Primera parte
El agente Santiago Gonzales, nacido en la ciudad de Barcelona, se predisponía a dormir cuando una llamada repentina, detuvo todos los pensamientos que inundaban su cabeza. Esos pensamientos tan variados, eran debidos al gran suceso que había vivido días antes. La captura del causante del asesinato del joven en aquellas vías del tren a las afueras de la gran ciudad, le habían dejado un buen sabor de boca y una satisfacción interior; sabía que aquel individuo sádico, que había descuartizado a un joven de quince años por simple diversión, comenzaba a pudrirse en la Cárcel Modelo de Barcelona a espera de la sentencia final, como mínimo de veinticinco años. Era el segundo caso del investigador que había ascendido como la espuma debido a su gran sentido a la hora de encajar piezas en casos de asesinatos brutales.
A los dos años de comenzar trabajo como policía local de la ciudad de Tarragona, con apenas veintiséis años, ya había conseguido aportar información extremamente necesaria para echar cierre a muchos casos de homicidios, suicidios e incluso parricidios.
El don que poseía para el crimen era algo innato, incluso difícil de alcanzar por otros agentes con mas años de experiencia que aquel joven emprendedor. Debido a todos estos logros conseguidos, se vió arrastrado al sector de la investigación, un sueño echo realidad para todo policía recién iniciado.
Esa misma tarde antes de la llamada en plena madrugada, el agente disfrutaba de su nueva casa, ubicada exactamente frente al Museo de Cera de la rambla.
Las vistas eran esplendidas y llegaban a ser tan buenas, que perfectamente cualquier persona que circulaba por la calle podía mirar y observar lo que las familias hacían en sus propias moradas gracias a aquellos grandes ventanales del edificio antiguo de solo tres plantas, que daban ventaja a todo aquel interesado en cotillear la vida ajena de alto nivel económico; nivel difícil de alcanzar a mediados de los 80'.
Santiago, se había mudado hacía poco, gracias a su nuevo puesto laboral en la Oficina de Investigación de la ciudad, donde había resuelto el que sería, quizás, el ultimo caso en su carrera como investigador. Una tarde, sentado en su sofá de cuero, miraba como la gente iba y venía hasta que cayó la noche. Como los anteriores viernes iba a cenar solo, porque no tenia pareja y sus amigos tampoco eran demasiados en la nueva ciudad. Como nueva costumbre, bajaba al restaurante de la parte baja del edificio donde vivía y era ahí donde se sentía realmente acompañado durante la noche, donde ya era conocido por la gran mayoría de los camareros y algunas familias y parejas, que también acostumbraban a cenar allí.
Posiblemente, la gente lo veía como un chico solitario, pero nadie imaginaba que acababa de cambiar de ciudad y por eso no tenia compañía para poder ir a casi ningún sitio.
El día 27 de Octubre de 1986, el mismo viernes ya por la noche, se encontraba rondando las inmediaciones de su piso recién adquirido, cuando se dispuso a abrir la nevera para poder disfrutar de un vaso de agua ya que estaba sediento y no podía dormir.
En el silencio de la noche barcelonina, pudo notar el sonido constante de su reloj de pared, más nuevo que su propio hogar. El sonido del reloj, hizo que su piel entumeciese como un niño. A pesar de su gran altura y tamaño corporal, un escalofrío sin ninguna causa invadió todo su cuerpo dejandole congelado y sin capacidad de reacción. Dentro de si mismo, razonaba la situación para poder salir victorioso de aquel congelamiento, diciéndose:
-Santiago piensa, es solo un ruido.- Se repetía constantemente.
Ese problema lo llevaba consigo desde pequeño y era el único obstáculo que podía detener a aquel joven de gran tamaño, el congelamiento generado por algún ruido al que no estaba acostumbrado a oír. Cuando por fin tuvo la capacidad de desbloquearse y registrar aquel nuevo sonido en su cabeza como algo que no comportaba una amenaza para su integridad física y mental, cerró la puerta de la nevera con un leve golpe de pie, giro el cuerpo noventa grados y se dirigió a su habitación pasando antes por la sala. Cuando se acerco a la puerta de sus aposentos, sintió una gran necesidad de girar la cabeza para mirar por el gran ventanal protagonista de aquella sala digna de las mejores películas que tendría dos metros de largo y carecía de cortinas de algún tipo dejando una visión panorámica de la rambla. Mientras a giraba la vista con un leve movimiento de cabeza, algo no identificado en el entorno de aquellas vistas, llamó la atención del detective. Un hombre, que se encontraba en una cabina telefonica situada justo a media calle de su casa, estaba mirando fijamente a su ventanal o eso le pareció en ese momento. Santiago, sabía que era imposible que pudiese verle, ya que la oscuridad donde el se encontraba, harían imposible que fuese detectado desde fuera.
Durante los diez minutos siguientes, el joven, se quedó con su vaso de agua ya medio vacío, observando aquella figura con el rostro irreconocible debido a la distancia a la que se encontraba. Cuando cumplió ese tiempo, continuó su viaje una vez perdido todo interés por aquella figura en la cabina.
Ya al lado de su cama se recostó y mientras su cabeza tocaba la almohada de plumas de gran calidad, el teléfono sonó por primera vez desde que el vivía allí. Esta vez el sonido no le había paralizado a pesar de no haberlo escuchado antes, sino que activo una parte de él que causó curiosidad. Mientras sonaba el teléfono, recordó que este tenía su historia dentro de aquella casa,. Antes de pertenecer al joven policía, una familia de burgueses había habitado en el piso, llegándose a creer por toda la ciudad, que eran los dueños de todo el bloque de edificios de la manzana por su parecido estructural, al menos desde el exterior. Se trataba de un teléfono echo a medida, con una base de madera de roble con retoques metálicos de color oro en la zona de los números y el tubo; el cableado de aquel teléfono permitía a todo aquel que lo cojiese, moverse en un radio de dos metros, casi la mitad de la sala principal.
Para cuando Santiago dejó de recordar la historia del teléfono que le había venido a la cabeza repentinamente, volvió a escuchar aquel "ring" característico del objeto, el trayecto de su cabeza que iba rumbo a la almohada se canceló, volviendo a la posición anterior para poder dirigirse a contestar aquella extraña llamada en plena madrugada.
Para cuando llegó a la mesa donde estaba el teléfono, encendió una pequeña lampara, quizás también de aquella familia burguesa. Su mano toco el tubo del teléfono y de repente, dejo de sonar dejando al joven molesto ya que quería descansar tranquilamente. Eso hizo después de la llamada perdida, apagó la lampara de la mesita del teléfono y volvió a dirigirse a la puerta de la habitación cuando la curiosidad le asaltó de nuevo, esta vez haciendo que su cabeza girase hacia el gran ventanal nuevamente.
-Que extraño...- Dijo en voz baja para si mismo.
Al mirar, había notado como la misma silueta seguía mirando atentamente a su casa, como si supiese que el joven aún estaba observándole, parado en la oscuridad.
Tras unos minutos, perdió interés por lo que ocurría fuera y se fue caminando rápidamente a la cama, donde de un leve salto arrojó su cuerpo exhausto en la cama, cuyo colchón parecía haber sido creado por los dioses.
Dentro de su cabeza, nuevas ideas asaltaban al joven que comenzaba a quedarse dormido profundamente, pero ese teléfono no le dejaría dormir por mucho tiempo más. Unos cinco minutos después, mientras descansaba ya profundamente, o eso creía, otra llamada asalto las lineas de comunicación de su casa. Esta vez, ya de mal humor, se dirigió al teléfono con ganas de decirle a aquella persona que le dejara descansar en paz fuera quien fuera. Una vez más, levantó el tubo con su mano derecha a gran velocidad, poniéndolo en su oreja y con intenciones de responderle a la persona que estaba del otro lado.
-¡Hola!- Dijo alterado Santiago sin recibir respuesta.
-¿¡Quien es!?- Exclamó enfadado.
Una vez más, lo único que sonaba en su nuevo hogar era el "tic-tac" del reloj de pared.
-Mira, no se quien eres... Pero no son horas de llamar- Dijo ya mas tranquilo. -Mejor deje de llamar a mi casa. ¡Quiero dormir en paz!- De un solo golpe colgó el teléfono.
Esa noche, no volvió a recibir ninguna llamada. Al otro día, se despertó con la sensación de haber dormido mal, aquellas llamadas en plena noche y la incertidumbre de la silueta al final de la calle, le habían dejado preocupado. Lo suficiente como para no poder dormir satisfactoriamente.
Al levantarse de la cama, notó un leve dolor en la zona baja de la espalda, se puso de pie y fue a la cocina lentamente con la intención de desayunar algo antes de ducharse y poder ir al trabajo. El joven activó la tostadora, encendió la cafetera y se retiró a preparar el traje que aquel día iba a utilizar.
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El asesino de las vías
ActionSantiago, un joven detective de Barcelona, recibe una extraña llamada sin respuesta. Esto junto a una serie de misteriosos asesinatos lo arrastrarán a querer saber más y llegará muy profundo dentro de la investigación, quizás demasiado.