Verla despertarse es como ver amanecer. Sus colores cambian, y se despereza lentamente, provocando una exclamación ahogada en todos los que lo presencian. Como un borracho que vuelve a casa y observa al sol levantarse tímido sobre el puerto yo la miro, también algo ebrio de ella.
Se frota los ojos como para despejar esa bruma del sueño que la noche ha instalado, y sonríe mientras entrecierra los ojos porque el sol la deslumbra. Como el amanecer, se desplaza lentamente y vive su vida, iluminando a cada paso el lugar por el que camina. Como con el amanecer, me quedo mirando la esquina por la que desaparece esperando que vuelva pronto, esperando su vuelta como la de un bumerán que me alimenta.
Cuando se va todo se queda sombrío, todavía hermoso. Los demás siguen con su vida, las flores crecen y el cielo se ilumina; pero yo sigo esperando el momento en el que sus colores cambien y pueda observarla despertarse con el fantasma de una sonrisa.
Hasta que un día el amanecer es oscuro, la niebla cubre el mar y el sol ya no brilla, está oculto tras un manto de sábanas que cubren esponjosas los colores que ya no se iluminan. Llega la noche y las nubes se quitan, y es en el dejar de comparar donde las estrellas brillan, donde dejan entrever el verdadero destino de aquel que las mira.
Verla soñar es como ver anochecer. Sus sueños la persiguen, hay una capa caída sobre el mundo que la rodea, y es curioso que se deba de cubrir para poder ver aquel brillo que la luz no ilumina. Un brillo como el de una estrella que arde, quemando poco a poco lo bueno que la rodea, acercándose lentamente al fin que su propia existencia reviste.
Se revuelve en la cama, y las sábanas resbalan hasta su cintura. Se mueve y patalea, mascullando en sueños una maldición que de día no deja escapar. Como el anochecer, se desliza a través del sueño, dejando al descubierto dibujos de puntos hechos a punta de tijera. Y por la mañana ya no están, la luz que emana de ella no deja entrever el dolor de las campanas del sonido de las estrellas.
Quién diría que siendo soñar una capa de espesura sería al verla anochecer cuando la vería entera. Quién diría que siendo el despertar el descubrimiento de ella entera sería al verla amanecer cuando se descubre enferma. Y quién diría que la luz no emanaba de ella al verla iluminar cualquier escena.
Un día entenderé cómo si verla soñar es ver anochecer hoy amaneció sin ella, y no anochece esta noche la estrella que se ha quemado bajo la presión de iluminar todo aquello a lo que llega.