Problemas

37 2 0
                                    

Joseph

Te levantas un día y piensas que todos sucederán como cada día lo hace. Pensando que solo será otro día más dentro del montón. Es lo que ocurre cuando te adentras dentro de la rutina de la vida. No se supone que haya sorpresas, que ocurra algo excepcional. Pero sin previo aviso algo ocurre. Una pequeña mujercita te observa con sus hermosos ojos casi verdes y con sus redondas mejillas teñidas de rosado.
La miras y te preguntas "Wow ¿Quién es esta chica?"


Lo que no te esperas. Perdón, lo que yo no esperaba, es que esa misma chica con aquel aire de inocencia pura me propusiera semejante cosa.

Estoy acostumbrado a las atenciones de las mujeres, no es que me considere un Don Juan, pero debo admitir que tengo mi atractivo. Y en causa y consecuencia, las mujeres acuden a mí. Y viceversa. Pero hay un pacto silencioso que se da entre mis conquistas y yo, algo que sabemos sin tener que decirlo. El famoso "sin compromisos". Me gusta pasar un buen momento con alguna que otra chica, pero solo se trata de eso: un buen momento. Y aunque María me haya parecido de lo más tiernamente hermosa, no podía aceptar lo que me proponía. Porque ella no busca sexo, busca amor.

Por todo esto y más es que le propuse ser amigos, para que me conozca como realmente soy. Para que vea que solo amigos es lo que podíamos llegar a ser.

Aún después de horas de todo esto, en mi casa, acostado en mi cama... no puedo dejar de pensar en esa charla que tuvimos. Y cada vez que lo hago una sonrisa se planta en mis labios.

María... ¿Quién lo creería?

Varias veces la había observado durante clases, siempre con su pelo negro despeinado alrededor de sus ojos. Con esos anteojos más grande que su propia cara. Y con esa vestimenta tan peculiar. ¿Por qué una chica prefiere usar pantalones holgados en vez de esos sexys jeans apretados? ¿Por qué vestir siempre de negro o colores oscuros? Algunas veces me preguntaba qué había debajo de todo eso, de ese aire de ausencia que desprendía todo el tiempo. Me preguntaba por su timidez con todos, esa incapacidad de hablar con otras personas que no fueran la rubia que parecía Barbie o el alto que parecía Ken. Después de todo ¿qué hacía María entre aquellos dos?

Muchas veces me había preguntado por ella, era imposible que no se prendiera esa chispa de curiosidad que había en mí.

Volví a recordar lo de esta tarde y una nueva sonrisa se plantó en mi rostro, aún no podía creer todo lo que me había dicho. ¿Dónde quedo esa timidez que tanto me había intrigado? Todos mis supuesto se habían derrumbado, creía algo que no era. Me encontraba en blanco, y estaba emocionado por reescribir la hoja. 



Faltaban minutos para que la clase comenzará, me propuse leer los apuntes de la clase anterior para no olvidar nada importante. Tengo casi veintidós años, había comenzado la universidad algo más tarde que la mayoría. Y no me gusta atrasarme, siempre trato de aprovechar el tiempo al máximo para mis estudios. Tenía un plan de vida, una meta. Y en cuanto antes lo logrará mejor.

Tan concentrado estaba en mis textos y en la filosofía de mi futuro, que no pude notar el momento en que María se había sentado frente a mí y me observaba con sus ojos ambar.


—Holi—dijo con timidez. Sonreí.


—Hola, María— conteste mientras cerraba mis apuntes, ella miro hacia abajo a mis manos y una de sus cejas se arqueo mientras me miraba con una sonrisa.


—Mmmh, chico estudioso. Lo voy a anotar en mi lista de "cosas que vuelven caliente a Joseph"— dijo pensativa y casi pude notar el momento exacto en que lo anotaba en su lista mental. Al instante se me escapó una carcajada.

Dios te salve, María.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora