El Comienzo
¡Abuelo, abuelo! ¿Nos puedes contar una de tus historias? Claro mis queridos niños siéntense, acomódense y escuchen a este viejito, que aun con sus arrugas, sabe cómo contar una buena historia.
Abuelo ¿nos puedes contar de cuando eras Jove?
Claro pequeña Mari claro que sí, si eso te hace feliz.
Bueno niños vengan aquí siéntense en mis rodillas, (lanza una carcajada al aire) creo que aun aguantan a mis hermosos nietos.
Bueno niños empecemos:
Era el año 1922 yo vivía en un barrio de New york, quizás uno de los más pobres o quizás no, recuerdo muy bien ese años, como todos nosotros jugábamos descalzos, pateando aquel balón en aquel terreno vacío, yo tenía 10 años era el menor de aquel grupo de diablillos que siempre pasábamos juntos, éramos tremendos granujas ( se ríe por un tiempo), recuerdo como una vez nuestros padres nos castigaron y de cómo ingeniamos ir a la granja del señor Vancouver a robar un pollo, todos temerosos, nerviosos, esperando tener suerte de poder salir de ahí sin que nos dieran una paliza.
Todo iba bien hasta que salió el perro y nos empezó a ladrar, después salió el señor Vancouver con una escoba en la mano y nos empezó a gritar, ¿Qué hacen? Váyanse granujas, rufianes si los llego a atrapar les prometo que de la paliza hasta sus hijos saldrán educados.
Pequeño Bill:
¿Qué paso abuelo?
Corrimos y corrimos, sin mirar a atrás porque sabíamos que nos alcanzaba nos rompería la espalda con esa escoba.
Que días aquellos, recuerdo como en otra ocasión en la escuela se acercaban los exámenes y nos habíamos escapado de muchas clases y necesitábamos pasar ese examen para no perder el año y a William se le ocurrió robar las respuestas de la gaveta del escritorio a la señorita, él era muy bueno abriendo cerraduras, así que era su trabajo hacerlo, el plan era simple, robar las respuesta copiarlas en nuestros cuadernos después devolverlas para que no se enteraran.
Pequeña Mari:
¿Y lo lograron abuelo?
Claro que sí, tuvimos mucha suerte, ella nunca se enteró que hicimos eso y pasamos aquel examen con una hermosa A.
Pequeño Bill:
Abuelo ¿fuiste a la secundaria? ¿Te graduaste de la escuela?
Si mi pequeño Bill me gradué en el año 1931, recuerdo aquella fiesta de graduación, esplendente, todos llorábamos de la alegría de habernos graduado y que nunca pisaríamos la escuela otra vez.
Bueno excepto por Michael que el gano una beca y fue a la universidad de Pensilvania.
Esa noche nos abrazamos sabiendo que todos nos separaríamos, cada uno tendría un trabajo en diferente lugar y difícilmente nos volveríamos a ver.
Después de aquella noche cada quien tomo su camino, yo me mude a la casa de mi abuelo que quedaba cerca de la playa, se podía ver la estatua de la libertad desde donde él vivía.
Trabaje junto a él durante unos años tal vez dos o tres, ya no lo recuerdo, después de eso me mude a chicago donde empecé a trabajar para una tienda de empeños, me llevaban muchas cosas ahí (la mayoría robadas), pero era un buen trabajo y una muy buena paga, salía por las noches con mis amigos a tomar unas copas y bailar con una que otra chica.
Aquellas noches no se bailaba la música de ahora, en ese entonces uno bailaba al compás del jazz, del blues, pero igual nos divertíamos mucho.
En un bar de esos una buena noche conocí a una chica.
Pequeño Bill:
¿Era la abuela?
No mi pequeño Bill, la abuela era hermosa, radiante como una estrella, esa chica era Rebeca, me acerque a ella y le invite a bailar, pero no quiso, entonces le pregunte si me permitía quedarme con ella en la barra para charlar, entre charla y charla, copa y copa llegamos a la madrugada, íbamos por la calle tambaleándonos de lado a lado, riéndonos de todo, la acompañe hasta su casa, que estaba como a unas 5 cuadras de aquel bar, al llegar a la puerta esperaba como recompensa un beso pero para mí mala suerte no hubo nada y no la volví a ver en mucho tiempo.
En esos días en Europa había estallado una guerra, el ejército nazi había atacado a Polonia y a Francia y habían ocupado esos países, pero el presidente había decidido no meter manos en esa guerra, decía que era cosa ajena a Estados Unidos
Pero lo que paso el siguiente año fue, que los japoneses atacaron a Pearl Harbor y hundieron la flota del Pacifico, entonces el presidente ordeno la movilización del ejército y el reclutamiento del más efectivos.
En esos días, una buena noche fui al mismo bar y de casualidad encontré a Rebeca y volvimos a charlar hasta la madrugada, y la volví a acompañar a su casa, pero ese día si hubo algo, por irrespetar el toque de queda, me capturaron y reclutaron para el ejército y me enviaron a un campo de entrenamiento porque después me enviarían al frente occidental.
Modelen:
Niños, niños es hora de ir a la cama, mañana su abuelo les seguirá contando la historia.
Pequeño Bill y pequeña Mari: ¡si mamá! Buenas noches abuelo