Logré descubrirle, a pesar del contraluz, cuatro o cinco gestos, cuatro o cinco expresiones nuevas, tan sorpresivas, que me hicieron sonreír. No dijo nada, pero su silencio no alcanzó a incomodarme, simplemente me pareció tonto explicarle que recién hoy había advertido un pasaje inédito de su rostro siempre.—Mario Benedetti, hoy y la alegría.