SELENOFILIA

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En mis dias de juventud mientras cursaba el cuarto lustro de mi vida, conocí a la bella Selena. El viento silbaba en mis oidos y el cielo mudaba a color durazno al tiempo en que la veia llegar, escoltada por la luna diurna en lo alto del cielo, a travez del campo direccion al manzano bajo el cual me encontraba. Descansaba y leia. Leia y contemplaba. Contemplaba a la lejania la figura de la bella Selena. Su belleza embriagante adornaba el paisaje y mi espíritu con el polen de la rosa estelar, aquella plantada en algun pequeño asteroide del universo. Acercándose, mi piel adopto el tono de las manzanas maduras sobre mi cabeza y mi cuerpo no quizo responder mas.
«hola» diria al fin. Asi empezar una fatidica y comun historia,  que aunque me desgarro la vida, no fue nada que ningún hombre este exento de vivir, y auque adorne con el misticismo de lo poetico su veracidad es total. «hola» me dijo. «hola» respondi. Esa tarde me entere de que recien se habria mudado a la ciudad y su casa, proxima al campo y al manzano que solia visitar yo. La habria llevado hasta mi la mezcla de curiosidad y casualidad  o quiza la malicia de los dioses.
El sol se escondia mas y la luna — al igual que la presencia femenina ante mi— se hacia mas clara y dominante. Selena era su nombre, la musica su pasion pasaba horas enteras viajando sobre el melifou de las cuerdas de la viola y la guitarra, el piano fue siempre su preferido. Aquella presentación y nuestra platica fueron trasendentalmente triviales. Tan solo eramos dos personas por conocer, pero cualquera que nos hubiera visto con atención habria encontrado la sublime columna vertebral de un poema que nacia en mi mirada y moria en sus ojos. El tiempo no paso mientras estuve con ella, sin embargo los minutos diligentes no dejaron de marchar trayendo la noche consigo.
En las semanas siguientes segui viendo a Selena en el mismo lugar al atardecer y la noche bajo la luna nueva.  La conocia mas y la amistad era mas profunda. Ella iluminaba mi caotica noche con la selenica luz de su corazon y vida. Cada peca suya era una estrella mia y su serenidad, plenitud, su belleza claro, todo ella, eran la expansión del universo al cual pertenecia mi mundo. Lento de a poquitos, la amistad que cultivamos con calma se convirtió en amor. Llamean los recuerdos de aquel primer beso que nos consedimos una tardenoche de abril bajo la luna creciente. intencionada casualidad que las comisuras de nuestros labios se tocaran separandonos de la impresion, con el corazon gritando mas, atrayendonos de vuelta sin palabras sin barreras boca a boca frente a frente, sediendo a la gravedad.
Comenzamos a salir formalizando nuestra relacion. Las manos me sudaban y los nervios me traicionaron el dia que hable con sus padres, pero sobrevivi, todo salio bien.  Cada beso era mas dulce y cada mirada mas cautivadora. me fundi en uno con ella la tarde en el parque cuando nos miramos con las frentes unidas en silencio, abrazando su cintura y ella mi cuello. Respondiendo a la mutua pregunta de nuestros ojos con un beso. Creciente fue nuestro amor hasta rebosar su llenura. Justamente con la llegada de una luna llena, en un campo y la luminicencia de un par de antorchas y un anillo en mi mano le pedi que se uniera a mi por la eternidad. Note un par de gotas que no cayeron mas si iluminaron sus hermosos ojos cafes al tiempo que con alegria me decia «Si». Ni los angeles podrán recitar poema mas sublime que su respuesta. En los cuatro años siguientes todo fue felicidad y plenitud. Inclusive las pruebas solo servian para amarnos mas. Mi alma y mi vida estaban unidas a mi Selena. Era ella mi satelite. Ella era feliz y esto era todo lo que yo necesitaba para sonreir.
«Escribe sobre la luna» me dijo una vez mientras contemplabamos el cielo nocturno y la luna menguante en su cenit. «Escribe sobre la luna. Asi sin importar que pase ni donde este pensaras en mi y estare cerca» por cumplir su deseo empece dos fallidos poemas.
El primero no me gusto. El segundo se vio.frustrado al caer enferma mi amada. La fiebre no la dejo levantarse en semanas. Su cuerpo torno en una palidez mortífera. Las puntas de sus dedos siempre estaban frios como mi corazon. Las lagrimas me corrian noche tras noche al ver a mi amada sufrir la tortura del espiritu infernal, mas nunca frente a ella; Debia parecer firme y confiado. Debia inspirarle confianza y fe. Cada vez se marcaban mas las líneas de su enfermedad. Su debilidad no le permitio caminar mas y yo preguntaba cada noche si habria esperanza, pero no habia mas respuesta la luna menguante que desde lo alto me miraba en silencio.
Hay una noche en especial. Aquella en que ella murio. El viento siplaba con fuerza y ella me llamo levantando su dedo huesudo y palido hasta las uñas, sin mas voz que un entrecortado murmullo. Atendi en seguida al pie de su cama para escucharla en silencio
«Te amo» me decia con esfuerzo para hablar. «no importa que pase... siem... siempre estare contigo.... prometo...» aquella era su despedida y lo sabia. Le prometi que estaría bien y que la amaría siempre. Ella me decia que la llevara a los campos. Que queria bailar, crei que alucinaba por la fiebre, pero ahora con esta especie de dolorosa lucidez que da la melancolia me doy cuenta que a sus ojos se abria el escenario del paraíso.
La vi a los ojos por ultima vez, los suyos moribundos de enfermedad y los mios de dolor. Me incline y la bese, asi en medio de aquel beso exalo su ultimo aliento. Para dejar su cuerpo y vivir en mi toda la eternidad. Al terminar el beso y ver el cuerpo de mi Selena mi corazon estallo en mil pedazos con un grito mudo, asfixiante. Corri a fuera de nuestra casa y el viento era feroz. Soplaba como nunca antes agitando los arboles y gritando «Muerte» en un resoplido contra cada hoja. Casi me arrastraba a mi de no ser que la condena me ataba a la vida. Grite al universo. Gemi contra los ados del destino y maldeci a todos los dioses paganos y los angeles del infierno por arrancar a Selena de mi lado. Reproche contra el mundo un «¿por que?» pero el viento ceso. El silencio fue profundo y entendi que este era el destino. Asi debia ser pues mirando a lo alto del cielo vi que aquella noche no habia luna.

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