaba muy rápido, y destesto el agua fría.
Al salir de la ducha, en los lavamanos se encontraba la chica que me había puesto la maravillosa música de Benett, tenía una toalla puesta y se peinaba el cabello con mucha delicadeza.
-Muchas personas creen que el arte proviene de las pinturas.- Me veía por el espejo sin quitar atención a su cabello, parecía que acariciaba a un cachorro detonante de ternura, su mirada era frágil al igual que sus manos que a simple vista se veían muy cuidadas, su rostro no quedaba atrás, estaba muy cuidado, pero tenía ojeras.
-No sólo de las pinturas, existe la cinematografía, la literatura y la música.
-Se nota que tu arte es la música.
-¿Y cuál es el tuyo?- Pregunté esperando alguna incoherencia.
-El cabello- Al decir esto, se tomó su cabello, dejó su cepillo y tomó un líquido de una botella, dispuesta a frotarlo en su pelo.- Me resisto a mi desorden, daño mi propio arte, pero no puedo evitarlo, el arte no sólo se observa, se saborea también. Dime, Nadine, ¿te parece arte mi pelo?
-El arte es complicado, tu arte para mi es sólo un complemento del cuerpo.
-Lo bello del arte es que tiene muchos significados.
-¿Para ti que es tu cabello?
-Algo divino, -Dijo decidida- Muchos rezan a dioses, deidades que aún no se comprueban que existen. Yo le rezo a algo que existe.
-¿De que hablas?
-Las deidades viene en distintas formas, el pelo es uno de ellos.
-¿Y por que comerte a tu dios?
-Algunas religiones practican eso, claro que lo hacen metafóricamente, yo lo hago literalmente, no quiero hacerlo, pero siento que es una prueba.
-¿Y cómo se llama?- Mi intriga y curiosidad aumentaban por cada palabra que salía de la boca de aquella chica con una religión distinta a las establecidas.
-No lo sé, no todo tiene respuesta, y creo que mi cabello es sólo una manifestación de lo que en verdad es.
-¿Y le rezas?
-No es necesario, debemos servir, no pedir. Hemos tenidos problemas con elefantes de múltiples brazos y personas con poder.
No dije nada más, salí de aquel sitio en el que convivieron muchas religiones a partir de una y me dirigí a los comedores.
Los comedores era una habitación grande pintada de gris, había mesas de ocho personas distribuidas sin patrón alguno, al fondo estaban los cocineros con las bandejas puestas y algunas bebidas a la izquierda.
Estaba lleno, fui con los cocineros, decidí por una pasta de dudosa procedencia y café.
Me senté con el inmortal, el cual se encontraba con Sein, estaban tomados de la mano, Sein lo miraba con sonrojó y a menudo tomaba un bocado de una manzana puesta sobre la mesa. Estábamos cara a cara.
-¿Cómo están?
El inmortal me miró con un sonrisa, soltó a Sein y me habló aún con la sonrisa.
-Bien, encontré a Sein otra vez en mi habitación durmiendo en un rincón, parece que es su hogar.- Soltó una carcajada y miró a Sein, él estaba apenado, sus labios temblaban, y me era difícil saber si quería decir algo o sólo era por estar muy apenado.
Seguimos comiendo, y al cabo de unos minutos Sein mencionó algo.
-Extraño mi ciudad, quisiera poder salir algún día.
-¿Donde vivías?- Dije sonriendo.
-No recuerdo el nombre, era un color.
-Sein, todas las ciudades tenían nombres de colores antes.
Terminó su manzana y se acurrucó junto al inmortal como un hijo con su padre.
-Sein fue de los últimos en llegar, no tiene mucho que llegó- Dijo el inmortal- Su ciudad desapareció hace poco, fue de las últimas.
Sein no decía nada, se limitaba a moverse en ocasiones para acomodarse en el pecho del inmortal, pocos segundos después sonó el timbre, dando por terminada la hora del desayuno.
Los tres nos paramos de la mesa, dejando los platos y vasos, los cuales fueron recogidos por los cocineros.
Fuimos a unas mesas que se encontraban cerca del campo, el cual era extenso, y cercado.
Ahí estaba la chica de las duchas y de Benett, sentada en la única mesa con tres sillas disponibles, cabe destacar que las mesas eran de cuatro personas.
-Vengan conmigo.
-¿Conoces a esa chica?- Dijo Sein tímidamente.
-Sí, un poco.
Caminamos hasta aquella rubia, y metros antes de llegar le hablé.
-¿Podemos sentarnos contigo?
Ella me miraba con descaro, observado al inmortal en ocasiones.
-Claro, sientense.
Yo me senté a un lado de ella, Sein y el inmortal se sentaron en frente de nosotros.
El aire se sentía sucio, como siempre. Los colores del ambiente eran vagos y oscuros, se resaltaba el color rubio del cabello de la chica, y el cabello gris de Sein destacaba entre aquellos tonos más oscuros, la gente caminaba de todos lados sin rumbo alguno.
-No me has dicho tu nombre.- Dije a la rubia.
-Los nombres no son importantes en este sitio.
-Claro que lo son.-Dijo Sein, a duras penas.- Me llamo Sein, él se llama Kaled.- Dijo señalando al inmortal.
-Sí, y ella se llama Nadine, lo sé.- Su forma de hablar era elegante, pero sus palabras eran distantes.
Pasaron algunos minutos después de eso, Sein se recostó en la mesa, Kaled acariciaba su cabello. La chica se acariciaba el cabello a menudo.
En un momento, Sein se paró de su silla, corrió hacia el pasto y le hizo señas a Kaled para que lo siguiera, él hizo caso.
Se empujaban y atrapaban, se escuchaban sus gritos de diversión, y a menudo Kaled decía "Tocado, te toca." mientras que Sein decía la expresión en inglés "Tag, you're it".
La chica me tomó de la mano y nos dirigimos a jugar con los chicos.
Pasaron las horas, nos olvidamos de comer, el sol se escondía poco a poco y el ambiente de pronto se tornó frío y con aire, cosa que no nos molestó ni interrumpió nuestro juego infantil.
Encontramos un árbol gigante, el clima se tornó muy frío, un poco insoportable y el aire cesó, las hojas del árbol caían y el pasto se tornó suave.
Los cuatro nos tiramos en aquel árbol, empujé a la chica la cual rió al caer, Sein trató de hacer lo mismo con Keiran, pero fue inutil, por lo que Keiran le hizo cosquillas hasta que el chico se tiró de la risa y se sentó en el árbol.
Todos estábamos ahí, Sein estaba acostado en las piernas de Keiran, yo encogí y postré mis rodillas para recargar mi cabeza, la chica se recargó en el árbol.
A menudo se escuchaban las risas de los chicos, los cuales hacían juegos de manos, la chica observaba el campo mientras acariciaba su cabello, en ocasiones jugaba con el pasto y hablábamos de temas, de teorías, cosas de dementes.
Pasamos así hasta que sonó el timbre para dormir.
No hicimos caso y nos quedamos ahí.
La escena era tierna, la chica se tiró al suelo a dormir, Sein se durmió en brazos de Keiran, el cual estaba recargado en el árbol, yo me acomodé en posición fetal en el árbol, y aunque hacía mucho frío, ninguno se quejaba, era tan cómodo que no quería que acabará.
Todos nos quedamos dormidos hasta el día siguiente.