I.

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Unas casi invisibles gotitas de sudor en la frente, el jugueteo de sus manos que intenta ocultar con disimulo y las piernas juntas sin cruzar.

Definitivamente, Ferrer estaba nervioso, y cuando un doctor está nervioso, no suele ser una buena señal.

-Hemos recibido los resultados de sus últimas pruebas.
-Por favor, sea directo -le pedí, a lo mejor demasiado seria para mi gusto.
-Lo que más temíamos ha ocurrido -dejó los papeles en la mesa y clavó su vista en mis ojos - tiene Mieloma múltiple - finalizó.

No hacía falta que explicara más, con cuatro años en la facultad de medicina sabía de sobra que era el Mieloma múltiple.

Tendría que haberlo sospechado antes; la anemia, la fatiga constante, el dolor de huesos, la pérdida de peso...

-¿Cuánto me queda?
-Por ahora no sé decirle con seguridad, hemos detectado el cáncer, pero no sabemos en que estadio se encuentra. - ordenó las fichas de su escritorio en una carpeta amarilla y volvió a mirarme - Por el momento esperaremos y miraremos; le realizaremos chequeos frecuentes para ver la evolución del tumor.
-Comprendo, muchas gracias doctor Ferrer -me despedí tras coger el abrigo del respaldo de la silla.
-A usted, y no se desanime.

Fácil era decirlo, pero decirlo y hacerlo eran dos cosas muy distintas. El Mieloma múltiple es un tipo de cáncer de sangre "bastante frecuente", es el más común tras la Leucemia.

Los huesos y los riñones se deterioran pudiendo provocar un daño irreversible en la función renal y petrificación del hueso -dependiendo de la cantidad de calcio que tengas en tu sistema óseo.

Por no olvidar que seguramente perderé todo mi cabello con las quimioterapias y radioterapias.

Al llegar a casa me encontré como de costumbre una pila de libros y apuntes con títulos como: «Bioestadística, Anatomía humana, Histología, Dermatología avanzada, Psicología médica, Inmunología, Hidrología y Climatología y mi talón de Aquiles 'Bioquímica y Biología molecular'».

A su lado una taza de café con un post it que decía «estudia mucho» y un corazoncito, mi madre era muy cariñosa y por alguna razón le encantaba dejar notas de colores por todas partes; hace un minuto encontré una pegada en la nevera que decía que ella y papá se iban a recoger a Gabby al aeropuerto.

Gabriela, más conocida como Gabby es mi hermana mayor, nos llevamos seis años. Ella tiene; la piel bronceada, el pelo color miel y ondulado, ojos almendrados de color café, las piernas largas y tonificadas -gracias a su amor por la hípica- y la nariz griega heredada de mi padre.

Yo perdí mi bronceado hace meses por la anemia, ahora mi piel era pálida y mis ojeras más notorias por la constante fatiga y el dolor que no me dejaba dormir. Somos distintas en muchos sentidos, mi nariz es más respingona y mis ojos más claros; sin embargo todo el mundo decía que nos parecíamos mucho cuando reíamos.

Ella terminó su carrera de turismo y ahora la va bastante bien suministrando su propio hotel en Jacksonville (Florida).

Me concentré en estudiar a Hipócrates y los Tratados Hipocráticos mientras llegaban con la cena. Al pasar al siguiente tomo leí subrayado y en letras grandes «Bioquímica del cáncer». Los párrafos hablaban y hablaban sobre el cambio de una célula normal a una cancerosa, el ciclo anormal de una célula, cambios en los procesos enzimáticos; simplemente algo que no me apetecía ver en ese momento. Sobre todo al ver el último gráfico que mostraba las estadísticas de nuevos casos y mortalidad. Supongo que ahora formaba parte de esos grandes quesitos.

-¡Hermanita, llegué!

Ahora afrontaba otro problema, ¿cómo le diría a mi familia que seguramente moriría en unos años?

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