El proyecto
Preparatoria.
Desde hace unas semanas una chica estuvo en la mira de Jonathan Feber.
Una chica de una cabellera caoba que siempre está en una esquina de la cafetería. Sus ojos saltones e inocentes siempre están fijos en su block de dibujos. Un lápiz siempre tambalea entre sus dedos, con la cola toda mordisqueada. ¿Por qué comenzó a verla? Se ha hecho esa pregunta desde hace tres días, aquel sábado donde despertó y de repente la recordó.Un chongo lo suficientemente grueso para verse bien, sin que se vea exagerado apareció frente a sus ojos. Un mechón rubio lo decora. Tal vez se lo decoloró a escondidas, ya que cuando tiene el cabello suelto no se nota. Está en la nuca, escondido entre esas ondulaciones naturales y bien pronunciadas. ¿Cuál era su nombre? ¿Acaso alguna vez lo escuchó?
Seguramente no. Ha de ser una estudiante fantasma. Solo no sabe el nombre de los estudiantes que nunca van a las fiestas, o que no destacan en algún deporte. No, Jo no es el típico estudiante estadounidense que es el mariscal de campo, o el capitán de algún equipo. Tampoco tiene a todas las chicas detrás de él, sólo unas cuantas. Simplemente es lo suficientemente popular para que sepan su nombre, viviendo con tranquilidad. No como Mathew, su mejor amigo desde el jardín de niños, que es el mariscal de campo que trae a las chicas locas, incluso a las maestras jóvenes.
Mathew sí es un mujeriego de primera; se acuesta con una chica diario, sino es cada dos días. Anda de fiesta en fiesta, y aún no comprende Jo cómo su mejor amigo puede tener buenas calificaciones. De seguro ha de amenazar a alguien para que le haga la tarea, o solamente le paga a un chico para que las haga. Eso sí, en los exámenes sale mal. Ventaja del colegio; el examen sólo vale un 15% de la calificación del semestre.
― Jo, ¡reacciona! ―Mathew golpeó el brazo del castaño, provocando que su mandíbula dejara de estar apoyada en la mano, por lo que casi se da un golpe de cara con la mesa. Natalie, la nueva chica de Mathew, rio entre dientes ante ello, aunque su pareja no―. ¿Qué tanto ves que no respondes mi pregunta?
― ¿Qué pregunta, Math? ―preguntó alzando una ceja, viendo de reojo a la caoba. Estaba guardando sus cosas en su estuche. Demonios. ¿Le preguntaría su nombre?
― Si vas a ir a la fiesta después del partido, obviamente.
― Ya sabes cuál es mi respuesta, McKennedy ―murmuró entre dientes, dirigiendo su mirada al rubio―; es un rotundo no. ¿Para qué quieres que vaya, si de por sí me dejas botado como si fuera una de tus chicas? Sin ofender, Natalie ―rápidamente aclaró, dirigiendo unos segundos su mirada a la pelinegra. Se alzó de hombros. Realmente no le importaba.
Natalie era una gran amiga de Jonathan. Y algo más para Mathew. No eran novios, pero tampoco amigos; eran amigos con derecho. Nadie lo sabía, a excepción de ellos tres. Natalie sabía perfectamente que Mathew se acostaba con medio mundo, y no le interesaba realmente. Sabe su naturaleza. Además, Natalie le confesó a Jonathan días atrás que le gustaba Mathew. Pero si decía algo, lo castraría.
― Pues... para que conozcas a chicas. ¡Vamos, hombre, siempre estás en tu casa! ―golpeó amistosamente el hombro del castaño, provocando que dicho rodara los ojos.
― Vamos Math, no lo obligues si no quiere ir. Sabes que al final siempre gana él ―murmuró lo último mientras bañaba una papa a la francesa en cátsup.
― ¡Por lo menos una hora! Es más, si quieres, hasta voy contigo después de ello. Y nos tomamos unas cervezas en mi casa ―tanto Jonathan como Natalie abrieron los ojos. ¿Acaso Mathew, el chico que ama las fiestas, dejaría una para pasar el tiempo con su mejor amigo? El castaño alzó una ceja, nuevamente, pensando en cuál era la trampa.
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Después de mí
Teen FictionDesde siempre Jo fue un chico con una gran suerte; mejores notas en el colegio, un centenar de compañeros que pasaban el tiempo con él, su grupo de amigos el cual nunca lo dejarían abandonado, y por supuesto, algunas chicas detrás de él. Pero en la...