II.

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- "El cementerio de Praga", "La sangre de los inocentes" - fue enumerando Gabby al mirar mi estantería - "La historia del loco", ¿pero qué clase de libros lees tú?

Cogió el libro de La historia del loco de John Katzenbach y leyó un pequeño fragmento de una de las páginas al azar.

«A menudo he pensado que la locura es un poco como la noche, debido a las distintas formas en que se extendió durante varios años por mi corazón y mi mente; una veces con dureza o rapidez, otras con lentitud y sutileza… De modo que a penas era consciente de que estaba dominándome.»

- Es muy... Profundo por definirlo de alguna forma.
- Me interesé en ese libro cuando empecé a estudiar Psicología, creí que me ayudaría a entender mejor la mente de los que llamamos locos.
- ¿Y te dio resultado?
- En parte, pero tiene frases muy buenas que te hacen pensar, una de mis favoritas es: «¿Por qué nos recuerdan por nuestros fracasos? ¿Por qué los fracasos y las retiradas valen más que las victorias?»
- Si lo meditas un momento, es cierto, sólo vemos lo malo en las personas y lo juzgamos dura y rápidamente.
-Paremos con esto, hace mucho que no estudio filosofía.

Colocó el libro en su sitio y se sentó a mi lado en la cama, presentaba su expresión alegre pero serena que mantenía constantemente desde pequeña.

-Mejor hablemos de que tengo que llevarte a Florida a volver a coger color.
-Creo que eso será difícil
- ¿Por qué? ¿Sigues teniendo anemia? ¿Necesitas más higado?

Bien es conocido por casi toda la población que cuando tienes anemia lo que más necesitas es hierro. Y uno de los alimentos más ricos en hierro es el hígado, por eso mi madre se había encargado de meterme hígado hasta que se me saliera por las orejas.

-No es eso exactamente.

Respiré hondo cogiendo todo el aire que cupiera en mis pulmones y lo solté lentamente preparándome para lo que vendría a continuación.

- ¿Puedes guardarme un secreto?
- ¿De qué se trata?
- Tengo cáncer.

«¿Bromeas verdad?», fue la reacción de mi hermana, no puedo culparla, yo habría hecho la misma pregunta seguramente; pero al enseñarle mi cita en el médico y los resultados de las pruebas, Gabby se resignó y se obligó a entenderlo, aunque no a aceptarlo del todo.

Decidimos mantenerlo oculto todo el tiempo que pudiésemos, mi madre era una mujer emocionalmente muy sensible y por experiencia sabíamos que no se tomaba muy bien las malas noticias; en cuanto a mi padre, le queríamos mucho, pero no sabía mentir y preferimos no hacerle sufrir haciéndolo esconder ese secreto tan pesado.

Pasaron dos semanas y las revisiones revelaron que mi cáncer se encontraba en la fase dos y lo mas doloroso; me quedaban solamente cuarenta meses de vida, cuarenta y cuatro si tenía mucha suerte.

Por aquellos tiempos acababa de ver la película romanticona de "Posdata Te quiero" a petición de mi amiga Illary, que adoraba esa clase de películas.

El marido de la protagonista murió de un tumor cerebral. Lo primero que se me pasó por la cabeza al saber eso fue «Nunca  sabemos cuando va a acabar nuestra vida».

Mientras, el mundo se encargaba de recordarme constantemente que la fecha de caducidad de mi vida estaba próxima. Yo, por primera vez opté por escuchar a los más optimistas de mi clase de cincuenta alumnos redondeando; esos que defendían que hay que vivir la vida al máximo y no desaprovecharla nunca.

Las típicas frases que utilizaban para excusar todas sus fiestas hasta las tantas de la mañana.

Sin embargo utilicé el sentido literal de esas palabras y elaboré una lista de "cosas que hacer antes de morir". Al comienzo escribí ideas estúpidas de lo primero que se me venía a la cabeza como:

«Montar en moto, bañarme en las playas del caribe, hacerme una selfie con la Torre Inclinada de Pizza, subir las pirámides del Sol y la Luna en México e incluso nadar con delfines».

Realmente me encantaría tener todos esos buenos recuerdos para cuando llegara la hora, al fin y al cabo las memorias son lo único que te acompaña hasta el final.

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