Me desperté a la mañana siguiente hacia las siete de la mañana. Cinco minutos después, Ignacio apareció por la puerta de mi cuarto:
- Veo que ya estas despierta - estaba bastante serio - ven, vamos a planear el viaje.
- Vale, pero... ¿Lo saben las demás?
- No bueno... Supongo que lo sabrán mañana. Se supone que tu no tendrías que estar sola en este cuarto, las demás están separadas de diez en diez en cinco cuartos, pero debido a las condiciones... mi madre ha decidido asignarte una de las suites que tenían preparadas para la siguiente fase.
Y se fue por el pasillo. Cerré la puerta y me duché, después me puse unos vaqueros que encontré en el armario. Al empezar a buscar una camiseta encontré un paquete en el que ponía
NO LO HABRAS HASTA MAÑANA
¿De quién sería? Seguí con mi búsqueda y encontré muchas cosas más que una camiseta. ¡Había muchísima ropa allí y toda de mi talla!
Diez minutos después me encontré sentada en una mesa con el príncipe Ignacio. En el salón había más de una mesa a diferencia del día anterior en el cual todas las mesas se encontraban juntas y cubiertas por un gran mantel.
Desayuné algo sencillo, una taza de chocolate caliente, unas tostadas y un zumo y después esperé a que Ignacio, que se estaba llenando a comida, terminara.
- ¿¿A qué esperas??
Otra vez me había dormido, las pastillas hacían demasiado efecto.
- Ay perdón, creo que voy a dejar esas pastillas
- Sí, creo que sería lo mejor. - y se volvió a ir
Esta vez me obligué a correr para alcanzarle y después de un rato andando rápido llegamos a una sala totalmente diferente a las del resto de las habitaciones de palacio. La sala era enorme y tenía las paredes blancas, al fondo del todo había un gran ventanal que daba a una terraza desde la cual se podía observar el gran jardín de palacio.
En una de las paredes había una tv de unas sesenta pulgadas encendida y que presentaba el mapa de alguno de los reinos. En medio de la sala había una mesa blanca, redonda y con seis sillas azules. En una esquina había una gran librería y en otra un armario con telas y vestidos, al lado de este se encontraba un maniquí. Por último, y lo que le habría encantado a mi hermano, en la otra pared había tres pantallas de ordenador y una zona llena de espadas y pistolas.
- ¿Qué es esta sala?
- Tu sala de entrenamiento - a Ignacio le pasaba algo, su seriedad era extrema y no hacia ningún comentario de los que había hecho el día anterior - después de la primera fase y la segunda se eliminaran todas menos ocho, sin realizar la primera fase ni la segunda y, a petición de tu tía, que se lo ha vuelto a pensar y ha decidido que te saltes dos fases en vez de una, comenzarás la tercera: esta consiste en una especie de entrenamiento individual con uno de nosotros. Somos nosotros los que elegimos y yo...
- Tú me has elegido a mí.
- Exacto - la primera sonrisa verdadera del día apareció en su rostro, era una sonrisa reconfortante - habrá una sala parecida a esta en cada uno de los reinos. Aquí te enseñare a bailar, economía, diseño y alguna otra cosa. Controlar la tecnología, y luchar con todo tipo de armas
- Vale - "¿qué le pasa?" - ¿te puedo preguntar algo?
- Claro - y aclaró - trátame como a un amigo, ahora voy a ser tu entrenador durante el resto de etapas.
- ¿Vale, que te pasa?
- Bueno... ¡¡¡¡Nada en especial, mira la hora!!!! ¡La verdad es que me suelo despertar a las nueve!
- Aaaah - un escalofrió me recorrió el cuerpo y al momento supe que eso no era... Exactamente lo que pasaba.... - ¿cuándo empezamos?
- ¡Ahora mismo!
Empezamos organizando el viaje:
-Primero vamos a pasar una semana en el reino dos, donde recogeremos a Ana. Después pasaremos cuatro o cinco días en los reinos 3,4,5,6 y 7 y volveremos aquí. Conocerás a la familia real y visitaremos el reino. ¿Alguna duda?
- Dos - después de hacer el plan de viaje lo resumimos en un pequeño documento que enviaríamos a Ana y a maría y Felipe - La primera: ¿cómo vamos a ir de reino en reino?
- En un jet privado.
- Vale - un subidón de adrenalina me recorrió el cuerpo y un montón de dudas empezaron a acumularse en mi cabeza - ¿podremos ir de compras en algún momento?
- Tenemos una agenda apretada, pero - miro su agenda en un minuto y me aclaro la duda - si, en uno de los días que pasaremos en el reino dos podremos ir de compras.
Así te podrás comprar algún vestido con la ayuda de Ana
- ¿Vestido?
- Sí, en cada reino habrá un baile de presentación y no puedes repetir de vestido porque saldrá en la prensa
- Aaaaah, ¿y con qué dinero me lo voy a comprar?
-Con este- me tendió una cartera en la que había unos mil euros en efectivo y varias tarjetas. - Hay tres tarjetas, no tienen limite porque supongo que no te gastarás mucho dinero - asentí de forma instintiva y con tal entusiasmo que casi me quedo sin cabeza. - veo que te gusta.
- ¿Qué tengo que llevar de equipaje?
- Los vestidos te los comprarás allí así que...... ¡Ropa cómoda, tu ordenador y Tablet por supuesto, zapatos y lo que tú quieras!
- ¿Vamos a hacer algún deporte? - Ignacio me respondió con un leve gesto de cabeza afirmativo y se levantó
- Primera lección: bailar
- ¿Para......?
- La fiesta de esta noche, han invitado a mucha gente por lo que he oído
Ignacio me enseñó muchos tipos de bailes en poco tiempo y, gracias a Dios, los fui cogiendo todos bastante rápido.
Llego el momento del vals:
- Bueno y ahora el más importante, el vals
En ese momento me puse muy muy nerviosa, no iba a ser el príncipe el que me iba a enseñar ESE baile ¿¿verdad?? Mi mayor preocupación era que él se riera de mí, porque yo soy muy patosa.
Cuando la canción empezó a sonar e Ignacio me cogió la mano para empezar la lección, me puse tensa
- Relájate, no muerdo
- No fastidies
El vals me costó más de lo que había pensado, había que llevar muy bien el ritmo y, aunque me encantara la música, me costó por el simple hecho de estar bailando con el mismísimo príncipe Ignacio.
En cambio, como era de esperar, a Ignacio se le daba bastante bien.
De repente, Ignacio me cogió más fuerte de la cintura y me acerco aún más hacia él. Me subieron el ritmo cardiaco y la respiración, Ignacio ni se inmuto y siguió bailando como si no hubiera pasado nada.
Cuando me di cuenta, nuestras caras estaban a solo unos milímetros, lentamente esos milímetros reducían y comencé a notar su aliento chocando con el mío. Sin previo aviso nuestros labios se encontraron en ese mar de melodías, aunque todavía no sé si fue por impulso suyo o por voluntad mía.
-Llevaba años queriendo hacer eso. Por favor, no se lo cuentes a nadie, ni siquiera a Carmen – me dio un ligero beso en la comisura de los labios y se fue. Miré el reloj de pared que tenía en frente y comprobé que era la hora de la comida.