1. Anabel

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Si Edgar no hubiese estado desesperado, no estaría en una de las peores minas que jamás había visto. Pero no le quedaban muchas opciones y, según su información, Kali trabajaba allí.

—Por aquí —le dijo un hombre gigantesco, cojeando delante de él por entre los pasillos estrechos y la extraña maquinaria.

Con el sombrero de copa en una mano y su bastón en la otra, le siguió hasta lo que parecía ser una inmensa caldera de vapor, debajo de la cual unas piernas se agitaban.

—¡Kali! —Rugió su guía—. Tienes compañía.

Las piernas se movieron y poco a poco revelaron a la persona que tenía que salvar a su amada Anabel.

Vestía unos largos pantalones marrones y un corsé. Estaba cubierta de aceite y hollín.
Sin embargo, lo que más llamó su atención fue el brazo derecho. Edgar se encontró estudiando aquel brazo biónico. Jamás había conocido a un cíborg, después de todo.

—Lo perdí en la Tercera Guerra del Este —explicó ella, mientras se llevaba las gafas manchadas a la cabellera rubia, corta—. ¿En qué puedo ayudarle?

Hizo una mueca. Todavía no estaba seguro de si quería su ayuda, pero, según sus informes, aquella mujer había llegado a planetas impenetrables y sobrevivido a todo tipo de exploraciones y monstruos.

—Mi prometida me ha sido arrebatada. Necesito recuperarla.

Ella torció la cabeza, sus ojos amarillentos brillaron divertidos.

—Yo la veo bastante bien.

No supo qué decir. Nadie más podía ver el fantasma de Anabel.
Su amada flotaba a su lado desde el día en que una tormenta se la había llevado y ahora reía complacida.

—Oh, me gusta —comentó divertida—. Estoy segura de que nos podrá ayudar.

Edgar le pidió que se callara con un movimiento de mano.

—Está muerta —le explicó al cíborg.

—Bueno, eso es evidente. Pero no entiendo cómo podría cambiar yo eso.

—Usted estuvo en la expedición que llegó hasta la fuente de la vida —comenzó Edgar. Rezaba porque sus informes fueran ciertos.

Kali borró la sonrisa de su rostro. Se dispuso a hablar, pero fue interrumpida.

De pronto el suelo tembló, un terrible ruido tronó y fueron cegados por una luz.

—¡Corred! —Gritó alguien, mientras todos huían hacia la salida en tropel—. ¡La bomba se ha soltado! ¡El piso se va a hundir!

Kali maldijo y avanzó veloz en dirección al fuego. Le entregó a Edgar una pesada bolsa y le agarró con su brazo biónico, forzándole a seguirla.

—¿Qué diablos hace? —Preguntó.

—El condensador sigue encendido. Si no se apaga, no importa hasta donde corramos, todo a un radio de cinco kilómetros volará.

La mujer se colgó de una cuerda y bajó hasta un mecanismo extraño que no dejaba de sacar vapor. Se ajustó las gafas y le fue ordenando que le pasara herramientas de la bolsa. Temblando, Edgar obedeció.

Después, ambos corrieron hacia un elevador de bronce y ascendieron mientras el fuego se expandía por el piso.
Estaba jadeando cuando la maquinaría se puso en marcha y comenzó a subirles.
Kali sonrió al excitado espíritu de Anabel.
—Entretenido, ¿verdad?

—¿Significa eso que contamos con su colaboración? —Preguntó Edgar esperanzado.

El cíborg se encogió de hombros.

—¿Por qué no? Ya he vivido suficiente

N/A: Edgar y Anabel están inspirados en Edgar Allan Poe y su último poema: Anabel Lee, dónde relata su amor por la joven y bella Anabel y cómo el viento frío la mató, enfermándola. Es uno de mis favoritos y de los más emotivos y tristes que el autor escribió. Por eso le he hecho este pequeño homenaje. Espero que os guste. Y abajo os dejo un fragmento del poema:

"And this was the reason that, long ago,
In this kingdom by the sea,
A wind blew out of a cloud, chilling My beautiful Annabel Lee;
So that her highborn kinsmen came And bore her away from me,
To shut her up in a sepulchre
In this kingdom by the sea."

(Edgar Allan Poe-Annabel Lee)

P.D: Si a suficiente gente le llama la atención, tal vez escriba una historia completa, de este microrrelato. Pero primero he de terminar "El himno de los héroes" o "Ángeles, demonios y otros seres de pesadilla" la que acabe antes, vamos.

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