El secreto

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Camino a paso veloz con el móvil en la mano. Odio llegar tarde.

¿Dónde estás? Escribo rápidamente mientras lo busco con la mirada. Unas manos me toman por los hombros y me hacen dar media vuelta, dándome un susto terrible.

-Tranquila, Mar. Yo me dedico a proteger a damiselas en apuros que se encuentran solas en un centro comercial.

Suelto un resoplido de fingida indignación.

-Hombre, me has asustado. La próxima vez sería mejor que tan sólo contestaras con un mensaje, o que me saludaras como gente normal, en vez de imitar a un secuestrador.

Nico ríe, con esa risa fresca y despreocupada de aquellos que tienen demasiada confianza en sí mismos y que me parece tan atractiva.

-Bueno, lo siento. No lo haré de nuevo, ¿de acuerdo? - me toma del brazo -Vamos por un café, me estoy muriendo de sed.

Charlamos por un par de horas y el tiempo se pasa volando. Es increíble cómo podemos ser tan parecidos a otras personas. Me es difícil pensar que hace seis meses ni siquiera sabía de la existencia de Nico, y ahora me es imposible imaginar cómo sería mi vida si él no formara parte de ella. Son poco más de las 8 cuando le digo que debo irme. Él, como siempre, se ofrece a acompañarme a mi coche.

- ¿Sabes? Hace algunos días Carlos me preguntó por ti. - me dice mientras bajamos por las escaleras eléctricas. Carlos es otro chico que conocí en el intercambio, y va a la escuela con Nico. -Quiere verte.

-¡Uf, yo también quiero verlo! Lo extraño. - le contesto.

-Deberíamos reunirnos todos. Pero bueno, el punto es que empezamos a hablar de ti.- de repente, su actitud cambia. Su espalda, siempre recta, se encorva mientras desvía la mirada hacia una tienda de música.

-¿De mi?- pregunto algo intranquila para animarlo a continuar.

-Sí. Es que, eh...- juguetea nerviosamente con las manos. -Iré directo al grano, Mar. Tú debes saber que yo sentía algo por ti en el intercambio. No, déjame terminar. Cuando regresamos aquí, yo pensé que ya ni siquiera íbamos a hablar, mucho menos creí que fuéramos a volver a vernos. -trago saliva. Siento mi cara ardiendo y me pregunto si él se dará cuenta de lo sonrojada que estoy. ¿Sabrá que yo también sentía algo? Me niego a aceptar que me atrae, pero ahora que parece que dirá que me ha superado, se me forma un nudo en la garganta que no puedo ignorar. -Pero volvimos aquí y en cambio empezamos a hablar mucho más, aunque sólo sea por mensajes de texto o llamadas telefónicas. Yo seguía diciéndome que en cualquier momento olvidaríamos todo, y en vez de eso me empezaste a gustar cada vez más.

Me quedo helada. Definitivamente ese no era el comentario que yo estaba esperando.

-Nico...

-No, espera. Es que ya no puedo y tengo que decírtelo. Me encantas, Mariana. Estoy loco por ti y ya me cansé de fingir que no es así. Y yo sé, sé que tienes novio. Sé que lo quieres y sé que el también a ti, y estoy consciente de que no vas a terminar tu relación de año y medio sólo para estar conmigo, pero quiero que sepas que yo te voy a esperar, porque eres la mujer perfecta y quiero estar contigo, así que vale la pena esperar por ti.

No supe en qué momento habíamos llegado a mi coche. No me salían las palabras y tenía mil sentimientos encontrados. A fin de cuentas, yo sí sabía que Nico tenía sentimientos hacia mí, pero ahora que oficialmente lo había aceptado, yo temía por nuestra amistad.

-No sé qué decirte, Nico.

-Lo sé- él también está preocupado, puedo verlo en sus ojos oscuros -No te lo dije esperando que tú me contestaras algo, en realidad lo hice porque ya no podía guardarlo para mí.

Una suave brisa alborota su cabello café, antes perfectamente peinado, y las sombras de sus largas pestañas se proyectan sobre sus mejillas. Me dan ganas de abrazarlo, pero contengo el impulso para evitar cualquier tipo de malentendido.

-Estoy con Sebastián ahora... Sé que tú y yo podríamos hacer una muy buena pareja, pero no puedo simplemente cortar a mi novio así como así, Nico. No sé cuánto vaya a durar con él. Pueden ser dos meses más, o pueden ser tres años, pero me temo que en algún momento vas a cansarte de esperar. Y aunque tú me quieras y yo diga que podríamos tener algo, no puedo garantizártelo, y tampoco puedo pedirte que me esperes.

-No, Mariana. No lo entiendes. Creo que no puedes ver realmente hasta dónde llega lo que siento por ti. Nunca había sentido esto por nadie, y si te digo que voy a esperarte es porque realmente quiero hacerlo. Ahora deberías ir a tu casa, ya está oscuro.

-Está bien, pero por el momento somos amigos, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. - Nico sonríe y me abraza -Ve. Por favor, avísame cuando llegues a tu casa.

-Claro. -me despido con un beso rápido en la mejilla. -Adiós, Nico.

Subo a mi coche y veo a Nico alejarse hacia el otro lado del estacionamiento. Giro la llave y en la radio suena No me abandones amiga mía de Carlos Baute y con ella me dirijo hacia mi casa, con la única compañía de la confusión que, al ritmo de la música, va alborotando mis pensamientos.

Cómo OlvidarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora