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Le molestaba que todos siguieran tratándola como una enferma. Ya no lo era.
¿O sí?
A veces tenía la sensación de que los fantasmas del pasado la perseguirían el resto de sus días. Sería una anciana y todavía le preguntarían si se encontraba bien.
-¿Cómo estás, cariño?
Sus pensamientos se materializaron allí mismo, en forma de madre. Si no fuera por lo mucho que la había visto llorar y por lo delgada que estaba, víctima de los nervios, le habría pegado un soberano corte. No lo hizo, pero aún así, no se mordió la lengua.
-Yo diría que estoy un poquito mejor que hace un rato, antes de irme, y también mejor que ayer, sólo un poquito, pero mucho mejor, muchísimo mejor estaré mañana, y no digamos pasado mañana, aunque dentro de un año seguro que estaré mejor que hoy, teniendo en cuenta que estaba fatal hace…
-¡Ay, hija! -suspiró la mujer-. Al final, no voy a poder preguntarte.
-Mamá, si es que lo haces cada cinco minutos.
-No es verdad.
-Pues cada vez que salgo o entro.
-Has sido tú la que se ha empeñado en ir a comprar y regresar cargada -le reprochó su madre.
-Es que, si no hago ejercicio, voy a terminar como la prima Lali.
-¡Pero si estás en los huesos!
-¿Yo? Las ganas, mamá, no digas tonterías.
-Sí, ya, yo digo tonterías. Eso mismo. Yo siempre digo tonterías.
Se hizo la digna. Empezó a sacar el contenido de las bolsas y a depositar los distintos paquetes sobre el mármol de la cocina mientras fingía ignorar a su hija. Montse estuvo a punto de irse a su habitación para ponerse el traje de baño. La detuvo el hecho de que, de nuevo, sintiera aquella infinita piedad por su madre.
-Mamá -le dijo condescendiente-, he de hacer ejercicio. No puedo quedarme quieta, muerta de miedo.
-Si ya lo sé -exclamó la mujer mostrándole sus ojos cargados de estrellas luminosas, al borde del llanto-. Pero yo todavía tengo esa sensación que…
-Acabarás enferma tú -le advirtió su hija.
La posible respuesta no llegó a producirse. Por la puerta de la cocina apareció James, el hermano mayor de Montse, recién levantado pese a la hora que era. Iba en calzoncillos. En otras circunstancias habría ido a la nevera para coger algo sin molestarse en abrir la boca.
Pero eso era antes.
Mucho antes.
-Hola, ¿cómo estás hoy? -se interesó mirándola.
-Será mejor que no le preguntes -le advirtió su madre- A <<Doña Susceptible>> le molesta.
Montse tuvo ganas de gritar, pero eso, sin duda, habría sido demasciado.
Un cuarto personaje hizo acto de presencia antes de que respondiera: su hermano pequeño, Dani. Entró en la cocina a la carga, como era su costumbre.
-¡Ya he terminado los deberes! -anunció-. ¿Puedo ir a la pisci… ?
Entonces vió a su hermana y se detuvo en seco, preocupado. Tanto que preguntó:
-¿Pasa algo?
Por lo general su hermano menor antes la atormentaba y le hacía la vida imposible sin el menor remordimiento de conciencia. Era natural, teniendo en cuenta que ella estaba en medio de sus dos hermanos. Y Dani, al fin y al cabo, era el pequeño, el <<descolgado>>. Ahora le había leído la cartilla. Caminaba con pies de plomo, no hacía ruido y a veces la miraba como si fuera a caerse muerta en un abrir y cerrar de ojos.
¿Cómo podía llevar una vida normal así?
Montse salió de la habitación sin decir nada, aceptando los hechos, pero rebelándose silenciosamente contra ellos.
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Donde esté mi corazón
RomanceLa vida de Montse ha cambiado por completo: un hecho imprevisible ha sacudido sus cimientos. Ha estado a las puertas de la muerte, pero ha vencido, aunque el precio es muy duro. Ahora en su vida hay un antes y un después. Y mientras trata de recuper...