Era cuatro de Marzo de Dos mil tres y Un hombre apuesto de unos treinta y dos años se encontraba pagando un boleto hacia Doncaster, cinco años después de haber perdido contacto con el amor de su vida, su madre había muerto dos días antes y los últimos cinco años el había cambiado demasiado, había llegado a vivir solo y había caído en una depresión, su madre lo cuido y sacó adelante, aunque en ocasiones lo encontraba mirando a la nada, pensando en Louis, y pedía a su hijo lo olvidara, a pesar de todo, la mujer nunca logró que Harry retirase su anillo.
Lo primero que Harry hizo al llegar a Holmes chapel, fue tatuarse, pidió al tatuador copiara de la letra de Louis el "Hi!" De la carta, todos los días veía los tatuajes complementarios, y aquel tatuaje que se había hecho, todos los días se preguntaba si Louis lo recordaría, si había guardado la carta, si se había ido, si se había borrado los tatuajes Ó si había perdido el anillo por ahí. Finalmente había hecho una promesa, y debía cumplirla, desde hace cinco años, las palabras de la señora del tren retumbaban en su cabeza, todos los días releía la carta, que ahora llevaba en la mano, hace un año, cuando estaba pensando en Louis, una de las tantas madrugadas le había escrito una canción, la llevaba en la mano, subió al tren, con una sonrisa en su rostro, no sabía que había sido de Louis.
Mientras tanto, en otra parte del mundo se encontraba un chico de cabello castaño, conduciendo el Mustang de su ex amor, mirando su anillo, tarareándo la única canción que le había cantado a Harry.
Aún no perdía la esperanza de que Harry volviera por el, de que viera el mensaje le dejó en su celular bloqueado en su casa y corriera por el, paró en la biblioteca donde trabajaba, simplemente por qué le gustaba leer lo que había ahí, aunque prefería leer el libro que Harry había dejado en su antigua casa, a veces le daba nostalgia recordar, y le recordaba a Harry estar ahí, le recordaba la clase de literatura y poesía de cuando tenía dieciocho.
A veces pensaba en Harry, pensaba en qué tal vez ya lo hubiese olvidado y su depresión seguía creciendo después de cinco años al darse cuenta que tal vez jamás volvería, al pensar que los tatuajes los había removido o simplemente le daba igual, que había tirado o vendido su anillo y seguido con su vida.
Al lado de su biblioteca había una tienda de videojuegos, mucho más concurrida, ahí atendía un chico que se había vuelto su amigo, cuyo nombre era Liam, el sabía la historia del fugaz amor de Louis, aunque, ciertas cosas, no las sabía, por qué eran tan intimas que si se contaban se perdería la magia de ese momento, Louis cantaba más a menudo, más nunca volvió a cantar esa canción que cantó para Harry, la mantenía intacta en su cabeza, el momento, que fue uno de los más bellos, íntimos y últimos que pasó con el. Louis vivía perfectamente bien en su pequeño departamento, donde en su mesa de luz tenía las tres fotos que se había tomando con Harry hace cinco años, en ocasiones Liam lo encontraba triste y mirando a la nada y miraba como sus ojos se llenaban de lagrimas al tocar su anillo, Liam intentaba consolarlo.
Louis bajó del auto y se adentró a la biblioteca, donde colocó sus auriculares, saltando por enésima vez en esos cinco años la canción que le había dedicado a Harry, jamás la escuchaba, le gustaba mantenerla en su cabeza cantada por el, por qué cuando pensaba en esa canción veía la imagen de Harry en piyama sonriéndole con lágrimas en los ojos, no perdía la esperanza. Miró su anillo y un dolor presionó su pecho de nuevo, pero como últimamente lo hacía, lo sacó de su dedo y miro el nombre de su amado ex chico grabado en el, ignorando el dolor, Liam le había dicho que debía superarlo, y tal vez tenía razón, pero no podía simplemente dejarlo pasar, aún con veintitrés años pensaba en el hombre que había cambiado su vida de la manera más bella que se podía imaginar, enseñándole lo que era el amor, a veces se imaginaba que el hilo rojo que tenían estaba enredado, por qué ni siquiera sabía si Harry seguía viviendo en Londres.Entretanto, Harry comía galletas de almendras, viéndose llegar a su destino con muchas maletas, bajó del tren y tomó un taxi hacia casa de Louis, él tenía la llave así que solo abrió la puerta, la casa estaba cubierta por una fina capa de polvo y lo único que había, era el celular de Louis con el cargador, Harry sonrío al ver la nota "Si algún día vuelves, y estás leyendo esto, esto te ayudará a encontrarme, la contraseña es la fecha que tú sabes bien" conectó el teléfono y este encendió unos minutos después.
6998* tecleo Harry, sonriendo ante la pantalla que se apareció de inmediato
"Si estás leyendo esto es por qué cumpliste tu promesa y volviste, debo decir que con todo el dolor y tristeza, mañana parto de Londres, cuando me encuentres te agradeceré como es debido, sube a mi cuarto"
Leyó el mensaje y sonrío subiendo las escaleras como si fuera un acertijo, y tras la puerta encontró un mapamundi enorme que cubría toda la pared, su vista se fijó donde estaba con un hilo rojo trazado desde Holmes chapel, Inglaterra, hasta Atenas, Grecia miró un sobre en el piso y lo abrió.
"Ahora que sabes dónde estoy, solo tendrás que buscarme, y te estaré esperando, así haya pasado un día, un mes, un año, cinco o veinte, te deje tres mil euros, con eso puedes comprar un boleto, supongo"
Leyó y sonrío, llamó un taxi y metió sus maletas sin abrir, con las cartas de Louis guardadas.
Sabía a dónde iría, pero no sabía cómo encontraría al chico de ojos celestes, en un lugar con millones de personas.
Pero lo encontraría.
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Noventa Días. *Larry Stylinson*
Fanfic"Supongo que no todas las historias de amor tienen finales felices" "Y por qué la nuestra no habría de tenerlo?"