Capitulo 1

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—Cariño... —tomó su mano, sintiendo el frio en los finos dedos de su mujer robándole el calor poco a poco.

—Perdón —susurró ella, en apenas un hilillo de voz—. No podré...Cuídalo, prométemelo.

—Katerina, solo...

—Por favor...promételo.

—...Lo prometo —apretó mas la mano de la reina que yacía sobre la cama, como si con ello fuera capaz de retenerla a su lado arrebatársela a la muerte que ya se escondida donde la luz de las antorchas no alcanzaba a iluminar.

Observó a su esposa un instante, contempló su pálida piel, que de la más fina porcelana, se había transformado en cera petrificada que le daba más años de los que en realidad tenía. Sus cabellos dorados parecían marchitos y sucios, ya no eran de seda, sino pesados por el sudor y enmarañados, regados como un montón de paja sucia sobre la almohada blanca.

La reina Katerina había perdido en una noche la luz que la hizo brillar en la corte y volverla el centro de atención hasta ganarse la corona que con orgullo y elegancia portó durante tanto tiempo que en ese momento parecían un efímero recuerdo que se iba diluyendo entre la imagen que tenía ahora frente a él.

Su esposa ya no era más que la sombra de lo que alguna vez fue y sin embargo, Garon seguía aferrado a ella, negándose a soltarla.

Para él, Katerina era mucho más que la reina, era su vida misma, el ser que con una sonrisa le mostró el calor del sol que nunca brillaba en Nohr.

Verla apagarse poco a poco era como tocar el cielo tan solo para ser arrastrado de nuevo al infierno. Era como sumirse de nuevo en la fría oscuridad a la que tanto temió cuando era niño.

—Alteza...

No se giró. Sus ojos color vino se mantuvieron fijos en su mujer, buscando desesperadamente grabar cada detalle de aquel rostro. Apartar la vista significaba perder los últimos segundos que le habían obsequiado con ella.

—Ejem...alteza —insistió la mujer parada en el umbral de puerta—. De verdad lamento interrumpirlo, mi señor, pero...el niño, su hijo, necesita un nombre.

Garon por fin la miró, notando de inmediato aquellas bolsas negras debajo de sus ojos y la expresión taciturna que reflejaba su redondo y enrojecido rostro. Sus ropas baratas aun sucias con la sangre que su esposa había perdido durante el parto en su desesperado afán por darle un heredero.

—Mi esposa le dará un nombre cuando esté mejor —musitó, con una repentina molestia cambiando el tono de su voz—. Retírate.

—Xander... —exclamó Katerina, como si las fuerzas hubieran vuelto a ella tan solo para pronunciar esa palabra—. Xander.

—¿Xander? ¿Quieres que ese sea el nombre de nuestro hijo?

—Sí...Garon...por favor, que se llame Xander —repitió la reina entre sollozos, aferrándose con fuerza a la mano de su esposo.

—Está bien, Xander entonces —asintió, forzando una sonrisa y conteniendo las lagrimas que hacían arder sus ojos—. Ya la escuchaste, Cassita.

—Como ordene, alteza. Con su permiso.

La mujer salió apresurada de la habitación, sus fuertes pasos haciendo eco por el correr de piedra negra hasta dejar de nuevo aquel pesado silencio. No supo cuanto tiempo transcurrió, ni quiénes fueron los que entraban y salían. Solo estaba ella, el débil apretón en su mano y los frágiles jadeos que llenaban la falta de sonido.

Solo estaba la mortecina esperanza de que su reina abriera los ojos de nuevo y le mostrara aquel color azul que el cielo de Nohr nunca reflejaba. Que volviera a pronunciar su nombre y le dijera entre risas lo mucho que lo amaba, lo feliz que era a su lado, que cantada en su oído la misma canción que entonó el día que la conoció.

Pero dentro de él, una suave voz le decía que nada de eso volvería a ocurrir. Su reina estaba más muerta que viva y con ella se llevaría una parte de él.

«¿De qué te sirve ser ancestro de un dragón si no la puedes salvar?» repetía, una y otra vez como un mantra que le nublaba la mente.

—Basta... —pidió él, con la voz temblorosa ante el primer sollozo que lograba escapar de su pecho.

«Eres débil, muy débil»

—No...

«Ya no está.»

Reaccionó de golpe, como si algo en aquellas palabras lo hubieran sacudido de pies a cabeza. El corazón retumbaba en sus oídos, su aliento formando nubes frente a él ante el frío en la habitación ahora en completa penumbra; las llamas de la chimenea se habían extinguido, dejando al frío salir de los rincones y escurrirse como la oscuridad.

La figura de su esposa no era más que una silueta sin forma sobre la cama. Ya no había más jadeos ni gemidos de dolor, solo quedaba la soledad y el inmenso vacío que parecía estar devorando su pecho y desgarrando su interior.

Lloró como nunca antes lo había hecho y gritó hasta que su garganta no se lo permitió más.

Cuando la reina Katerina murió, algo en Garon también había muerto y desde ese entonces, aquella voz burlona en su cabeza no lo dejó jamás.

o.o.o.o.o.o.o
Amé Fates, después de estar en negación, finalmente lo aceptó y digo que amo Fates, si bien no le quita el titulo de favorito a Radiant Dawn, sí quedará entre los primeros cinco xD

Bueno, esta es una precuela de lo que se ve en el juego, contaremos la historia de Garon. Después de saber como estuvo todo con respecto a él me pareció algo muy interesante que merecía un fic corto, por lo menos. Así que este fue el resultado uwu espero les guste y este también está disponible en FanFiction donde lo capítulos se subirán primero...es que en serio aun tengo problemas con esta pagina xD

Nos leemos :D 

El Rey de NohrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora