Rutina.

112 13 1
                                    

La boca me sabe a diablos. La luz, el lugar.
Mierda.
Sigo en el mismo lugar, entumido y tiritando como un zopenco.

La energía se ha ido de mis extremidades, la sigilosa idea de un intento por morir y fracasar me azota el pecho y gimo ante la cobarde decisión. La culpa me ahoga las pulsaciones mientras me aferro al sentimiento del dolor. Puedo ser un cobarde, pero esa grata sensación de sufrir es algo que me embelesa. Abrazo mis brazos y camino entre la llovizna y la oscuridad con algo de dificultad en mis pasos. Estoy perdido, acabado, deteriorado hasta el alma y sonrío arrastrando mis pies, debo ser la imagen misma de la pena y lastima. Los dedos me duelen y se siente quebrar. Deseo tanto cambiar las cosas, las situaciones y lugares, casi todo, menos él. Su mirada me recorre, me analiza y pareciera que sabe todo de mí, mientras él sigue siendo un misterio para mi persona, el tono, timbre y frecuencia de su voz, si eso pasáramos en física yo sería mucho mejor que todos, el ángulo y radio de sus ojos, las células de su cuerpo, los ribosomas o sus cantidades de gametos, el lenguaje de su cuerpo, de su lengua y la mezcla de sus labios, el oxido de su sangre y el aroma de su piel en mis pruebas de química. Tenerle frente mí me afloja los pensamientos. Que vaga y cercana al mismo tiempo su presencia.
¿Dónde estará ahora? debe creer que soy un estúpido al echarme a correr. La imagen se reproduce en un tal vez ¿hubiera deseado que me siguiera? La pregunta me detiene, veo el parpadeo de un faro y es la misma velocidad que adquiere mis pulsaciones. En verdad, tal vez corrí con el deseo escondido de ser perseguido por él, de que me detuviera y me dijera que estábamos destinados a estar juntos, a que nuestras sombras se perdieran y se convirtieran en una sola, él y yo.
Vuelvo a retomar el paso suspirando. Aprieto mis brazos, estoy siendo un soñador de tiempo completo, y eso es deprimente. Siento el estomago comprimirse con fuerza, se perfora por dentro, me inclino abrazándome el cuerpo con arcadas. El cuerpo experimenta pequeñas convulsiones. Mierda. Una lluvia golpea mi espalda con brusquedad. Nuevamente me someto a los vómitos de mi propia sangre y en medio de la acera, solo espero que nadie tenga que presenciar a una persona con sus paracitos, en cierta forma. Las piernas se le acalambrar al punto de tener que arrodillarme sobre un charco de agua, me aparto el pelo y escupo lo que parece ser lo último, mi cuerpo reproduce un sismo interno, como una corriente fría hasta el punto de helarme los huesos. Debo marcharme lo antes posible, estoy escuchando el ruido de los neumáticos rechinar en aproximación, aunque quizá nadie tenga la intensión de ayudarme necesito asegurarme de nunca más volver a un hospital. Golpeo mis piernas y emprendo la marcha, poco a poco reconozco las calles y me oriento. Sé que no soy el mismo de siempre, poco queda de aquel chico preocupado o quejumbroso, porque ya no me quejo de nada, simplemente dejo las cosas ir a su curso y me importa una mierda lo qué pueda sucederme. Mi historial me hizo entender que sea lo qué sea, nadie detiene lo inevitable, nadie te ayuda lo suficiente como para saber qué hacer o dejar de hacer. A fin de cuentas, las cosas siempre suceden para un mal hacia ti, todo, nada te ayuda ¿por qué? porque al acabar el día me lo dice; escucho a mamá intentar darle papilla a mi pequeña hermana mientras subo las escaleras y llego a mi cuarto vacio, blanco y vacio…justo como se siente mi interior. Entonces ¿qué otras respuestas puedo necesitar para contestar? Eso es todo, todo es para tu mal. Seguro que ahora soy un negativo de mierda o hasta un realista para alguien que cree está pasando lo mismo que yo, pero no, no lo saben, no soy negativo ni realista, soy un silencioso que lo único que trata de encontrar es ese amor junto a aquel muchacho de perforación en su nariz, con los ojos perdidos y la sonrisa muerta, soy un silencioso, parte de su vida sin una para sí mismo. Me oculto, escabullo y camuflo con su alrededor para sentir que algún día, esas tristes y amargas actividades de su día a día, las compartimos, y juntos nos acompañamos en esa soledad, una que nos envuelve hasta mucho más allá de todo.
Y aunque los días sigan, siempre me encontraré a primera hora entre los arbustos esperando que salga de aquel lugar para verlo salir al final de todos, buscando su espacio y dedicando su tiempo a caminar entre el parque, sentarse en los juego oxidados y esperar la lluvia de este eterno invierno que nos mantiene juntos, en la misma estación y lugar, pero separados.

Silencioso || Kellic ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora