Las lagrimas no paraban y el seguía sin fuerzas para levantarse.Eran pasadas las doce media noche y todo el lugar estaba prácticamente a oscuras, el único auto que se encontraba todavía fuera del estacionamiento a un lado de la entrada pertenecía a Miss Bates, quien acostumbraba irse después de la una o dos de la madrugada.
Sangre continuaba emanando de los golpes de Rene mientras parecía menos consciente conforme pasaba el tiempo.
Había llamado a Dimitri más veces de las que podía recordar pero en cada una de ellas me desviaba a buzón. Precisamente hoy de todos los días posibles, el hombre más controlador del planeta no respondía mis llamadas.
No quedaba nadie, mi padre era el único en el que confiaba. Annelien pasaba por un periodo de duelo debido a la muerte de sus sobrinos y no podía sentir más que desprecio por cualquier Zelfix que tuviera enfrente, se había vuelto cruel, preocupándonos pues incluso considero volver a Holanda junto al abuelo para combatir a su lado. Llamarla habría empeorado todo. Ella lo mataría sin dudar.
¿Qué carajos haría ahora?
Él seguía sosteniendo mi mano firmemente mientras los quejidos cesaban y supe que se desmayaría en cualquier instante.
El pánico hizo presa de mi así que intente levantarlo una vez más pero como las veces anteriores no tuve éxito. Estaba al borde de la desesperación.
— ¿Soy tu broma personal no es cierto? — reproché con la vista hacia arriba.
Su rostro estaba pálido mientras sus labios carecían de pigmento alguno y sus ojos estaban posados en los míos con semblante perdido. La mano con la que aún se aferraba a mi estaba fría.
Ligeras gotas saladas rodaban desde mis ojos hasta la punta de mi labio para luego caer en su camiseta.
Esta sensación indescriptible que llenaba mi pecho era casi habitual, la tenía presente y podría decirse que era una vieja amiga. Abrumadora, cruel y me dejaba vacía de a poco. Es la misma que me golpeo cuando vi a tanta gente partir.
Podía jurar que seguramente así se sentía el dolor.
Quería creer que era lo mismo que el sentía ahora, que podía compartir con el al menos un poco de eso que se estaba llevando su vida. Que no estaba solo, por qué yo estaba con el.
Acaricie su mejilla mientras lloraba de manera incontrolable en silencio.
Nos odiaba.
Me odiaba.
— ¡Rene! Fils, — escuche detrás de mi.— ce qui est arrivé à vous? — voltee buscando al dueño de aquella voz angustiada. Era un hombre musculoso, un poco mas bajo que Rene y tenia ojos azules al igual que él. Su cabello era corto y su aspecto militar solo me indicaba una cosa. Él era su padre, el antiguo jefe de la orden militar Zelfix francesa.
Francois Baude venia corriendo hacia nosotros.
Cayendo de rodillas junto a su hijo, tenía la misma cara de asombro que yo al ver el estado en que se encontraba.
— ¿Quién eres? ¿Qué le has hecho?— gritó con un acento bastante marcado.
Yo solo me quede de piedra donde estaba ¿Qué le diría? No me atrevía a darle la cara pero era mi deber hacerlo, el lo merecía. Levanté mi mirada con la expresión teñida de vergüenza y un sollozo broto de mis labios. Quería decirle que lo sentía, que todo era mi culpa. Que su hijo había intentado defenderme y por eso termino así, pero el nudo en mi garganta era tan grande que todas las palabras quedaban atrapadas y lo único que podía hacer era llorar.