Los hermanos de Mowgli

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Mang, ese ciego con alas,
suelta las bridas de la noche.
Rann es su amigo, en él cabalga.
Duermen las vacas sueños torpes.

Los corderos tiemblan, balan,
y tras la puerta se esconden.
Somos dueños hasta el alba.
Queremos siempre ser libres,
fuerza, pasión desatada.
Que abunde siempre la caza.
Será así, si en la Ley vives.

Las colinas de Seeonee parecían un horno. Padre Lobo, que había pasado todo el día durmiendo, se despertó. Se rascó, bostezó y fue estirando una tras otra las patas. Quería desprenderse de todo el sopor y la rigidez que
se había acumulado en ellas. Madre Loba estaba echada. Su cabeza gris reposaba, en señal de
cariño y protección, sobre los lobatos, cuatro animalitos indefensos y chillones. La Luna brillaba en todo su esplendor nocturno fuera de la
cueva.

––¡Ahuugr! ––sentenció Padre Lobo––. Es hora
de salir de caza ––y ya estaba a punto de lanzarse pendiente abajo, cuando se presentó a la
entrada de la cueva una sombra menuda y furtiva; era bien visible su cola esponjosa. Empezó
en tono lastimero:
––Buena suerte, jefe de los lobos. Y que la misma buena suerte sea siempre con tus hijos. Que
puedan estar eternamente orgullosos de sus
fuertes colmillos. Y que jamás les falte el apetito.

Era el chacal ––Tabaqui el lameplatos–– el que así habló. En la India los lobos desprecian a
Tabaqui por ser un chismoso. Siempre anda con cuentos e historias de un lado para otro. También lo desprecian por su dieta: despojos y todo
lo que haya mínimamente aprovechable en cualquier basurero.

Despreciable, sí, pero temible. Mas que cualquier otro animal, cuando a Tabaqui le entra la
locura, se olvida de su miedo y muerde todo lo
que le sale al paso: cosas y animales. Son los
momentos en los que hasta el tigre no se atreve a vagar libremente por la Selva. Les preocupa hasta el solo pensamiento de poder verse reducidos ellos mismos a una situación tan deplorable. Porque, en la Selva, la locura es considerada como una deshonra, la mayor de todas. Nosotros sabemos que se trata de la hidrofobia.
Pero ellos le dan simplemente el nombre de
locura.
––De acuerdo. Pasa y busca ––dijo Padre Lobo–, pero quiero que sepas de antemano que no
hay comida.
––A buen seguro que no la hay para un lobo –– contestó Tabaqui––, pero para un animal como yo, hasta un hueso mondo es un excelente banquete. Nosotros, el Pueblo de los Chacales, no
tenemos elección a la hora de comer.

Se dirigió sin dilación hacia el fondo de la cueva. Encontró un hueso de gamo. Todavía tenía
algo de carne adherida. Empezó a triturarlo con
fruición.
––Gracias por tan excelente comida ––dijo relamiendose––. ¡Qué hijos tan hermosos tienes!
¡Cómo se adivina en ellos la nobleza! Tienen
unos ojos enormes. Y qué maravilla de juventud la suya. Aunque nada de esto me debería
extrañar. Los hijos de los reyes son hombres desde que nacen.
Tabaqui sabía de sobra que no ayuda a la buena
crianza alabar a los lobatos estando ellos presentes. El descontento se reflejaba en la actitud de Madre Loba y de su pareja.
Tabaqui guardó silencio un momento como
recreándose en el mal que había hecho. Luego,
añadió escupiendo sus palabras:
––El Gran Shere Khan ha cambiado su territorio
de caza. Estas colinas serán su cazadero durante las próximas semanas, hasta que cambie la Luna.

Shere Khan era el tigre que ahora merodeaba cerca del río Waingunga, a pocos kilómetros de distancia.
––¿Por qué lo ha hecho? No le asistía ningún
derecho ––dijo furioso Padre Lobo––. De acuerdo con la Ley de la Selva, nadie puede cambiar
de territorio de caza sin previo aviso. Espantará la caza en kilómetros a la redonda. Y entonces tendré que trabajar el doble para encontrar el
alimento de mi familia.

––No olvidemos que su madre siempre lo llamó
Lungri, el Cojo. Por algo sería ––dijo Madre
Loba quedamente––. Es cojo de nacimiento.
Jamás ha sido capaz de matar otra cosa que animales domésticos. Por eso, al sentirse perseguido por los campesinos ribereños del Waingunga, se ha venido hasta aquí para causarnos mil problemas. Por su culpa no dejarán de revolver hasta el último rincón de la Selva, en su intento de encontrarlo y de matarlo. Pero el se
marchará. Y nosotros tendremos que irnos lejos con nuestros cachorros. Sabemos que estas fiestas terminan siempre con el incendio de la maleza. Eso se lo tendremos que agradecer a Shere
Khan.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2016 ⏰

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