Mi unico error fue amarlo...

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Lo conocí una lluviosa tarde de verano, era como un ángel caído del cielo: hermoso y perfecto. Pero a la vez fue su misterio lo que me cautivo.  Vi como con una mirada las encantaba a todas; sus labios siempre decían lo que todas querían escuchar.

Se preguntarán cómo viendo todo esto me enamore de él.  En realidad muchas veces luego de ese momento me he preguntado lo mismo; pero, ¿cómo no enamorarme de él?

Fui ignorante y no vi la verdad, no vi que él caminaba rodeado de una manta de mentiras. Él era bueno jugando su propio juego; bueno engañando y enamorando a las mujeres.

Se adaptó a mi estilo de vida y aprendió a encontrarme en todas partes.  Su persistente interés fue la última gota en mi vaso de agua, fue lo que hizo que mi interés naciera.

Se aprovecho de mi inocencia y de mis deseos de aventurar en eso que nos intriga a todos como la abeja a la miel. El amor.

¿Pero qué podía hacer yo?

¡Pues que más que ser tonta y enamorarme como quiera!

Pensé en esa tonta idea que todas las mujeres en algún momento de nuestras vidas tenemos.  A lo mejor él cambiará por mí, ¿verdad?

¡Mentira!

Solamente una idiota se cree eso; solamente alguien como yo que llegó a estar segada por la ignorancia del amor.

Pero volviendo a su conquista...

Por supuesto, los primeros meses fueron perfectos.

Con sus encantos y caricias me demostraba que me quería; que pensaba en mí. Me hizo sentir importante y hermosa. Todo esto hizo que la idea de un amor prohibido fuera más aceptable. Fue una sorpresa el día que me dijo que nadie podía saber que estábamos juntos.  Pero, ¿cómo tener argumento si lo dijo con un ramo de rosas rojas?

Pasaron muchos meses antes de que aquella pasada y monstruosa verdad volviera a salir a la luz del día. Se convirtió frente a mis ojos en un hombre obsesivo y rabioso. Dejo de demostrarme que me quería y comenzó a maltratarme. Yo comencé a tener miedo. Hasta me llegue a preguntar si todo esto era un sueño.

Más y más frecuentes eran las peleas, las palabras groseras que rompieron mi corazón, las cicatrices que hoy día adornan mi cuerpo.

Pero no, yo vivía enamorada de él y ese fue mi grave error.  Lo estaba viviendo pero decidía no creerlo.  No corrí en la dirección opuesta cuando todavía había la oportunidad.

Pues claro, cuando escuche el disparo una lluviosa noche de verano sabía que ya era muy tarde. Mi vida había terminado.

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