001

212 22 6
                                    

Estaba a punto de abordar mi avión, aquél que me llevaría a Los Ángeles, aquél que me haría olvidar todo lo que ocurrió en este par de años en Seúl, en especial, aquella noche:

«Un toque a la puerta.
Dos toques.
Tres toques.

¡¿Quién demonios toca la puerta a la 1:57 AM?!

Me levanté aún adormilada de mi cama, amarré mi cabello en un moño semi-decente y me acerqué a la puerta. Abrí y me encontré con un Kibum ¿borracho?.

¿Kibum? —pregunté frotando mis ojos creyendo que era una ilusión de mi subconsciente.

¡Oh, _____! —exclamó feliz.

¿Estas borracho? ¡¿Cómo demonios has llegado aquí, en este estado?!

—No estoy borrachoooooooo —dijo alargando la O, y seguido, soltando una risa —Estoy tan feliz, mi pequeña ______.

Me estremecí. Él no solía decirme "pequeña", solo... a ella, a sus conquistas, sus amantes, pero nunca a . Sus piernas flaquearon, se colgó de para poder conservar el equilibrio.
Bufé.

—¡Yah! ¡Kim Kibum!

Por arte de magia, retomó la compostura y sonrió estúpidamente, haciendo que mi corazón latiera apresurado.

—¿No me invitarás a pasar? preguntó, aún, con su amplia sonrisa. Me moví de la puerta para dejarlo pasar. Estaba borracho y no iba a dejar que regresase a casa en ese estado, y menos a esta hora.

—No voy a dejar que te vayas, Kim. Puedes dormir en el sofá... iré a buscar una manta.

Diecisiete letras • Key OS •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora