Capítulo 1.

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La alarma suena como siempre a las 6:45 de la mañana y me quedo con los ojos pegados hasta las 6:55 cuando la alarma vuelve a despertarme. Me incorporo y me pongo las zapatillas, seguido cojo mi sudadera gris de Oxford de los pies de la cama y bajo a la cocina. Mi madre está de pie y me escucha al bajar las escaleras. Me sonríe.

- Buenos días preciosa, ¿qué tal has dormido? – Me sonríe. Mi madre es una persona sonriente, siempre sabe cómo hacerte reír e intenta que haya un buen clima de convivencia en mi casa, a pesar de que mi relación con su pareja, después de los 11 años que lleva viviendo con nosotras, no haya mejorado en absoluto. 

- Muy bien, pero sigo sin cogerle el gusto a madrugar. – Río.

- Es normal, yo tampoco, pero ya es viernes Beatriz. – Sonríe y se toma su café mientras yo lleno mi vaso de leche con galletas. Nunca me ha gustado que me llame Beatriz, prefiero mil veces que me llame Bea, pero a ella no le importa. Al terminar las dos subimos, nos preparamos y salimos pitando, ella para el trabajo y yo para el instituto.

Paso toda la mañana repitiendo las mismas frases; ¨estoy cansada¨, ¨por fin es viernes¨. Para mí es todo un alivio el escuchar la campana a las 14:30. Salgo de allí rápido con mis amigas, y me despido de ellas hasta el lunes.

Nada más llegar a casa me acurruco en mi cama y saco el móvil, reviso primero Instagram y después me distraigo contestando los WhatsApp de mis amigos y grupos. Mi mejor amiga Sofía y yo estuvimos hablando sobre qué íbamos a hacer esa tarde, entre réplica y llantos falsos por teléfono me convenció para ir a una fiesta en un local. Nunca he sido de esas chicas que se divierten en fiestas y intentando desahogar sus penas con alcohol, aunque sean demasiadas. 

Me paso casi toda la tarde decidiendo que ponerme, aunque al final me decido por unos vaqueros normales, una blusa y unos zapatos con algo de plataforma. Cuando estoy terminando de retocarme para salir alguien abre la puerta del baño. Sofía.

- Hola guapa, tu madre me ha abierto la puerta. – Me mira el look y me pide un poco de rímel y colorete.

- ¿Te gusta como voy? No sé si voy a la altura para ir a una fiesta. – Digo sarcásticamente y las dos echamos a reír.

- Yo te daba. – Le pego y nos despedimos de mi madre. Durante todo el trayecto en autobús Sofi me estuvo contando sus anécdotas de esa semana, y yo las mías. Al llegar a la fiesta, saludamos a nuestros amigos, Mery, Car, Carlos, Pedro y Gemma. Estuve durante una hora entera ¨bailando¨ dentro de todo lo experta que soy bailando, que es poco. Me estaba realmente agobiando en aquel ambiente lleno de gente bailando, sudorosa y olor a alcohol. Salí del recinto sin avisar a nadie y me senté en un poyete que había en la carretera. Pocos minutos después una sombra apareció detrás de mí.

- ¿Puedo acompañarte en ésta noche tan divertida? – Me giro, y en el tiempo que consigo enfocar veo a un chico alto y rubio. Me sonríe, una sonrisa perfecta.

- Eh... No sé. Quiero decir, sí. – Intento devolverle la sonrisa y me aparto a un lado haciéndole un hueco para que se siente. - ¿Por qué no estás dentro?

Se ríe.

- Pues supongo que por lo mismo que tú, me aburría. – Se me escapa una risa tonta, y bajo la mirada. - ¿Cómo te llamas? Soy Sergio. – Se acerca a darme dos besos antes de que me dé tiempo a responder.

- Beatriz, Bea. – Le sonrío pero aparto la mirada. Es muy intimidante, tiene unos grandes y brillantes ojos verdes. – Bueno, yo ya me iba, deberías entrar dentro. Encantada. Nos vemos. – Me levanto y doy unos pasos.

- Espera – Me giro - ¿A dónde piensas ir a la una de la mañana?

- ¿A mi casa? Ahí enfrente para mi autobús y en menos de media hora estaré en mi cama durmiendo, donde debería estar ahora mismo.

- No te vas a ir a tu casa a estas horas, además no creo que hayas venido sola y tus amigos van a acabar preocupándose por ti. Ven conmigo, vamos a dar una vuelta, yo tampoco quiero estar ahí dentro. – Se me abren los ojos, trago saliva y me asombro ante lo que me acaba de decir. ¿Está loco? ¿Lo conozco desde hace media hora y piensa que voy a irme con él por ahí? Está muy equivocado.

- Ni de coña, no te conozco y no pienso irme por ahí contigo. Qué va. – Frunzo el ceño y me doy la vuelta. No obstante, me paro en seco pensando en que lo que me ha dicho es verdad, he salido para pasármelo bien y no creo que éste chico quiera asesinarme. Además, pongámonos en un caso extremo en él que quisiera algo conmigo, primero, no soy su tipo 99%, y segundo, las posibilidades de que eso pase son casi nulas, como mucho de un 1%. – Bueno, quizás un rato, aunque no te conozca de nada pero... - Me interrumpe y comienza a reír.

- No voy a hacerte nada, soy un chico bueno. Además, mira que suerte la tuya, tienes toda la noche para conocerme. – No puedo evitar sonreír, pero al momento rectifico y me pongo seria. - ¿Te apetece dar una vuelta por esta preciosa e inmensa carretera?

- No creo que sea muy seguro, de hecho, no lo es. No es nada seguro andar por una carretera la una de la maña.

- Una y media señorita, por esta carretera no pasa nadie, he venido mil veces a fiestas de estas y siempre acabo igual. – Me mira de reojo y sonríe.

- ¿Ligándote a una chica y llevándotela de paseo? – Le miro con cara de pocos amigos y acelero el paso hasta que llego a estar unos cuantos metros delante de él.

- ¡¿Quién ha dicho que yo esté ligando contigo Doña Sabelotodo?! – Quizás no lo está haciendo, pero en el posible caso de que esté ligando conmigo no quiero saberlo. No me interesa. No es en absoluto mi tipo. Nunca tendría nada con él, creo. De hecho, sé que no lo está haciendo. Espero. Se apresura para estar cerca mía, y cuando lo consigue me mira de reojo. - ¿Tienes frío? Si quieres puedo...

- No gracias, estoy bien. - Le interrumpo y miro para otro lado. - Y bueno, ¿con quién has venido a la fiesta? No creo que hayas venido solo, ¿no? 

Se ríe.

- Qué va, he venido con mi amigo Carlos, que al parecer también es amigo tuyo, me ha presentado a todo vuestro grupo, y luego te ha señalado. Me ha dicho tu nombre y me ha dicho que estabas con Sofía bailando, y entonces no te he quitado la mirada de encima. He visto que salías y te he seguido hasta aquí. 

- ¿Enserio? - Me echo a reír. - Si que estás aburrido para seguirme hasta aquí teniendo ahí dentro esa pedazo de fiesta.

- De hecho, prefiero estar aquí, no me gustan mucho las fiestas, pero aún así he venido, y te he encontrado, eres mi salvación. - Los dos empezamos a reír. Se quita la chaqueta y me la pone encima. No la rechazo. Le doy las gracias. Hace demasiado frío aquí fuera. Se para en seco. - Espera. - Se sienta en medio de la carretera y se tumba con los brazos y las piernas abiertas formando un ángel.

- ¿Qué mierda haces? Levántate. Estás loco, loco de remate. Imagina si viene un coche. - Le extiendo la mano para que se levante pero no la acepta.

- Venga pesada, túmbate. Miremos las estrellas cual pareja enamorada. - Le miro con cara de asco, y me giro. - Es broma, es broma, relájate. No va a pasar nada. Te aseguro que por aquí no va a pasar ningún coche. Ven, túmbate. 

Cuando me doy cuenta, estoy tumbada a su lado y su brazo me rodea. Estoy agusto. Agusto tumbada en medio de la carretera, a casi las dos de la mañana y con un desconocido. 

Tuya.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora